Capítulo 21

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Harry nunca se había fijado en el aroma de la rosa.

Claro que sabía lo que era. Distinguía una rosa de cualquier otra flor, y sabía que era un aroma que podía ser agradable cuando no estaba agresivamente perfumado.

En ese momento, era hermosa, frágil y suave, enroscándose en el aire a pesar de que aún no había visto ningún rosal en las inmediaciones del jardín en el que se encontraban. Respiró hondo, un chasquido en su columna vertebral al enderezarse tan sutilmente en ese aroma que era tan acogedor como el hogar.

Draco iba un paso por delante de él, con paso lento, como si de algún modo supiera que el paso de Harry se ralentizaría. Un ojo escarlata parpadeaba para captarlo cada nueve pasos aproximadamente, el rostro del rubio era suave y tenía las manos entrelazadas a la espalda como...

Bueno, era un Lord, ¿no?.

Lord Malfoy.

Lord Malfoy-Snape.

Ridículo. Los labios de Harry se movieron en una sonrisa mientras seguía al hombre más alto, la suave punta de sus botas pateando pequeñas motas de grava mientras caminaban por el sendero principal del jardín. La mayor parte estaba cubierta de una hierba verde y exuberante. Estaba descuidado de una forma bastante agradable, era más alto que el césped perfectamente cuidado de Privet Drive y desprendía un aroma a naturaleza mientras avanzaba por la grava suelta.

El bosque, o al menos una parte de él, estaba a un tiro de piedra, filtrado por la luz del sol y el verde de las hojas que se mecían bajo lo que quedaba del viento. Hacía calor, más calor del que había previsto cuando se aventuraron de nuevo al aire libre y Harry tuvo un momento para agradecer el vestido plateado sin mangas que su madre le había comprado.

-¿Adónde nos dirigimos exactamente?-.

Draco tarareo, echando la cabeza hacia atrás para que el pelo rubio se le escurriera del hombro y cayera entre las alas plegadas. Harry las observó flexionarse brevemente, y otra sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Sabia a ciencia cierta que aquellas alas se fundian casi a la perfeccion cada vez que el Vampiro lo deseaba. Si no lo conociera mejor, habría dicho que Draco estaba actuando como una serpiente encima de una gran roca caliente, disfrutando del calor. Una imagen de Tom donde había dejado a la serpiente adormilada en la suite de su familia revoloteó por su mente... Contento. Feliz.

-Prometí que pasaríamos...-

-¿Prometido a quién?- Harry esquivó a un gato de aspecto más bien grandioso cuando el felino se dirigió hacia él, con la cola hinchada como único indicio de su ira, mientras caminaba hacia una mujer que arrullaba en algún idioma extranjero y un grupo de jovencitas que se reían entre dientes. Había gente y criaturas de todo tipo por todo el enorme jardín, algunos caminando, otros parándose a charlar ociosamente y otros incluso tirados por la frondosa hierba.

Magos y brujas, animales y bestias mágicas, personas con rasgos que sólo podía empezar a adivinar. Escamas, colmillos, cicatrices, marcas, pelaje, alas, colas...

Era como volver a ver el callejón Diagon por primera vez, y Harry no pudo hacer nada para contener la sonrisa que, estaba seguro, estaba mostrando sus propios colmillos a la mezcla.

-¿Hmm?- Draco se detuvo un momento, sonriéndole cuando Harry se dio cuenta de que se había detenido y se apresuró a alcanzarle. -Puedes tomarte tu tiempo, ya sabes. No puedo imaginar lo extraño que debe de ser todo esto para ti... Acabamos de separarnos del grupo, podemos volver a disfrutar de un momento de paz si quieres...-

Harry tomó aire, el sutil perfume calmó algo en su interior que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba tenso. Su grupo familiar se había disuelto con facilidad a medida que avanzaba el día, separándose con cada ceremonia o acontecimiento que pasaban, con cada viejo amigo que encontraban, hasta que Draco le había cogido del codo y había tirado de él hacia unas puertas de cristal que daban al sol y al aire y Harry ni siquiera había pensado en frenarse y cuestionarlo.

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