Capítulo 6: El poder de un Rey.

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Vergil saldría a toda velocidad desenvainando a Yamato. Pero antes de poder cortar a Sirzechs, este paso a su lado y Vergil corto la nada misma.

Todos los guardias presentes se quedaban asombrados ante la velocidad de su señor, pero algunos, no se percataron que sucedió en ese instante.

Sirzechs se dio cuenta de que su mejilla derecha estaba cortada superficialmente.

—Impresionante. –dijo Sirzechs.

El Rey demonio fue rápidamente a atacar a Vergil con sus puños, pero Vergil bloqueaba sus ataques con Yamato. El hijo de Sparda se asombro del poder de aquel Rey, pues si él era fuerte y su propio padre lo era más, ¿como podría sacar todo ese potencial?

Sirzechs usando sus manos con algo de poder demoníaco era capaz de evitar ser cortado por "La espada que puede cortar todo".

En un ataque de Vergil por dejar de estar a la defensiva, Sirzechs aprovecharía para frenar la hoja de la Katana con sus manos.

—¡¿Como es posible?! –pregunto el Vergil frunciendo el ceño todavía más.

—Yamato es la espada más poderosa del inframundo. Pero si su portador todavía no alcanzo su máximo potencial, deja de ser un peligro inminente a ser... Bueno, solamente un arma peligrosa.

—¡Cállate!

Vergil usando toda su fuerza física lograría soltarse del agarre del Rey y daría un salto hacia atrás. A unos metros de él, Vergil empezaría a formar alrededor de si mismo unas espadas cortas.

—¡Energía espiritual! Supongo que los humanos son poderosos si llegan a su potencial como guerrero.

Este comentario haría enojar a Vergil, quien lanzaría a toda velocidad las espadas espirituales. Pese a ser un buen ataque, el Rey demonio las destrozó fácilmente con sus puños. Así que Vergil volvería a intentarlo, pero esta vez él también atacaría.

Sirzechs se preparó para recibir el ataque del joven, pero Vergil había aumentado la velocidad, provocando abruptamente un cambio de ritmo que los presentes notarían.

Vergil tratando de cortar a Sirzechs, y este bloqueando sus ataques mientras esquivaba las espadas que se iban formando alrededor de ellos y que lo tenían en la mira.

El joven Híbrido vería una abertura y con rapidez lograría atravesar a Sirzechs, creyendo que lo hirió de gravedad. Pero este solo miró sus ojos y le dio una cálida sonrisa, antes de tomarlo por el cuello mientras la espada seguía en su abdomen.

—¡Imposible! –gruñio Vergil.

—Te aseguro que es posible. Yamato está dañandome demasiado. –diría Sirzechs.

Vergil vería que de un costado de la boca de Sirzechs salía sangre.

—¡En guardia!

—¡Alejenlo del Rey!

—¡SILENCIO!

Tras el grito de Sirzechs, los soldados retrocedieron y no emitieron ningún otro ruido. Vergil vería un instante el rostro tenebroso e imponente del Rey, antes de volver a su semblante tranquilo y amigable.

—Supongo que esté no es todo tu poder. Solo mírate, tu ropa esta descuidada por llegar aquí sin que te detengan mis soldados. Quizás puedas hacerle frente a pocos por tu gran habilidad en batalla, pero en la unidad está la fuerza, ¿y que mejor que soldados bien entrenados contra cualquier amenaza para el mundo demoníaco?

—¡Se que tienes algo que me pertenece...! –dijo Vergil a duras penas tratando de respirar.

—Si, lo sé... Ahora te devuelvo tu espada.

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