capítulo 24: novias

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Esa semana Valentina fue a la universidad y al salir de allí, Juliana la sorprendió. La esperaba en la puerta y juntas fueron al centro de Monterrey para hacer compras. En la calle algunas personas las reconocieron e incluso les pidieron autógrafos. Fue increíble. Sentían que su trabajo había valido la pena. 

— ¿Viste eso? Me siento famosa. – dijo Vale con asombro.

— Lo sé ¡Es genial! Cuando le contemos al resto del grupo se van a volver locos.

Luego compraron algo de ropa, para uso diario y para ir al escenario. Habían ganado algo de dinero extra, por lo que podían darse lujos. También añadieron algunos accesorios como pulseras, collares y gorros. Después de un rato, tomaron un smoothie y fueron a una plaza cercana.

— Juls, anoche leí tu carta.

— ¿A sí, y qué tal? – preguntó poniéndose frente a ella.

— Te digo que sí, que quiero ser tu novia. – respondió y Juliana se emocionó. Luego se besaron lentamente, sin importar si había gente mirando.

— Pero, ¿no estamos yendo muy rápido? Hace menos de un año nos conocemos. 

— Puede ser pero te digo que nunca antes me sentí así y no quiero perder este sentimiento.

— A mí también me pasa lo mismo, te amo aunque esté prohibido. 

— No me importa si el mundo no nos acepta, te tengo a ti y es lo único que me interesa. – le dijo Juli tomándola de la mano. – ven, ya sé que podemos hacer. – acto seguido la llevó a la tienda de enfrente, donde se hacían tatuajes. 

— ¿Para qué me trajiste aquí? — preguntó Val. 

— ¿Te gustaría que nos hiciéramos un tatuaje juntas? Sería una marca que nos identificará cuando pasen los años. 

— No lo sé, me dan miedo las agujas.

— Está bien, no te obligo a que te lo hagas. Solo era una sugerencia.

— ¿Sabes qué? Quiero hacerme uno. – dijo más decidida y rebelde, no le preocupaba lo que opinara su familia.

Entraron al local y miraron el catálogo. Había varias ideas que les gustaban y querían elegir una que las identificara. Finalmente se decidieron por una palabra que les gustó mucho: dream, que adornaron con unas notas musicales. Ambas se lo hicieron en la parte interna superior del brazo, de manera horizontal. A Valentina le dolió un poco pero al terminar estaba muy feliz con el resultado. A las dos les gustó mucho. 

Por la tarde toda la banda se juntó para ensayar. Practicaron las canciones y coreografías pero hubo un problema: hacía mucho frío. El invierno había llegado con todo a México y había temperaturas muy bajas. Ese día en particular estaba nublado y con heladas, por lo tanto, se les dificultaba el trabajo. Ya no era como antes, en el verano cuando podían ensayar durante horas hasta la noche. Ahora tenían que estar adentro a las seis. 

— ¿Paramos acá? – dijo Luke. – tengo frío y hambre. 

— Está bien, pero mañana seguimos. Falta poco para año nuevo y tenemos que darlo todo. – dijo Juliana.

— No puedo creer que vamos a estar todos juntos para festejarlo y además vamos a cantar nuestras propias canciones en Nueva York ¿pueden creerlo? 

— Me alegra no estar lejos de mi primita ese día y además estaré con mi novia en una hermosa ciudad. Nos podremos dar el beso de año nuevo. – dijo Tessa besando a Daisy. 

— ¡Va a ser muy emocionante! – dijo Valentina. – la primera vez que estaré lejos de mi familia para esta fecha ¡Y en Nueva York! Ya no seremos más artistas locales.

— Bueno, muy emotivo pero ¿podemos ir adentro? Me muero de frío. – dijo Max y todo el grupo entró a la casa de Juliana. Ahí ella les sirvió chocolate caliente con galletas y prendió la  estufa. La pasaron bien y se rieron mucho. Hasta que llegó Lucho.

— Vaya, vaya. La banda de raritos se juntó en mi casa ¿qué hacen acá?

— Vete de aquí y no molestes. No hagas que te eche de esta casa. — le advirtió Juliana.

— Ustedes son unos fracasados. Tienen una banda de drogadictos y no pegan ni un solo éxito. Son unos buenos para nada y me dan mucha lástima.

— ¡Callate, idiota! — gritó Luke dándole un golpe en la cara. Por supuesto que Lucho se lo devolvió y comenzó la pelea. Los demás hombres se unieron para defender a Luke, mientras que las chicas intentaban separarlos. La situación era angustiante, porque se había desatado una contienda que nadie esperaba.

— Por lo único que tienen público es porque la gente quiere follarse a esta mosquita muerta. — dijo acercándose a Valentina cuando pudo zafarse de las piñas, con el rostro todo golpeado.

— ¡Deja de molestarme! ¡Me tienes harta! — se defendió Vale empujándolo. Lucho quedó descolocado con esa reacción, porque no era muy común en ella. Pero la chica estaba harta de sus constantes humillaciones y había aguantado mucho, por eso explotó. — ¡Estoy cansada de todo el daño que me has hecho! Desde que te conocí me has humillado, te burlaste de mí, me lastimaste, ejerciste poder sobre mí, me acosaste y mucho más. No puedo seguir permitiendo que hagas esto conmigo. Seguramente tú fuiste el que le contó a mi papá y hermana sobre mi relación con Juliana y eso te hace ser despreciable. ¡Lo hiciste por venganza, por homofobia, por celos y por que tienes una vida tan miserable que no puedes ver la felicidad ajena! Por eso nadie te quiere, ni siquiera tu hermana. — dijo Valentina en un monólogo que dejó mudos a todos. Ese discurso le salió del alma y se sintió muy aliviada luego de expresarlo. Juliana se acercó a ella y la abrazó por detrás, pues se notaba que Vale necesitaba apoyo emocional. Luego se dirigió a su hermano y le dijo:

— Ya oíste. Todo lo que dijo Valentina es cierto y ¿sabes qué? me avergüenza ser tu hermana. Ojalá nunca hubieras nacido. — Esas últimas palabras fueron como dagas clavándose en el corazón de Lucho. Él siempre parecía inmutable e insensible, pero eso le dolió. 

— ¿Tú me odias, hermana? — preguntó con un hilo de voz y, por primera vez en años, rompió en llanto. Nuevamente todos quedaron desconcertados, incluso Juliana pues no lo había visto así desde la muerte de su madre. Aunque sentía algo de desconfianza, porque él era un manipulador.

— Vamos, deja de actuar. Ya sé lo manipulador que puedes ser y no me vas a convencer.

— Pero lo estoy diciendo en serio. Estoy cansado de esta vida y yo también deseo nunca haber nacido. Tienes razón y tú también, Valentina. Nadie me quiere.

Valentina y Juliana se miraron. No sabían si creerle o no. Entonces Juli decidió intervenir y llegar a una conclusión. 

— Bueno, me parece que es hora de irse. Tenemos varias cosas que resolver con mi hermano y me parece que aquí hay muchos malentendidos. A partir de mañana ensayaremos todos los días pero más temprano, porque ahora anochece antes. Hay que ponerle pilas. – dijo y estuvieron de acuerdo. Luego todos fueron, excepto Lucho. Se debían una larga charla con su hermana.

Entonces los dos se sentaron a la mesa y charlaron durante una hora. Era muy raro que ambos expresaran sus sentimientos abiertamente, porque eso nunca pasaba. Pero Lucho parecía dolido y, por primera vez en años, fue sincero con lo que le pasaba. Habló sobre su soledad, sobre lo mucho que le había afectado la muerte de su madre, sobre lo excluido que se sentía por todos. También confesó que fue él quien mandó al frente a Valentina con su relación con ella y que él las espió en el parque. Juliana quedó impactada por todo lo que escuchó por boca de su hermano y prometió que las cosas serían mejor a partir de ese momento, o al menos lo intentaría. Luego los dos se dieron un sentido abrazo. 

Tal como lo había prometido, Tessa iba casi todos los días a ver a Valentina. Su padre se mantenía firme y no demostraba extrañar a su hija, aunque en el fondo sentía una leve nostalgia por el pasado. Sin embargo, su decepción y orgullo era más fuerte y no iba a ceder. 

Caminos cruzados - JULIANTINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora