Un Encuentro Afortunado

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- ¡Vete ahora mismo de esta casa y no vuelvas!

- Pero, papá...

- ¡No te quiero volver a ver!

Su padre le cerró la puerta en la cara tras una última mirada de desprecio. Ya no tenía ningún lugar al que ir, así que decidió ir al parque del centro del pueblo.

Una vez llegó, se sentó en un columpio y se puso a pensar. Se puso a pensar en como odiaba a su padre, lo exagerada que había sido su reacción y en como su madre no intentó ayudarle como solía hacer. Se hizo de noche, pero él no tenía a donde ir. No tenía amigos, y toda su familia estaba bajo tierra a excepción de sus padres.

Un señor de unos treinta años estaba paseando cuando se encontró con el niño sentado en el columpio.

- ¿Estás bien?

El niño miró hacia arriba.

- Sí.

- ¿Dónde están tus padres?

- En casa.

- ¿Y por qué estás aquí solo?

- Porque me han echado.

El señor pareció comprenderle.

- ¿Te gustaría venir conmigo a un sitio donde puedes ir a donde y cuando quieras?

El niño miró al señor fijamente a los ojos. Parecía muerto por dentro.

- No tengo ningún lugar más al que ir.

El señor dirigió al niño a una puerta que, según el niño, no estaba ahí la última vez que pasó por allí. Tras pasar el umbral, el niño vio una especie de oficina gigante, la más grande que había visto nunca.

- ¿Te gustaría ir a un parque de atracciones? Si no me equivoco, hay alguien de tu edad que también se quedó sola y la trajimos aquí.

La mirada del niño se llenó con la pasión propia de uno.

- ¡Vale!

- Antes de nada, necesito que me contestes unas preguntas muy fáciles, ¿vale?

- Vale.

- ¿Cómo te llamas y cuántos años tienes?

- Me llamo Richard Cruz, y tengo ocho años.

Un Universo de MultiversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora