Las voces y yo finalmente tenemos una conversación civilizada... más o menos.

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Sigo renegando con las voces por haberme presionado lo suficiente hasta haber llamado vieja a Piper McLean. Cuando hice exactamente lo mismo con Thalía y Reyna había tenido más o menos sentido, había sido un respuesta a esa dos básicamente burlándose de mí por un rato hasta que decidí responder. Ahora que me detenía a pensar correctamente en lo que me había dicho la hija de Afrodita, no es que se estuviese burlando de mí en lo absoluto, sino que, aún no sé por qué, se sorprendió de que fuera tan joven y que el propio Poseidón exigiera que fuera llevada hasta su palacio. No le veo mucho la lógica a eso, muchos semidioses empiezan su complicada vida de "El Olimpo necesita que le salven el culo" con tan solo doce años, algunos incluso tenían menos edad. Que yo esté en medio de esto con dieciséis años en verdad no es tan raro. Pero aún así, mientras volvíamos a subir por escalones de agua patrocinados por el bueno de Eumolpo no paraba de repetirme, ignorando por completo las ruidosas voces de mi cabeza, que se me había mucho la olla al haber soltado aquello de momento a otro y que tenía que hacer algo con todas las cosas que estaba empezando a hacer y decir por culpa de todas esas malditas voces tan rabiosas y llenas de indignación. No eran mis emociones, no eran mis problemas, no debían de afectarme.

Las voces, estoy empezando a creer y seguramente he sido tonta al no pensarlo antes, definitivamente tienen alguna relación con las heridas que aparecieron de momento a otro en mi espalda, seguramente es mi rechazo a sus consejos y lamentos lo que hace que aquellas marcas se abran como fuentes interminables de mi sangre. Porque cuando estábamos a punto de subir al barco de esos dos, uno que era un poco más pequeño que el nuestro y que estaba vinculado por un par de cuerdas, las voces me repitieron una y otra vez que no subiera bajo ningún concepto, que me mantuviera en el templo, que por lo que más quisiera no pusiera un pie en aquella nueva embarcación.

–Uh, te ves pálida, hermanita, ¿te encuentras bien? –me dice Eumolpo, que ha sido el tercero en subir y me está sujetando de las manos para bajarme del barandal del barco correctamente.

Intento responderle que sí, que todo está perfectamente, pero la verdad es que me siento débil, con las voces martillando mi cabeza, con las piernas temblando y los brazos básicamente dormidos... con algo goteando desde mi espalda. Me termino tropezando y todo lo que me evita caer de cara al suelo es el cuerpo de mi hermano.

La voz de Hiccup resuena detrás de mí. –¡Elsa!

Todo se pone negro.

☆゜・。。・゜❆ ゜・。。・゜★

Plexipo grita mientras un soldado enorme y asqueroso lo sujeta contra el suelo, manteniendo sus bracitos apretados contra su espalda, lo veo patalear, lo veo sollozando, lo veo negando con la cabeza y sucumbiendo a espasmos dolorosos por todo el temor que siente en estos momentos. Su cabello negro lo tiene pegado al rostro por culpa del sudor y su piel pálida está llena de moretones y marcas de agarre. Me cuesta darme cuenta, pero veo, dioses benditos soy capaz de ver, pero pronto pierdo la emoción, porque ya no soy una chica de dieciséis años que ha quedado momentáneamente atrapada en una memoria ajena. 

Ahora soy el príncipe Pandión de Tracia, hijo de Cleóbula, hijo del rey Fineo, nieto del mismísimo Poseidón, y mi padre me mira con asco mientras estoy de rodillas en el suelo, mientras dos soldados tiran de mis brazos y alguien más azota mi espalda con un látigo. Grito hasta que la garganta me arde tanto como la espalda, grito porque es todo lo que puedo hacer, grito porque no puedo creerme que mi propio padre me está haciendo esto, solo porque esa zorra mentirosa le ha dicho que hemos osado a hacer avances indebidos cuando tal cosa jamás sería capaz de ocurrir. ¿Quién coño, además del imbécil y asqueroso de mi padre, se sentiría mínimamente interesado en siquiera compartir patria con esa zorra arrastrada?

Percy Jackson y la Traición del Invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora