CAPITULO III

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No dormí nada pensando en ir a la playa y es lo primero que hago al levantarme.

El olor del mar, las olas chocando al bajar, la arena entre los dedos; había olvidado lo bien que se sentía estar aquí. Entre la tranquilidad.

Sigo caminando por la orilla del mar, pasando entre todas las personas que están aquí. Intento pasar un poco desapercibida, no quiero encontrarme con alguien y que me haga preguntas sobre eso.

Me detengo cuando llegó a las rocas que están al lado de uno de los acantilados de la ciudad. Subo a una que no es muy alta y me siento en ella.

Estando aquí puedo sentir mucho más todo mi alrededor. Las olas chocando en las rocas son una vista hermosa, trayendo consigo un olor salado y refrescante al mismo tiempo; el sonido de los pájaros pasando en el cielo celeste y el bullicio de las personas a lo lejos.

Me quedo quieta, dejando que me mente quede en blanco y mi cuerpo se relaje un poco. Hace mucho que no me relajo un poco.

Cuando siento que las olas me mojan al pasar de la roca me doy cuenta que la marea está subiendo, así que bajo de la roca y comienzo a caminar a la casa de mi abuela.

Al llegar el olor a comida me invade.

— ¿Abu? —voy a la cocina. Pero me sorprendo a notar que ella no está aquí y en su lugar está Micah.

— Oh, llegaste—dice al verme—. Te ves muy linda.

—Ahm, gracias —respondo intentando poner una sonrisa.

Se me hace difícil creer esas palabras porque nunca me las dicen y si lo hacen es con sarcasmo, eso hace que no sepa cómo actuar en estos momentos. Así que solo paso a su lado sin decir nada más para sentarme en el sofá. ¿Qué se supone que haga o diga? ¡No lo conozco!

—No sé si recuerdas, pero ese libro que me recomendaste... no me gustó.

Ja, quien lo diría, te tardaste casi 3 horas en encontrar un libro que siquiera le pareciera leíble ¡Y no le gustó!

Ay cállate ¿Por qué apareces solo en estos momentos?

—¿En serio? ¿Por qué? Es uno de los mejores libros de fantasía. No puedo creer que no te haya gustado.

—Es la primera vez que te diriges a mí con tantas palabras. Y era mentira, ni siquiera lo he tocado.

¡Ni lo ha tocado!

No me lo puedo creer.

— ¡¿Si no te interesaba, entonces ¿Por qué lo elegiste entre todos los que te recomendé?!

— Hey, calma, estoy jugando contigo. Ya me lo leí, solo no me gustó el final; es todo.

Va a volverme loca ¿Cómo puede jugar así con mis sentimientos? ¿¡Que le pasa!? Me lo quedo mirando, y por su reacción supongo que mi cara lo dice todo: ¿Quieres morir?

— Ya, no volveré a hacer bromas con libros. Mejor dicho, no volveré a decirte nada sobre libros-aprieta los labios para no reír después de eso. Lo estoy odiando mucho.

— ¿Y mi abuela? —le pregunto, intentando no sonar tan despectiva.

Hace un ademán de responder, pero antes escucho:

—La mesa está lista—grita la abuela desde el comedor. Respondiendo a mi pregunta.

Camino hacia el comedor, espero me guste y sea una cena muy tranquila. La última vez que cené con otras personas terminó todo en gritos y recuerdo que estaba tan abrumada por lo que estaba escuchando que rompí en llanto, las lágrimas no dejaban de salir. Quería dejar la mesa e irme a mi habitación, pero no podía, mis piernas no respondían a mis órdenes así que estaba ahí sentada, llorando y escuchando como se gritaban el uno al otro.

— ¿Alora? ¿Todo bien? —Micah me susurra lo suficiente cerca como para sacarme del trance.

— ¿Ah? Sí, sí, todo bien—respondo fingiendo una sonrisa.

Me siento en la mesa, la abuela empieza a hablar de algo, pero yo no puedo escucharla por más que lo intente. Micah no aparta la mirada de mí, sabe que no estoy bien, porque, sí, ahora no quiero estar aquí. Ahora que lo recordé solo quiero irme a mi habitación y encerrarme el resto de la noche. Siento como los ojos empiezan a arderme y la vista se vuelve un poco borrosa. Pestañeo varias veces y al mirar mi plato, ya no hay nada. ¿En qué momento comí?

Me levanto con la excusa de ir al baño, me encierro en él y lágrimas empiezan a salir. Si mi vida fuera una película sería el personaje que todos llaman «dramática y demasiado sentimental».

Me quedo ahí unos minutos, me echo agua en la cara. Parezco un tomate de lo roja que estoy, me veo horrible. Intento arreglarme un poco el cabello con los dedos y masajeando debajo de los ojos para que no se vean tan inflamados y salgo del baño.

— Ay, me asustaste. ¿Qué haces aquí? -Micah está alado de la puerta con los brazos cruzados y recostado a la pared.

Que guapo se ve.

Definitivamente buscaré en internet como cambiar de conciencia, sí.

— Me quedo aquí.

— Ja. Ja. Que gracioso.

— Tu abuela salió, dijo que alguien iba a dar a Luz o algo así.

Genial, a la abuela le encanta ayudar en los partos.

— Llegará tarde, así que puedes irte a tu cuarto o donde quieras—paso por su lado y me encierro en la habitación.

Al rato escucho el piano del pasillo. Y al detenerme a oír con atención me doy cuenta de que es una de mis piezas favoritas.

— Moonlight sonata...

Me quedo en la cama escuchándolo. Siento una paz que no había sentido desde hace mucho en el desastre que es mi vida. Cierro los ojos y las imágenes aparecen, la pelea que recordé en la cena, mi llanto de esta noche, la pelea con mi madre que tuve antes de venir, la crisis que tuve esa noche; pero recuerdo algo que sí me gusta: lo linda y brillante que estaba la luna esa misma noche.

Todas las lágrimas que derraméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora