Caos

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La crisis que está viviendo el sur de Chile ya está en todos los medios de prensa del mundo, las extremas medidas que se han tomado tienen al país con restricción de ingreso de extranjeros para prevenir los contagios y, desde la región de Los Lagos al sur, se ha establecido una cuarentena estricta. Hasta el momento la zona más afectada es la ciudad de Osorno y sus alrededores, en donde la contaminación de los cursos de agua ha ido aumentando de forma progresiva hasta llegar a la costa. En todas las localidades los centros de salud se encuentran atestados de enfermos y el personal médico no es suficiente; aún están investigando las posibles razones de la misteriosa enfermedad que tiene en deplorables condiciones a sus afectados. El ejército de Estados Unidos se ha mantenido en la zona para resguardar la seguridad de la población, pues pretenden evitar que la enfermedad se propague por el resto del planeta.

Los enfermos que llevan más días se encuentran en un estado de deshidratación jamás visto, han perdido masa muscular y solo se alimentan por sondas; el ritmo cardiaco ha disminuido a tal punto que es un enigma para los médicos cómo se encuentran con vida. Han decidido vendarles los ojos a todos, pues el violento derrame ocular que sufren los hace suponer que perderán la visión si llegan a recuperarse. El deterioro de los cuerpos es tan grave, que algunos dentro de los hospitales los llaman zombies al no tener mayor conocimiento de la causa.

Las calles de Osorno están vacías, el alto número de militares impide que las personas salgan y la entrega de provisiones se realiza de forma ordenada, cualquier incumplimiento está siendo sancionado con cárcel. Los controles han aumentado durante el día, pues en unas horas más el Presidente de la República arribará a la ciudad para transmitir un mensaje de aliento al país y poder tranquilizar a la ciudadanía. La transmisión que se realizará en cadena nacional se hará en directo desde las afueras del hospital de la ciudad en donde se ha concentrado el mayor número de afectados. A pesar de las insistencias del gobierno norteamericano de evitar ir a la zona, el mandatario ha decidido hacerlo desde la zona cero.

En uno de los pasillos con enfermos en aislamiento, el ente siniestro deambula por entre las camas, flotando como si no tuviese un cuerpo físico. Es una sombra de largos y delgados brazos, cuyo rostro parece cubierto como por una capucha; sólo se distinguen unas cavidades oculares encendidas en un intenso color rojo que parece lava en movimiento. Su presencia altera a los pacientes que se retuercen de dolor y gimen suplicando ayuda en un hilo de voz. Los macabros ojos se encienden como chispas ardientes al tiempo que alza sus brazos.

—¡El momento ha llegado! —escuchan los enfermos en su mente y enloquecen.

La presencia emite extraños sonidos estridentes que en la mente de los pacientes son entendibles.

—Deben servir a Ajenjo... es su destino —ordena, moviendo sus extensos brazos.

Los enfermos comienzan a convulsionar, sus ojos sangran otra vez y expulsan espuma por sus bocas. La sombra siniestra les extrae la energía; gira sus deformadas manos y hace que diminutos destellos de luz salgan de los cuerpos y se reúnan en una esfera que se está formando.

—Todos... deben servir a Ajenjo —emite otros sonidos y sus ojos se revuelven.

En las otras habitaciones comienzan a convulsionar y el personal médico entra en pánico, pues no hay ningún paciente que no esté afectado. Se activan las alarmas, pero no hay nada que pueda contener los síntomas.

Una vez que el ente ha reunido suficiente energía, abre su aterradora boca y la aspira con fuerza, mientras su silueta empieza a enrollarse como un capullo en el aire; las luces del recinto comienzan a titilar y los artefactos eléctricos fallan una y otra vez.

Algunas enfermeras lloran al no poder socorrer a los enfermos y suplican por una muerte pronta, pues no se explican cómo siguen con vida. Por un instante, la tranquilidad regresa y los pacientes se calman; es momento de revisarlos antes de que otro evento suceda.

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