Capítulo 5

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Sus manos se abrieron paso a través de un cabello tan espeso como suave, rizado en suaves ondas que caían sobre su rostro en desorden. Lo peinó, deleitándose en aquel sencillo acto que tanto tiempo le había negado la pérdida de su hijo.

Lily observó al joven de dieciocho años metido entre sus muslos, vio cómo sus enjutos brazos se soltaban de su cintura con dolorosa lentitud a medida que, minuto a minuto, se relajaba. Su rostro pálido había adquirido un tinte grisáceo, malsano y antinatural en un joven que debería tener aspecto de hombre; en cambio, a ella le parecía más un niño perdido que lo que había sido nunca su hijo pequeño con su sonrisa descarada. Oh, qué consuelo se puede obtener del simple hecho de saber que te cuidan y te quieren.

Este joven estaba enfermizo, marcado de una manera que sólo años de mala alimentación y abandono podían hacer. Su Harry ya había superado su cadera a los siete años y, a pesar de sus episodios de enfermedad, era fuerte y se llenaba con buena comida. Ver cualquier versión de su hijo con muñecas que parecían tan frágiles como para romperse y ropa que se le pegaba a una complexión menuda y pómulos demasiado afilados para estar sanos era devastador. Nunca perdonaría a su hermana y a Vernon Dursley, ni en la realidad de este niño ni en la suya propia. Saber que cualquier forma de Petunia podía destruir a un niño hasta el punto de hacerle llorar por su madre era repugnante. A su hijo no debería haberle faltado de nada.

-Levántate, pet, déjame echarte un vistazo-.

Lily parpadeó, los ojos verdes enfocándose en la habitación iluminada cuando Molly se puso de pie de repente, su sonrisa alegre mientras corría las cortinas. Harry se levantó como si se tratara de una petición a la que ya estaba acostumbrado, su propia sonrisa un grado menos lúgubre mientras desviaba sus inquietantes ojos verdes de Lily a la pelirroja más bajita. Molly tarareó mientras lo observaba, tirando de su camisa suelta y rodeando su delgada cintura con los brazos para comprobar su peso corporal. Sonrió suavemente, acariciándole la mejilla mientras se retiraba.

-¿No eres guapo? Diría que te pareces a tu padre si no fuera por esa bonita sonrisa y esos grandes ojos verdes. Definitivamente más guapo que James, Lily, pet, ¿no estás de acuerdo?-.

Lily soltó una risita ante el brillante sonrojo de Harry, cuyos dedos se arrancaban de la manga de su camisa hasta que la voz de Lily le hizo saltar como un cervatillo sobresaltado. -Mucho más guapo, como siempre supe que sería-, sonrió cálidamente a su hijo, antes de suspirar, -pero esta ropa no servirá, Molly. Necesitará un conjunto nuevo, suficientes jerseys para protegerse del frío que se avecina. Creo que también necesita un buen estofado, tendré que ver qué ha pensado Pansy para la cena. No estaría bien que enfermara-.

-Yo nunca me pongo enfermo-, sonrió Harry, enderezándose la columna con sutil orgullo antes de soltar una risa temblorosa. -Quiero decir, me he roto algunos huesos y me han dejado inconsciente una o dos veces, pero nunca he tenido ni siquiera tos. Madam Pomfrey siempre decía que tenía el sistema inmunológico de un buey-.

No era más que una tontería, un comentario sin importancia que no significaba nada más que una sensación de pequeño logro para el chico y, sin embargo, algo en el interior de Lily lanzó un suspiro de alivio al oír aquellas palabras. Pensar que su Harry había sido tan fuerte y querido y aún así había sucumbido a la enfermedad y había fallecido; tener que ver a esta cosa frágil y delicada seguir el mismo camino habría sido más de lo que su corazón podría haber soportado. Aunque...

-¡Inconsciente!- chilló Molly, regañando y empujando al chico hacia la puerta antes de agarrar la mano de Lily y casi arrastrar a su amiga de la cama. -¡Eso no puede ser! Necesitas fuerza, querido muchacho, estás demasiado delgado. Cielos, te alimentaré con tu peso en pasteles si tengo que conseguir que tengas un tamaño decente. Vamos, ayudaremos a Pansy con el estofado y me pondré a trabajar en un nuevo jersey para ti. Y también sé cuál es el color perfecto-. Molly le guiñó un ojo a Lily mientras las dos seguían a la pequeña fuera del dormitorio, Lily le devolvió una sonrisa tan amplia que pensó que se le partirían las mandíbulas.

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