CONOCIENDO A OLIVER
Tras la intensa reunión de accionistas. Layra llama a mi puerta. Entra y parece nerviosa y contrariada.
—Verá, señor Scott... —parece nerviosa—. Ha llegado una chica que dice ser su hermana. Se llama Stella.
De pronto los fantasmas del pasado aparecen de nuevo. ¿Mi hermana? ¿Stella está en mi empresa?
—Dile que pase —afirmo con rotundidad.
Ella asiente y sale del despacho diligente.
La espero junto a mi mesa, nervioso, muy nervioso y yo nunca me pongo nervioso.
Entonces la puerta se abre, y ella aparece ante mis ojos.
El ser más precioso y angelical que he visto en mi vida.
Unos ojos claros y avergonzados se encuentran con los míos. Entonces los recuerdo bien... Esa pequeña y frágil niña que me miraba con unos enormes ojos azules.
De nuevo me siento vulnerable, como ese niño de seis años. Intento mantener la compostura.
Se sienta y, cuánto más la miro, más atracción siento por ella.
Joder. Es tu hermana. Freno en seco mis díscolos pensamientos, alarmado por la dirección que están tomando. Pero ¿qué coño estás pensando, Scott?
Me cuenta que necesita trabajo, y la verdad es que yo voy a necesitar una nueva secretaria en cuanto Layra se vaya.
Le ofrezco el puesto, y ella acepta encantada.
Cuando la despido en la puerta de mi despacho. Nuestras miradas se vuelven a cruzar. Esas miradas, por Dios...
—Nos vemos en dos semanas —le digo a modo de despedida.
—Nos vemos, Oliver —susurra en respuesta.
Oírla llamarme así me agita, me incita... ¿Qué coño me está pasando?
Intento seguir con los informes que esperan mi visto bueno, pero no me puedo concentrar. No puedo sacarla de mi cabeza y eso empieza a irritarme de verdad.
Llamo a Layra y le digo que pida el teléfono de Stella en personal, quiero tenerlo por si tengo que hablar con ella.
Me lo da y me lo memorizo en el mío.
Abro el WhatsApp y, al actualizarlo, ahí aparece su número junto a su foto de perfil. Está en la playa, en la orilla, de espaldas mirando el mar. Lleva un diminuto bikini negro. Su cuerpo hace que mi polla responda agitándose de nuevo.
Salgo de la aplicación molesto conmigo mismo, enfadado conmigo y con el mundo entero por estos sentimientos que comienzo a sentir. Vuelvo al trabajo, obligándome a rendir de una puñetera vez.
Los días van pasando y se entremezclan los unos con los otros. Apenas faltan tres días para que Stella ocupe su nuevo puesto de trabajo. Conmigo. En mi empresa.
Cojo el móvil y, sin pensarlo mucho, le mando un mensaje.
«Hola, Stella.
Este es mi teléfono personal, el número de empresa te lo daré en cuanto te incorpores a tu puesto de trabajo. Si necesitas algo, házmelo saber. Un abrazo».
Lo envío antes de que me arrepienta.
Tres días, tres putos y largos días hasta poder tenerla al otro lado de la puerta. Viéndola todos los días.
Es jueves por la tarde. Hace dos semanas que no follo con ninguna de la amplia lista de amigas con derecho a roce que tengo.
Decido llamar a Linda. Ella siempre está dispuesta y disponible para mí.
Es insaciable en la cama y un prodigio haciendo mamadas. Y eso es justo lo qué necesito ahora.
Quedamos el sábado para cenar, para cenar primero y luego follar hasta que me deje seco.
Solo así el lunes no se me caerá la puta baba con esa preciosa mujer, que para más inri resulta ser mi hermana...
Mi jodidamente sexi, espectacular y tímida hermana.
Esa hermana a la que no puedo ni debo desear...
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Pasión Prohibida
RomansaOliver Scott es un atractivo y multimillonario. Stella Maxwell es una joven recién licenciada en busca de una oportunidad laboral. Aparentemente no tienen nada en común... ¿O sí? Un pasado en un orfanato. Unos papeles que dicen que podrían ser herma...