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—No puedo creer que hayas decidido irte de un lugar tan hermoso como ese —comentó sorprendida mi nueva roomie.
Mi nueva universidad era mucho más grande que la antigua y amaba eso. Aquí nadie me conocía y no sabían absolutamente nada sobre lo que había pasado en los años anteriores de mi vida.
Aunque por más grandioso que quisiera que fuera no podía evitar las preguntas de mis compañeros por mi año sabático.
Era entendible su curiosidad, pero vaya que dolía recordar.
—Debía irme —expliqué con la mirada al frente.
—¿Pero por qué? —volvió a repetir—. ¡Tienen La Roca!
Me tensé al oír la mención de ese lugar, pero lo disimulé caminando más rápido hacia mi salón.
—¿Sabes lo que otros darían por vivir ahí con esa majestuosa vista? —siguió—. ¿Cómo es que sólo decidiste irte?
—Ya no se sentía como mi hogar —me limité a decir con un nudo en la garganta.
Ya no era mi hogar.
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