Los días se hacían cada vez más difíciles, los pequeños roces en la convivencia, que se suavizan cuando hay que ir a trabajar, nos desesperaban. Nosotros que amábamos la libertad, que habíamos disfrutado sintiendo el viento en la cara, subidos en la moto, disfrutando del sol, ahora estábamos prisioneros en un piso de 60 metros cuadrados. Nos tropezábamos el uno con el otro por casa y, a veces, tomábamos la decisión de desaparecer en una habitación para calmarnos y no tirarnos los platos a la cabeza. El sexo era nuestra vía de escape, pero ahora debíamos tener cuidado porque los preservativos no nos iban a durar mucho más. Habíamos calculado mal y nos quedaban pocos. No nos podíamos permitir un embarazo en estas circunstancias, así que decidimos salir a buscar una farmacia que aún estuviera abierta, o algún supermercado que todavía tuviese.
—Iré contigo, Iván, no quiero que vayas solo, no sabemos cómo estará la situación en las calles, el otro día escuchamos disparos, tengo miedo, no quiero quedarme sola —supliqué tratando de controlar la ansiedad.
—Andrea, arriesgarnos los dos así por unos preservativos me parece una locura, creo sinceramente que deberíamos replantearnos bajar por ellos —comentó por enésima vez Iván, tratando de convencerme.
—Si no lo hacemos, acabaremos locos. Sabes que estos últimos días no los estamos llevando bien. Y sólo llevamos un par de semanas de abstinencia parcial. Yo creo que por nuestra salud mental necesitamos bajar.
—Está bien, sé que tienes razón, pero también podemos probar otras cosas, sin llegar a la consumación podemos jugar. Nos ayudaría a desestresarnos sin peligro de que te quedes embarazada —argumentaba él para evitar tener que exponernos al peligro de la calle.
—Si, tienes razón, pero yo sigo creyendo que debemos ir los dos a la farmacia. De paso podemos traernos medicación y vitaminas, también mascarillas y gafas de protección para los dos, por si tenemos que volver a salir, para que vayamos más protegidos —argumenté dándole más razones para bajar—. ¡Déjame ir contigo!
—Está bien, vayamos juntos —Cedió al fin.
Decidimos bajar por la mañana, ya que por la tarde era más probable encontrarnos con gente. El barrio donde vivíamos tenía dos farmacias, primero miraríamos en las más cercanas, si no teníamos suerte saldríamos del barrio y buscaríamos en otra parte de la ciudad.
Era el 21 de febrero, aunque la fecha daba exactamente igual, en el calendario habíamos ido marcando los días. Hacía mucho frío, más del habitual en esas fechas. con los anoraks puestos, las mascarillas, el gorro y guantes de látex bajo los de lana. Bajamos a la calle después de casi 4 meses de estar encerrados en casa.
Lo primero que noté fue el frío, pero luego la sensación del viento en la cara, respirar aunque fuera con la mascarilla y sentir el sol en la cara era maravilloso después de tantos días encerrados. Una sonrisa se dibujó en mis labios y, aunque quedó oculta bajo la mascarilla, Iván la vio reflejada en mis ojos.
Caminábamos de la mano, atentos por si aparecía alguien sospechoso, aunque a aquella hora no había nadie en la calle, eran las nueve de la mañana. La mayoría de las tiendas estaban cerradas desde hacía meses, la frutería de la calle atendía por un agujero en la persiana del local. Más adelante el supermercado había sido saqueado. Estaba en condiciones deplorables, con todos los productos que aún quedaban, por el suelo.
Continuamos andando y vimos la farmacia abierta, aunque sólo atendían por una ventanilla. llamamos al timbre y apareció una mujer de edad indeterminada, podría tener los sesenta o bien unos treinta mal llevados. Nos vendió lo que le pedimos y nos cobró. Habíamos conseguido 4 cajas de preservativos, algodón y gasas, las mascarillas y las gafas protectoras.
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SOLA (PGP2024)
RomanceAndrea es una chica liberal que mantiene una relación de pareja con Iván. Sus vidas darán un giro radical tras la aparición de un virus, el VT5, altamente contagioso y mortal en un 85% de los infectados. Las circunstancias les obligarán a buscar una...