5- Una vida en nuestras manos.

43 12 21
                                    

—Esta decisión lo cambia todo, Iván.¿Estás seguro? —inquirí mirándole a los ojos, tratando de descubrir si era consciente de lo que suponía adoptar un bebé.

—Sí, Andrea, no podemos dejar a esa criatura sola, es de Olga. Aunque nos cambie todos los planes, si sobrevive será nuestro hijo —afirmó con una seguridad que ni yo misma sentía.

Estaba aterrada por la responsabilidad que conllevaba aceptar el cuidado de un bebé, sobre todo en las circunstancias que estábamos viviendo.

—Tenemos que conseguir leche infantil y todo lo necesario para él —expuse metiéndome en el papel de madre, con una fuerza que desconocía.

—Volveremos a la farmacia —decidió Iván.

La situación era muy complicada, teníamos que prepararnos para el bebé, pero aún cabía la posibilidad de que no sobreviviese. Teníamos que buscar un lugar tranquilo donde poder ser autosuficientes.
La vida en la ciudad era demasiado peligrosa para criar a un niño, pero, ¿Dónde podríamos ir?
La noche que leí la carta pensé mucho en ello, sólo se me ocurría un lugar: una granja.
Antes de tomar una decisión teníamos que esperar al viernes, día en el que nos avisarían desde el hospital si el bebé había sobrevivido.

El lunes, como Olga nos había dicho en su carta, fuimos al hospital para informar que queríamos hacernos cargo de la criatura. Pregunté por Olga.
Le provocarían el parto por la tarde y estaba aislada ya que había comenzado a sufrir los primeros síntomas del VT5. Pedí permiso para poder verla pero me negaron la posibilidad de entrar a su habitación. Quería despedirme de ella, decirle que podía estar tranquila porque si era necesario daría la vida por aquella criatura, como lo estaba haciendo ella en esos momentos.
Pedí a una enfermera, de aspecto cansado y ojos tristes, si podía llevarle una carta a mi amiga y me hizo el favor de hacérsela llegar.
«Olga, cariño, no puedo entrar a verte, no me dejan, pero a través de esta carta quiero decirte que has sido mi mejor amiga, quisiera darte un abrazo, debes de tener mucho miedo, yo quiero que sepas que tu hijo va a estar conmigo siempre.
Voy a cuidar de él y le enseñaré a ser buena persona. Le diré que su madre era muy valiente, te prometo que lo cuidaré como si fuese mi propio hijo. Ojalá pudiera hacer algo por ti, ojalá pudiera salvarte. Nunca te olvidaré Olga, gracias por ser mi amiga. Allí donde vayas cuida de nosotros. Te quiero.»
A través de un cristal pude verla mientras leía la carta, la vi llorar y se me partió el alma. Me miró y me dedicó una sonrisa. Dibujó un corazón con sus manos. Yo le mandé besos con la cara llena de lágrimas, con el corazón destrozado, vi cuando la llevaban a dar a luz, lucía una sonrisa radiante, daría su vida por esa criatura, yo grabé en mi memoria esa sonrisa.
Me reuní con Iván, ambos esperamos en la sala, con los nervios a flor de piel, el miedo se dibujaba en nuestra cara así como en la de todos los que estábamos en aquel hospital. Permanecimos apartados de la gente, aunque por suerte no había mucha. Tras cuatro horas, una enfermera se nos acercó y dijo que todo había ido según lo previsto, el bebé, un niño, estaría en la incubadora 5 días y luego podríamos llevárnoslo.

—¿Ha podido ver a su hijo?-—susurré con los ojos llenos de lágrimas y mi corazón roto.

La enfermera comprendió lo que había querido decir.

—Sí, en sus últimos momentos ha estado con el niño en sus brazos —explicó con una tímida sonrisa en sus labios, que después cambió a una mueca de dolor al seguir explicando—. Por ella no podíamos hacer nada más. No ha sufrido, se ha quedado dormida con una sonrisa en los labios.
El niño pesa 3 kilos y medio, parece que va a sobrevivir.

Llorábamos, de pena por Olga y de alegría por el niño, la enfermera nos entregó un formulario para registrar al bebé y luego nos dijo que teníamos que recoger un lote de productos y alimentos para él. El gobierno había decidido, antes de desaparecer, dar a todas las familias que adoptasen un niño los alimentos y las cosas básicas para su cuidado durante 6 meses.
Lo recogimos todo y completamos lo que necesitábamos para otros 6 meses más.
Conseguimos reunir leche infantil para 2 años.
El siguiente viernes recogimos al bebé. Olga había dicho al personal del hospital que quería que se llamara Sergio como su padre y así se inscribió.

SOLA (PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora