En las semanas que han pasado he estado mejor de lo que esperaba y ya no me siento tan incómoda al estar cerca de Micah.
Intentó en varias ocasiones darme explicaciones de lo de esa noche, pero no dejé que lo hiciera. No tiene por qué, pero aun que se lo repita una y otra vez sigue intentándolo.
— No.
No dejo que hable cuando se acerca, ya sé lo que dirá.
— Pero... No dije nada—lo dice haciendo una especie de puchero que me hace reír.
No le responde y sigo intentando leer mi libro. Lo leo una y otra vez, pero no paso de la misma página.
Antes podía leer un montón de libros en semanas, pero ahora no puedo. Lo intento, pero simplemente no puedo. Ahora son solo letras y nada más cuando antes eran mundos, historias, vidas y miles de emociones diferentes que podía vivir y sentir. Sentir. Antes podía sentir.
— Auch—me quejo cuando una palomita me golpea en la cabeza— ¿Por qué...? ¡Ey!
Me hago bolita en el sofá mientras me cubro con el pobre libro.
— ¡Basta! ¡Micah!
Se detiene, pero sigue riéndose de mí. Me recompongo en el sofá y me lo quedo mirando intentando fulminar con la mirada y vuelvo a mi libro. O lo intento.
— ¿De dónde sacaste las palomitas?
— La señora Kerr...
— ¡Que no me llames así! -se escucha desde la cocina. Esa mujer escucha mejor que yo.
— ¡Perdón! —le devuelve el grito mientras clava sus ojos en los míos con una amplia sonrisa dibujada en los labios.
Ámbar. No había notado que sus ojos son color ámbar. Rompo el contacto cuando sus labios se amplían más.
— ¿De qué trata?
— ¿Qué?
— El libro, ¿de qué trata?
Me lo quedo mirando unos segundos antes de mirar el libro que tengo en mi regazo. ¿De qué trata? Ni yo lo sé. Cuando digo que no puedo leer, hablo en serio. La abuela me salva de responder cuando llega y se sienta en la mecedora que está al lado del sofá del frente, dónde está Micah.
— Toma—me pasa un bol de palomitas como el que tenía Micah y ella se queda con otro—. Veamos una película.
Le pasa a Micah un VHS para ponerlo en la televisión. Películas viejas, por supuesto, las favoritas de la abuela.
Dejo el libro a un lado y me acomodo mejor en el sofá. La película comienza, los colores difíciles de distinguir y la calidad no muy buena son en lo único que me concentro. No quiero perderme ningún momento.
No ahora, no quiero fundirme en mis pensamientos o no pensar en nada. Quiero sentir la película.
«Por favor siente algo»
Me repito una y otra vez mientras escucho las risas cortas de mi abuela y Micah.
¿De qué se ríen? ¿Me perdí de algo? ¿De qué?
Sacudo un poco la cabeza para dejar de lado todo posible pensamiento y solo ver la película tranquila.
Risas.
Más risas.
¿Pero de qué? ¿La película era es de comedia? ¿La rubia es la protagonista? ¿Y ahora por qué está llorando? ¿Qué no era de comedia y por eso se estaban riendo?
¿Por qué no puedo concentrarme en nada? ¿Por qué me pasa esto a mí?
Ahora solo quiero llorar.
Esto es sentir. Lo pedimos ¿Recuerdas?
Sí, pero no me refería a llorar.
El timbre me despierta. Pestañeo varias veces para deshacer las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos.
— ¿Es... Esperabas a alguien abuela? —logro decir al aclarar la garganta para quitar el nudo que se había creado.
— Lo mismo te iba a preguntar, querida.
Se levanta para ir a abrir y la sigo con la mirada. Algo me dice que no es bueno y cuando cruzo mirada con Micah supe qué pensaba lo mismo. Nos levantamos al mismo tiempo sin pensarlo y vamos detrás de ella. Cuando llegamos a la entrada mi alrededor se pierde por completo.
No.
Estaba todo bien.
¿Por qué?
¿Por qué tenían que venir?
Nunca vienen aquí ¿Por qué ahora sí?
Mis piernas se estabilizan y doy un par de pasos atrás para intentar no caer.
— ¿Estás bien? —escucho a Micah detrás.
— S...si—logro responderle.
— ¿Quiénes son?
Me quedo mirando unos minutos a la puerta, a las dos personas allí parada que apenas se ven por ser más altas que mi abuela. Las dos personas que entran a la casa con aires de superioridad, de ser los mejores del mundo cuando no son nada más que dos cabezas que apenas y se entienden, que no se pueden ver sin arañarse a gritos.
La puerta se cierra tras ellos y caminan por el pasillo. Nos quedamos algo alejados de la puerta, bueno yo me detuve antes y Micah solo se detuvo por mí, porque venía detrás de mí.
Los dos entran, ella ni se molesta en quitarse las gafas de sol ni mucho menos en ocultar su disgusto por estar aquí, por ver a mi abuela y cuando nota mi presencia siento su mirada escrutándome detrás de esas gafas.
Él se limita a saludar a la abuela y examinar a Micah que sigue detrás de mí, y luego mirarme de arriba abajo. Cuando sus ojos se centran en los míos entiendo de una su desaprobación.
Mi ropa, estoy cerca de un chico vestida así. ¿Así como? Con pantalones cortos, una camiseta que me queda algo asustada al cuerpo y a la cintura.
— Mis padres.
Le respondo a Micah al final.
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Todas las lágrimas que derramé
Dla nastolatkówAlora nunca imaginó que un verano con su abuela cambiaría su vida por completo. Allí, conoce a Micah, un chico que rápidamente se convierte en el centro de sus pensamientos. Con el tiempo, se da cuenta que no solo descubre el amor, sino también a u...