PRÓLOGO

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Es una historia larga, muy larga diría yo. ¿Cómo debería empezar? Por el principio claro, pero ¿Cómo comenzó todo? Pues ni yo lo sé. No es como si lo decidiera, como todos piensan. Simplemente pasó y ya, inconscientemente, sin darte cuenta y pensando que no podrás salir de esto nunca; luego te mejoras y... recaes. Así de simple, es un bucle interminable. Sin fin.

Se podría decir que nunca comenzó, siempre estuvo o así lo siento ¿Conoces ese sentimiento de que la vida es una tortura? Pues bien, de ese mismo hablo, el tortuoso sentir que vives y es todo un desastre incontrolable. Pues ese sentir siempre lo he tenido y no puedo dejar de sentirlo con todo lo que me pasa.

— Agh, esto no va a funcionar-me digo, dejando la libreta en la cama mientras me pongo de pie—. «Escribe lo que sientes eso te ayudará» pues a mí no me ayuda.

Según Internet ayuda, pero a mí no. Me dije que lo intentaría, ya lo intente y no funcionó.

Me recuesto sobre el marco de la ven

tana para mirar mejor la luna, me hace sentir tranquilidad, paz y me recuerda que aún en la oscuridad hay luz. Aunque yo no haya encontrado esa luz.

Me pierdo un poco en mis pensamientos hasta que empiezo a escuchar como mis padres llegan y empiezan a discutir, no me sorprende, lo hacen a menudo. Normalmente cuando mi madre se gasta demás el dinero. Así que decido que es el momento perfecto para tomar un libro, ponerme los audífonos con música y olvidarme de todo, pero antes de poder hacer cualquier cosa mi madre entra al cuarto como total una loca.

— ¡Y tú, no haces nada con tu vida! Te la pasas encerrada en estás cuatro paredes leyendo ¿En qué te va a ayudar eso? ¡Exacto en nada! —me grita mientras tira al suelo mis libros y arranca hojas de otros.

Me quedo quieta junto a la venta intentando que no se me escapen las lágrimas que se están acumulándose en mis ojos, intentando deshacer el nudo que se creó en mi garganta y no me está dejando respirar muy bien.

— Eres una decepción, solo mírate no pareces mi hija—termina acercándose a mí y diciéndolo en un tono suave y burlesco para luego darse la vuelta e irse dando un portazo.

Me quedo un poco en shock por unos minutos, pero luego simplemente no aguanto más, mis piernas se debilitan y caigo al suelo. Duele, duele el sentimiento del no valer nada, me duele en el alma como nunca. Supongo que la vida es esto solo sufrimiento hasta que encuentres la forma de escapar de todo.

Me pongo de pie y camino lo más rápido que puedo hasta el baño para rebuscar en los cajones. Dije que ya no iba a hacerlo, pero esto me supera.

Encuentro por fin las tijeras y ya con las lágrimas corriendo por mi rostro me suelto el cabello y corto. Sé que parece exagerado, pero es la única forma que encontré de poder con todo esto. Además, el pelo no siente y vuelve a crecer, mi piel no lo hace y deja marcas.

Cuando lo hago siento que todo está en mis manos, que por fin tengo el control de algo. Veo los mechones rubios caer al suelo y solo puedo pensar en las tantas veces que lo he hecho y aun así no se dan cuenta, ni siquiera cuando no me esfuerzo por ocultarlo. Me detengo y tiro las tijeras a un lado, pero ya lo corté hasta más arriba de los hombros.

Me acerco a la puerta pegando mi espalda a ella y me deslizo hasta llegar al suelo, pego mi frente a las rodillas mientras las abrazo y me quedo ahí dejando que las lágrimas salgan, pero parece que son solo lágrimas sin fin. Lagrimas infinitas.

Todas las lágrimas que derraméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora