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Un susurro apenas audible escapó de los labios de George ante el inminente aburrimiento en el que se veía envuelto.

Desde que se mudaron a ese nuevo departamento, Dream estaba más serio y distante de lo usual. Apenas tenía tiempo para jugar porque se iba muy temprano y llegaba tarde, a eso de la noche. Para colmo, estaba tan agotado que rechazaba las invitaciones para jugar de George y en su lugar, se iba a dormir.

Las reglas sobre los lugares para dormir tampoco habían cambiado aún cuando estaban en un nuevo lugar. George dormía en el sillón de la sala, mientras que Dream dormía en la cómoda cama de la habitación, lo que hacía que el híbrido sintiera a su humano aún más distante.

Y eso lo estaba matando de la tristeza.

Su única distracción eran las caricaturas infantiles que daban en esa tabla enorme y negra que Dream llamaba televisión, y que si bien lo entretenían por unas cuantas horas, después se aburría.

Y es que unas simples caricaturas no podían reemplazar a Dream.

Fue por eso que decidió ir a su habitación, en donde percibió su aroma intensificarse a un grado que pudo sentir que Dream estaba junto a él. Buscó un lugar donde el aroma fuera más fuerte y encontró una pila de ropa sucia, impregnada con el delicioso olor de Dream.

Tomó varias prendas y las esparció por la cama para darles una forma de nido en el que se echó. En las paredes de la habitación habían numerosos cuadros con imágenes de Dream cuando era niño, entonces George cerró los ojos e imaginó que él estaba cerca, jugando a su lado.

No tardó en quedarse profundamente dormido por varias horas. Cuando despertó, era de noche y su humano aún no llegaba. Lo extrañaba tanto que sólo quería dormir y despertar cuando estuviera en casa.

Como si sus plegarias hubieran sido escuchadas, Dream llegó de su trabajo de medio tiempo.

George se bajó de la cama a una velocidad increíble y lo recibió con un fuerte abrazo que tomó por sorpresa a Dream, quien pudo notar que George se negaba a soltarlo.

─¿Por qué tardaste tanto, Dreamy? Es muy tarde, como las ocho y veinte cuartos.

─Dudo mucho que esa sea la hora, George.

─¿No lo es? ─miró su pequeño reloj con orejitas como las suyas que Dream había comprado por capricho suyo─ Pero aquí dice que son las ocho y veinte cuartos.

─Se dice ocho y veinticuatro. Veinte cuartos son como veinte habitaciones, ¿entiendes?

─Creo que sí ─murmuró─. El punto es que te extrañé mucho. ¿Dónde estuviste?

─Estaba trabajando como todos los días ─dijo sin más.

─Pero no me gusta que estés trabajando ─hizo una rabieta y a su vez, irguió sus orejas─. Todo el tiempo lo haces y ahora no tienes tiempo para mí.

─Pero George, es importante que vaya al trabajo ─trató de explicarle, pero la expresión de George le dijo que no serviría de nada. Él no entendía la importancia de que fuera a trabajar.

─¿El trabajo es más importante que yo? ─preguntó con los labios cerrados forzosamente.

─Claro que no, pero aún así es importante ─se sentó en el sillón─. Ven, te explicaré.

Palmeó sus piernas como una invitación a que George se sentara en ellas y eso fue lo que hizo. Pasó una pierna a cada costado de Dream de forma torpe y lenta, quedando sentado encima de él, mirándolo a los ojos tan fijamente que logró que se sintiera intimidado.

YOU CAN STAY ( DNF )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora