Capítulo 7

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Rémulus no pudo dormir aquella noche. Se pasó dos horas removiéndose entre las sábanas cada vez más calientes, hasta que decidió que sería más productivo ponerse a leer. Eligió Las vidas de una sonrisa. Después del encuentro de esa tarde con aquella muchacha sólo podía pensar en la autora. Era su tercera relectura, le parecía inevitable volver a ese libro que le recordaba tiempos mejores, cuando su madre aún vivía en la ciudad, cuando él descubrió que existían otras voces que buscaban ser escuchadas mediante la escritura. Su madre le dijo que ese libro había sido escrito por una mujer, que ella era capaz de notar la diferencia, aunque afirmó que no existía tal cosa como escritura femenina o masculina. Simplemente era la forma de su discurso, le hablaba directamente a ella y a muchas otras mujeres. Nunca había sido capaz de ver esa voz de la que su madre hablaba, aun así, nunca había dejado de buscar y le gustaba su forma de escribir.

La primera vez que supo que la autora era la sobrina de Rojas, acababa de suceder lo de su madre. Rémulus se encerró en su habitación por días, hasta que Aurora fue a verlo. Le aseguró que todo había sido culpa de esa autora, por escribir cosas tan subversivas. Las autoridades ya sospechaban de su género por los artículos en los periódicos. La crítica que se le hacía a sus dos primeras novelas estaba compuesta por adjetivos que describirían a una mujer: "intimista, de poca importancia, con protagonistas femeninos", ningún hombre que quisiera ser considerado buen escritor se atrevería a tanto.

Aurora y su mamá eran amigas. Ambas disfrutaban de conocer escritores nuevos que rompieran con todo lo conocido hasta el momento. Por algo eran tan buenos elementos en Sinua. Isamar formaba parte de la División de Reclutamiento, aunque también escribía un poco de todo. Aurora le había ofrecido un puesto como supervisora del Departamento de Edición y ella lo había rechazado. Decía que prefería el trabajo de campo, la búsqueda de talento en Casiopea. En el fondo, Rémulus sospechaba que su mamá extrañaba la superficie. En general, se dedicaba a leer y descubrir autoras. Rémulus nunca olvidaría la expresión en su rostro cuando le habló de la primera novela de esa autora. "¿Cómo sabes que es su primera novela?", quiso saber él. "Porque ya la habría encontrado de tener más novelas así. Esto se publicó hace un mes, con un tiraje de sólo cuarenta ejemplares".

Después de hablar con la jefa de la ciudad, quien le aseguró que estaba investigando la proveniencia de la escritora del libro que había ocasionado que su madre fuera arrestada, Rémulus utilizó la salida mensual a Casiopea para llevar a cabo sus propias pesquisas. Siguió los pasos de su madre, acudió a librerías como Ítaca, Emporium, El Librero Rosa, Enigma y otras de las librerías favoritas de su madre; visitó editoriales y cafés literarios, pero no consiguió ninguna pista. Se odió por nunca haberse interesado por la editorial que publicaba a esa autora, por haber permitido que su madre saliera de casa con ese libro que había ocasionado todo. Aún se devanaba los sesos con tal de comprender las razones de Isamar para portar un objeto ilícito en una de sus misiones a la superficie. Su mamá nunca hubiera puesto en peligro a su equipo de esa manera. Se había sentado frente a la última librería que había visitado, cuando lo vio. El inconfundible error de edición que hacía tan especial Las vidas de una sonrisa. Se apresuró a entrar a la tienda. El vendedor le dedicó una mirada ceñuda cuando lo vio examinar con detenimiento el libro, para luego devolverlo al escaparate. Rémulus se despidió con un asentimiento de cabeza. Por fin sabía a dónde tenía que ir.

Mientras caminaba calle abajo en busca de la editorial en cuestión, pensaba en lo orgullosos que estarían sus amigos de ensayo cuando les dijera cómo había reconocido tan rápidamente el sello editorial, había seguido sus consejos de investigación y habían dado resultado, aunque imaginó a Elis diciendo que no había mérito en identificar la imperfección en un libro, pues eso no era seguir las pistas, sino encontrar el objeto en sí. Podía verse entrevistando al editor sobre una de sus mejores impresiones. Se abstendría de preguntar sobre el error de edición que lo había hecho reconocer su trabajo. Se detuvo frente a la vieja editorial, con la fachada desvaída y unas letras color carmín que rezaban: Rojas Ediciones. Rémulus compuso su expresión más profesional sólo para encontrarse con un local vacío y silencioso. Había imaginado que estaría el editor o algún ayudante que pudiera orientarlo, sin embargo, nadie acudió en su ayuda cuando la puerta se cerró tras de sí haciendo sonar por segunda vez la campanilla que pendía alegremente sobre la puerta.

La ciudad de las lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora