Estamos en el jet privado de regreso a Los Ángeles. Estoy sentada justo delante de él. Observo su cara con detenimiento mientras él lee la sección de economía del periódico.
Sus rasgos son tan perfectos que no parece real.
Lo miro y lo miro y no logro apreciar ni rastro de parecido entre los dos. Yo soy más rubia, con los ojos de distinta forma y mucho más menuda que él.
De pronto levanta sus brillantes ojos verdes y me pilla mirándole.
—¿Ocurre algo? —pregunta.
—No encuentro el parecido...
Me mira sin entender.
—¿Qué parecido?
—Entre los dos —aclaro—. No veo el parecido entre los dos.
—Habremos salido cada uno a uno de nuestros padres. Yo qué sé... —Se encoge de hombros.
—Si tú lo dices...
Me mira y alza una ceja, no sé si divertido o sorprendido.
—¿Dónde quieres llegar a parar? —pregunta de nuevo.
—A ningún sitio... Solo estoy haciendo un comentario.
Asiente con la cabeza y vuelve su vista al periódico.
Tres horas más tarde estoy en mi apartamento. Él tenía una reunión con su padre. Con el gran magnate y multimillonario Eduard Scott.
Los días siguientes son una sucesión de trabajo, casa, trabajo y casa.
Por fin llega el viernes. Hace mucho que no salgo de fiesta. Decido llamar a mi amiga Dulcie. Quedamos para cenar y luego ir un rato a bailar.
Mi amistad con Dulcie viene desde hace muchos años, ambas íbamos al mismo colegio y somos uña y carne desde entonces.
Vamos a cenar comida japonesa al Sushi Gen, uno de los mejores restaurantes de sushi de la ciudad. Ahora tengo un buen sueldo, así que me lo puedo permitir.
Cuando ya nos hemos puesto al día sobre mi nuevo trabajo y sobre cómo me ha cambiado la vida tras encontrar a mi hermano. Le suelto la bomba. Necesito desahogarme y solo puedo hacerlo con ella.
—Creo que me estoy enamorando de mi hermano.
Dulcie empieza a toser, estaba bebiendo vino y se ha atragantado de la impresión.
—¿Perdona? —pregunta una vez acaba su ataque de tos—. Creo que no te he oído bien.
Me mira como si me hubieran salido tres cabezas y mi cuerpo se estuviera transformando en extraterrestre.
—Me has oído perfectamente. —suspiro mientras pego un sorbo de mi copa—. Me estoy volviendo loca, encoñando, obsesionando con mi hermano.
—Tía, tú no estás bien —dice muy seria—. Necesitas ir a un especialista en trastornos mentales.
—Otraaaaa —digo de mala gana—. Eso ya lo ha dicho él.
—Pues creo que deberías hacerle caso. —Me coge de la mano mientras me mira fijamente—. Eso es incesto... y del gordo, nada de jugar a médicos con un primo lejano. Debes olvidarte de esos sentimientos. No son normales ni sanos. Créeme.
Suspiro de manera exagerada.
—Lo sé —me limito a decir.
La cena transcurre, pero ni ella parece estar pasándolo bien ni yo tampoco.
De pronto me siento una incomprendida para todo el mundo. Incluida la única persona que pensaba que me iba a apoyar.
Quizá debería ir a terapia, quizá debería empezar a fijarme en otros hombres. Quizá debería no dejarme llevar por lo que siento.
ESTÁS LEYENDO
Pasión Prohibida
RomanceOliver Scott es un atractivo y multimillonario. Stella Maxwell es una joven recién licenciada en busca de una oportunidad laboral. Aparentemente no tienen nada en común... ¿O sí? Un pasado en un orfanato. Unos papeles que dicen que podrían ser herma...