Capítulo 5

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Si hablamos de fiestas, he estado en muchas divertidas. Acompañando a Jack a las fiestas de sus amigos, él dando la fiesta con o sin mi permiso, yendo a clubs nocturnos con Jack, Aron y Leila; siendo secuestrado por Leila, y no es broma, fue un pésimo cumpleaños; cumpleaños ajenos, bodas, baby shower, funerales... de todo un poco. Pero a todas las que he ido en donde ya es un desastre siendo a apenas las siete pm, esa fiesta en ese club de campo en Alemania fue... decente.

Pues sí, la gente se divertía, algunos bailaron, la mayoría conversaban mientras tomaban diferentes vinos y cocteles. Pero yo, tenía que conformarme con lo que veía a mi alrededor y mi teléfono por no conocer a nadie. Aunque quisiera, no podía, ya que como he dicho mucho, comunicarme no es opción.

Me encontraba sola, Edgar estaba más entretenido conversando sus cosas en idioma natal y a Bárbara le había dejado la libertad de no trabajar a lo que tomó la decisión de irse a dormir. Hasta yo quise estar en mi casa durmiendo, pero tristemente no podía.

Aunque comenzando con lo primero más interesante que sucedió en esa fiesta fue mi problema con el mesero intentando conseguir algo de agua.

―A-gua ¿Capichi? ―pronuncié lento una y otra vez.

El mesero de la barra estaba tan confundido que solo me mostraba botellas y botellas intentando adivinar. Finalmente me pasó lo que parecía una botella de agua, pero en su lugar, el contenido parecía refresco. Igual preferí beber lo que sea que no fuera licor, pero al tomar me llevé la sorpresa de que era agua con gas. En ese momento me quedé pensando en cómo rayos hacían eso.

Mientras contemplaba la botella echando burbujas, un carraspeo de garganta me hizo voltear a ver a dicha persona, encontrándome con un sujeto mucho más joven que Edgar, pero se notaba que me llevaba ciertos años. Me dijo algo en su idioma que claramente no supe, pero mientras no haya maldecido a mi familia todo bien.

Un hombre guapo, no hay que negarlo, castaño, algo alto... ¿Vestía de azul? No sé, no me acuerdo. Lo único que hice fue mirar de arriba a abajo dicho personaje que me miraba sonriendo, y correspondiendo con una risa forzada me dispuse a dar media vuelta para alejarme.

Sentí como sujeto sutilmente mi mano logrando mirarlo de nuevo a los ojos a lo que yo rápido la aparté.

―Lo siento, no hablo taka-taka. Adiós.

―No se preocupe, yo solo quería hacerle compañía ―comentó en mi idioma antes que volvería a intentar irme.

―Ah... ¿Entonces hablas español?

―Y por lo que veo usted no habla alemán.

―Fíjate que sí sé, pero ahorita no tengo ganas de hablar alemán ―dije con gestos resaltando el sarcasmo.

―Sí, el español es un lenguaje muy bonito ―expresó en risas―. ¿Es primera vez que viene a Alemania?

―Algo así, es largo de explicar la verdad. En resumen, ando de vacaciones ―expliqué para luego terminarme lo que dejé en la botella de agua.

―¿Y qué le ha gustado de Alemania?

―Bueno... Sus ciudades... sus comidas... y el agua que parece refresco ―enumeré pensando.

―¿Refresco? ―cuestionó confundido.

―Ya sabe, esa bebida de sabores con gas que... ¿refresca?

―¿Habla de la gaseosa?

―Eso mismo ―afirmé sin importancia―, creo...

―¿De qué parte de España es usted? Su acento es bastante raro.

Apostando nuestro matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora