Sinua, Ciudad de las Luces. 172 años después de su creación. A cuatro años de su destrucción.
Era la primera vez que daba lectura a sus poemas frente a toda la ciudad. Había leído fragmentos en clase o para sus amigas, no obstante, vestida con su atuendo de noche, el cabello relamido hacia atrás como sabía que a su madre no le gustaba, y una carpeta en mano, había presentado sus propias palabras con la rapidez que exigían el texto y sus nervios, el segundo en menor medida que el primero. Su madre la había convencido de ingresar al concurso de ese año y, contra todo pronóstico, había ganado el primer lugar en poesía. Sus poemas eran sonoros, breves aleteos, rítmicos, disonantes, nadie estaba seguro, pero, cuando Lucy leía, era como si el mundo se detuviera y todos prestaban atención. Experimentaba con las palabras, con los fragmentos y los sentidos, hacía que la audiencia sintiera y se uniera al juego por breves lapsos de tiempo. Sí. Lucy Beltrán encapsulaba el tiempo con sus palabras.
Debido al buen recibimiento de su poesía después de ganar el concurso de octubre, se le pidió leer algunos poemas durante aquel banquete. Aurora había dado el discurso y, a continuación, le correspondió a su hija ser el centro de atención para todos los escuchas. Siempre se le había dado bien llevarse con las personas, era bonita, agradable, amable con todos, no le sorprendieron los vítores apenas subió al estrado.
Su único defecto, si se podía considerar uno, era que terminaba por desintegrarse entre tantas personas y actividades. Participaba en los foros de crítica e investigación como moderadora, iba al Club de Poesía y al de Reclutamiento, escribía las cinco horas diarias requeridas, asistía a la biblioteca, donde con frecuencia sus amigas la encontraban rodeada de velas y tazas de té o café (o ambas), con aire aletargado en alguno de los sillones comodísimos, con la nariz hundida en uno de los tomos que estuviera leyendo en ese momento. Eso pasaba cuando dividía su energía entre la escritura y todas las personas a las que llamaba amigos, que eran un número considerable. Entre unas cosas y otras, Lucy pasaba la mayor parte de su tiempo libre con sus dos amigas, Sabina Maldonado, quien tenía quince como ella, y Eren Quirós, quien apenas había cumplido los trece, pero era ingeniosa y divertida, por lo que no sólo les seguía el paso en sus conversaciones, sino que les planteaba retos cada cierto tiempo.
Constantemente se sentía cansada de las expectativas que su madre tenía sobre ella, por alguna razón, no esperaba tanto de Julián. Él era todo lo que se podía esperar: inteligente e intrépido, sin siquiera esforzarse. A veces se sentía opacada por él, era como si su madre bajara a la ciudad sólo para verlo.
Lucy se sentía a la espera, como si, mientras no ganara un concurso o no fuera aprobada por el Departamento de Edición, entonces no sería lo suficientemente buena en nada. Tal vez esa era una de las razones por las cuales Julián y ella no eran muy cercanos. Se saludaban y se visitaban de vez en cuando, sin embargo, era incapaz de verlo como algo que no fuera un distractor del cariño de su mamá.
—Excelentes poemas, Lucy —la felicitó Arnul, el jefe del Departamento de Edición, cuando la joven fue a sentarse junto a su madre.
—Ya le he dicho que siga escribiendo, la perfección sólo se alcanza con la práctica —corroboró Aurora, sosteniendo una copa de bronce que probablemente tenía algo de vino.
Lucy notó la distinción que había hecho su madre: "Excelentes no eran perfectos".
—Julián siempre fue el escritor —continuó—, se le daban muy bien los cuentos cuando era pequeño, pero luego se decidió por la edición y yo no pude hacer nada al respecto.
Aurora se encogió de hombros y dio un largo sorbo de vino. Se relamió los labios y observó a Lucy con ojo crítico, esa mirada insatisfecha que había pulido a fuerza de usarla con ella.
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La ciudad de las luces
General FictionLena es una joven escritora que quiere salir del anonimato, pero las Leyes de Represión Académica de la ciudad de Casiopea le impiden cualquier tipo de reconocimiento, pues está prohibido para las mujeres escribir o siquiera saber leer. Con todo, su...