Capítulo 41

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Narra Ari

-Álvaro no puedo seguir así – le digo angustiada

-¿Pero no puedes seguir como? De verdad Ari que hay veces que no te entiendo

-¡Pues así Álvaro joder! ¡Encerrada!

-¡¿Y que quieres que haga?! ¡Paso de que la gente sepa que tengo novia ¿vale?!

-¡Pues si tanto pasas no la tengas joder!

-Así que es eso ¿no?

-¿Qué dices ahora?

-Nada, tu solita lo has dicho todo

-¡¿Pero que dices?!

-Que dices tu. ¿No dices que es mejor que no tenga novia? Pues ya está, se acabó. A partir de ahora no tengo novia

Y de repente veo como Álvaro se va esfumando, poco a poco, sin que yo pueda hacer nada. Ni tan siquiera puedo hablar. No me puedo mover. Todo comienza a volverse oscuro hasta que oigo un gran estruendo...

-Ari, Ari – abro los ojos sobresaltada y me encuentro a mi hermano preocupado con sus manos en mis hombros – joder Ari que susto – me abraza fuertemente y yo rompo a llorar en su hombro. Creo que esta situación me está superando – Ey ya esta pequeñaja. Solo fue una pesadilla – se separa de mi agarrando mi cara entre sus manos y me da un beso en la frente que hace que me calme un poco

-Joder Mario, era todo tan real... - digo aún con los ojos llorosos

-Bueno, vamos a por una tila a ver si así te relajas

Bajamos los dos a la cocina con el mayor sigilo posible para no despertar a nadie, preparamos la infusión y con las mismas volvemos a su habitación. Me la tomo con la mirada de mi hermano encima mio y nos volvemos a meter en la cama.

-Venga va, y ahora a dormir enana

-No se si voy a poder...

-No vas a poder resistir a mi técnica – me mira con una ceja levantada y consigue sacarme una sonrisa – venga Ari, duerme y mañana me cuentas todo ¿vale? – yo simplemente asiento mientras meto mi cabeza en su pecho. Me abraza y comienza a tocarme la espalda. Su técnica infalible y aquella que tan solo saben él y Álvaro


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Me despierto debido a los rayos de luz que entran por la ventana. Mi hermano y su maldita costumbre de no bajar nunca la persiana hasta abajo. Me doy la vuelta y veo que no hay nadie en la cama. Que raro... No hay persona en el mundo que duerma más que Mario. Miro la hora en el reloj que tiene en la mesilla y respiro tranquila. Las 9. Tengo toda la mañana para estudiar. Me incorporo un poco para desperezarme y la puerta se abre dejando ver una bandeja con desayuno.

-Buenos días hermanita – entra Mario a la habitación y deja la bandeja encima de la cama. Me fijo y hay de todo: zumo de naranja, agua, tostadas con aceite (mis favoritas), galletas, bollería, fruta y, como no, un Cola-Cao.

-Guau Mario. ¡Te quiero! – salto de la cama y le abrazo. No hay cosa que más me guste que me traigan el desayuno a la cama

-Ey, eso te lo guardas para el barbas

-Idiota – nos separamos y nos sentamos en la cama uno en frente del otro – Oye y ¿a que viene todo esto?

-Anoche lo pasaste mal Ari... Me debes una charla y ¿Qué mejor que tenerla mientras disfrutamos de un señor desayuno?

Arriesgar sin pedir cuentas (Álvaro Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora