1- Superar pero no olvidar.

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Tardé casi seis años en superar la ausencia de José. Pero Olga siempre estuvo conmigo:
Cuando mi ánimo decaía ella estaba allí para escucharme. Ya había cumplido los veinte años y todavía no había tenido mi primer novio...
Pero llegó un momento en que empecé a salir de noche a bailar, me arreglaba, me puse lentillas, cuidaba mi cuerpo y empecé a notar que los chicos se fijaban más en mi. Al final decidí operarme de la vista.

Olga llevaba saliendo con un chico llamado Sergio cerca de dos años. Ella era la única que sabía que aún recordaba mi amor platónico por José. Siempre confié en que me guardaría el secreto y no me defraudó nunca.

Los primeros años fueron muy duros, porque en mi familia nadie entendía mis cambios de humor, ni mis estados de tristeza. Daban por supuesto que era cosa de la adolescencia y nadie entendía lo que me sucedía. Mas en mi corazón él seguía presente y, si salía a la calle, siempre iba observando a la gente por si me lo cruzaba por casualidad. Si veía a alguien que se le parecía aún era peor, pues los recuerdos y el dolor de no tenerlo cerca invadían mi corazón ya roto en mil pedazos. Seguía llorando, a veces, en el silencio de mi habitación.

Me apunté al gimnasio de mi barrio no sólo para cuidarme, sino por si, por esas casualidades de la vida, él se había apuntado también.

Un viernes por la tarde me llamó Olga.

—Andrea, esta noche Sergio y yo vamos a salir a la discoteca Arcoíris, ¿Te vienes con nosotros? —preguntó con voz esperanzada, aunque sabía que convencerme no era tarea fácil.

—Olga, lo siento, hoy me encuentro fatal, estoy de exámenes hasta el cuello, necesito estudiar y no tengo ni pizca de ganas —me justifiqué para salir del paso y evitar la insistencia de Olga— Pasadlo bien vosotros, dentro de dos semanas, cuando termine los exámenes de la facultad, quedamos los tres para celebrarlo —aseguré a mi amiga.

—Sergio está aquí a mi lado diciendo que, si no sales, te viene a buscar y te arrastra de los pelos, aunque estés en pijama —amenazó mi amiga en un intento desesperado de que saliera.

—Pues dile a Sergio que si el lunes se presenta él al examen de matemáticas aplicadas que tengo, voy de fiesta con vosotros —respondí mientras hojeaba los apuntes que tenía que estudiar.

—Anda... vente con nosotros, vamos de tranquis, a las tres estamos en casa —suplicó con voz de niña pequeña. Una voz a la que no podía decir que no, y ella lo sabía.

—Mira que sois pesados, así no me voy a sacar el curso pero... vale, ¿A qué hora quedamos? —pregunté al fin.

—¡Bien!. Te pasamos a buscar a las once, después de cenar —habló deprisa, para que no tuviera tiempo de arrepentirme. Mientras tanto ya estaba pensando en cómo iba a convencer a mi madre para que no se enfadase conmigo por salir.

—De acuerdo, os espero aquí en mi casa —dije, tratando de parecer alegre, aunque en realidad no tuviera las más mínimas ganas de salir esa noche. Iba a colgar el teléfono cuando escuché a Olga.

—¡Espera! Casi se me olvida, viene un primo de Sergio, se llama Ramón —espetó en el último momento, sin duda para que no pudiese echarme atrás

—No me fastidies. ¿Tendré que hacer de niñera? —protesté.

—Ni de coña, ya verás, te va a caer muy bien —intentó convencerme sin lograrlo, pero como ya había aceptado salir con ellos, lo tomé con deportividad y decidí hacer frente a la noche.

—Siempre me acabáis liando —dije, poniendo de manifiesto mi desagrado. No me gustaban las encerronas de aquel tipo.

Colgué el móvil y me asomé a la puerta del comedor, los vi en el sofá, viendo alguna vieja serie en la televisión. Levantaron la vista y me vieron en la puerta. Les comenté que iba a salir y, como ya esperaba, pusieron el grito en el cielo. Sabían que tenía exámenes pendientes y, en vez de decirles que iba a estudiar, les decía que me iba a ir a bailar.
Tuve que usar toda la paciencia que tenía para explicarles que llegaría pronto, que estaba saturada de tanto estudiar y que esta salida me serviría para desconectar y estudiar más el sábado. Se lo creyeron, o al menos hicieron ver que lo creían.
La relación con mis padres era complicada. Por un lado me querían mucho, pero por otro no me conocían, ni se preocupaban en conocerme.
Cené con ellos y me metí en la ducha para arreglarme. A las once me esperaban en el coche: Sergio, Olga y Ramón.
Cuando lo vi, no me pareció feo pero tampoco guapo. Nos presentaron y Ramón me dio dos besos. No me inmuté, no había ninguna emoción ni química entre nosotros, aún así decidí darle una oportunidad.
Subimos en el coche los cuatro, los dos chicos delante, Olga y yo detrás.
Olga intentaba hablar conmigo de manera que los de delante no se enteraran, utilizando gestos y miradas. Entendí perfectamente lo que quería preguntarme y le hice entender que no me hacía ni fu ni fa.
En la discoteca las chicas entrábamos gratis. Sólo pagábamos una consumición.
Fuimos a la barra y las dos nos pedimos Malibú con piña. Ellos se pidieron Bacardí con cola.
Había muy buen ambiente, tanto en el local como entre nosotros.
Ramón y yo no conectábamos mucho. Se pasó todo el tiempo con Sergio, hablando de algo que debía ser muy interesante pues no nos prestaron ninguna atención.
En cambio nosotras dejamos nuestras bebidas en sus manos y nos metimos en la pista de baile. Disfrutamos de la música y bailamos hasta quedar agotadas. Cuando nos dimos cuenta ya eran las dos y media : Teníamos que volver a casa.
Como habíamos bebido alcohol los cuatro, no regresamos en el coche. Pedimos un taxi, que hizo un recorrido turístico para dejarnos uno a uno en nuestras casas, las últimas en bajar fuimos Olga y yo, que vivíamos cerca y aproveché que estábamos solas para decirle que lo había pasado muy bien, pero que Ramón no era mi tipo. Le pedí que no intentara colocarme a nadie más porque no iba a funcionar. Estaba cansada de las citas encubiertas de mi amiga.

SOLA (PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora