Hoy es el primer día en el trabajo tras lo sucedido en su cumpleaños. Intento no pensar en él, estar alegre y receptiva con mis compañeros, y, poco a poco, lo consigo...
Pasan los días y veo que, quizá, no haya estado tan mal mi traslado. Este departamento está lleno de gente joven y con gustos afines a los míos.
Empiezo a estar muy cómoda con ellos y poco a poco se van convirtiendo en amigos.
Todos los viernes quedamos después de nuestra jornada laboral para tomar unas cervezas. Vamos a un bar cercano a la oficina.
Nathan, el chico de relaciones internacionales con Asia, empieza a mostrarse realmente atento conmigo.
Nathan es un chico alto, delgado, pero con un bonito cuerpo, grandes ojos marrones y pelo castaño. Es un chico muy guapo y, lo que es mejor, realmente encantador.
Nuestra complicidad va en aumento cada día que pasa. Cada viernes con nuestras quedadas. Nuestras conversaciones entre cervezas. Nuestros cafés en la pequeña cocina que tenemos en el departamento. Sí, realmente me siento muy bien con él.
A Oliver no lo he vuelto a ver desde aquella maldita noche. No voy a la cafetería comunitaria de la empresa. No salgo del departamento por el miedo a encontrarlo y volver a caer en su hechizo. No, definitivamente se acabó Oliver Scott para mí. Al menos, de la manera en la que yo lo quería tener en mi vida.
Tal vez algún día podamos tener una relación normal entre hermanos, pero ahora, no.
Esta semana es el cumpleaños de Kayren, una de mis compañeras, y ha organizado una pequeña fiesta en su casa, a la cual vamos a asistir varios compañeros. Entre ellos, Nathan, quedamos en que pasará a recogerme con el coche.
—Vaya —dice en cuanto me meto en el coche—. Estás guapísima.
Me he puesto una fina blusa blanca y una minifalda negra. Y, por supuesto, mis supertaconazos.
—Muchas gracias —sonrío ante su cumplido—. Tú también.
Nos dirigimos al oeste de la ciudad, donde Kayren vive en un bonito apartamento.
La fiesta transcurre en la gran terraza que tiene. Lo pasamos muy bien y reímos ante las graciosas bromas y comentarios de Brandon, su simpático marido.
Entrada la noche, nos despedimos de nuestros anfitriones y vamos a recoger el coche.
—Lo he pasado de maravilla —digo a Nathan que camina a mi lado.
—Yo también —sonríe mientras abre su coche—. De hecho, solo con estar a tu lado es suficiente para que me encuentre genial.
Su comentario hace que me sonroje. No me lo esperaba.
—¿Puedo subir un rato a tu casa? —pregunta cogiendo mi mano cuando estamos delante de mi edificio—. Me encantaría pasar un rato más contigo.
Durante tres segundos lo pienso. Si sube no va a ser para jugar al parchís.
—De acuerdo —le digo—. Sube y nos tomamos una cerveza.
Unos minutos después, Nathan y yo nos estamos besando en el sofá de mi salón.
Así comienza mi relación con él.
No es el deseo obsesivo y enfermizo que sentía por Oliver, pero me gusta y me siento muy feliz a su lado.
Sin complicaciones. Sin sexo turbio.
Solo una joven pareja que se empieza a conocer.
Y así transcurre la vida, entre el trabajo y mi nueva vida junto a Nathan.
Feliz, en este momento es así cómo me siento. Muy feliz.
Los días transcurren rápidos entre el trabajo y Nathan. Entre semana cada uno hace vida en su apartamento, pero los fines de semana él viene a mi casa o voy yo a la suya.
Todo es tan fácil con él que temo que se rompa.
Nunca he tenido mucha suerte en la vida, y, de repente, todo me marcha demasiado bien.
Y, como me temía, efectivamente, todo está a punto de volver a desmoronarse.
Llega el día que tanto temía: la fiesta anual de la empresa.
Todos los empleados acuden. Y Oliver, al que no veo desde hace bastantes semanas. Estará allí para volver a abrir la brecha en mi maltrecho orgullo y corazón.
—¿Por qué no te apetece ir? —pregunta extrañado Nathan—. Las fiestas de la empresa son famosas por su lujo y derroche, solo por comer y beber gratis, ya vale la pena.
—La verdad es que prefiero pasar la noche del viernes en casa, contigo, viendo una peli y comiendo palomitas.
—Venga —me abraza—. Es nuestra primera fiesta de la empresa juntos, quiero presumir de novia.
—La verdad que...
—Hazlo por mí —murmura mientras me besa con suavidad—. Quiero ir contigo.
Sin más argumentos y, viendo las ganas que tiene de ir conmigo, acepto.
—Esa es mi chica —sonríe—. Lo vamos a pasar genial.
Llega el temido día.
Me pongo mi vestido negro atado al cuello que deja toda la espalda al aire. Me hago un sofisticado moño y me maquillo destacando mis labios y mis ojos.
Estoy cañón y así me lo hace saber Nathan en cuanto me recoge.
Cuando entramos en la amplia sala dónde se va a celebrar el evento, los nervios ya no me dejan ni respirar.
Han decorado la sala de convenciones y parece un restaurante de lujo.
Todo decorado en blanco y dorado, está precioso.
También han dispuesto un escenario para que una orquesta toque después de la cena.
Estoy mirando cada detalle con atención cuando unos brillantes ojos verdes captan mi atención.
Y de nuevo, todos los sentimientos que creía tener dormidos despiertan de su letargo amenazando de nuevo mi cordura.
Nuestras miradas se cruzan. Nos observamos sin poder apartar la vista el uno del otro.
Entonces Nathan me coge por la cintura para llevarme hasta nuestra mesa.
La cara de Oliver es un poema cuando lo ve.
Y yo... Pues yo he descubierto que ya sé cómo hacer que sienta lo que yo sentí el día de su cumpleaños.
Lo voy a poner celoso hasta que reviente...
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Pasión Prohibida
RomansaOliver Scott es un atractivo y multimillonario. Stella Maxwell es una joven recién licenciada en busca de una oportunidad laboral. Aparentemente no tienen nada en común... ¿O sí? Un pasado en un orfanato. Unos papeles que dicen que podrían ser herma...