Introducción

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Las ráfagas de agua y viento azotaban el navío que apenas se mantenía a flote aquella noche

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Las ráfagas de agua y viento azotaban el navío que apenas se mantenía a flote aquella noche.

La nube negra que cubrió gran tramo de la ruta fue algo que sorprendió al capitán a cargo de llevar a salvo al príncipe Sabo y a sus padres de regreso al reino.

Habían zarpado desde Puerto Real hacía tres días, dado que el joven y sus progenitores debían asistir al vals en honor al cumpleaños de la hija del rey, quien, por acuerdo mutuo entre familias de reinos vecinos, estaba prometida al susodicho desde que fue puesta en una cuna dorada.

Parecía que el destino tenía otros planes, porque aquel vendaval acabó por hundir el barco.

Poco después, cuando el trágico acontecimiento tuvo a lugar, un bote de rescate que fue enviado desde un barco de carga se acercaba entre los escombros. Querían evitar el contacto con algún superviviente de la catástrofe, de modo que el navío guardó la distancia.

Pudieron rescatar a varios marineros, a Outlook Tercero y a su esposa, más el hijo que ambos lloraban no se encontraba por ningún lado entre los barriles y los trozos de madera flotante.

Desde aquel día, se realizaron varias búsquedas en las islas cercanas en los ríos que desembocaban con las costas de los alrededores, pero no encontraron al joven príncipe que todo el reino lamentaba.

—¿Qué haremos ahora, querido? —preguntaba la mujer rubia sentada al otro lado de la alargada mesa elegante. Su marido ocupaba el puesto principal.

Un enorme arreglo de rosas les impedía verse, pero eso no les molestaba porque tampoco habían ordenado a sus decenas de sirvientes removerlos de su sitio.

—Tendremos que olvidarnos de la sucesión de nuestro hijo, querida.

—Pero señor Outlook —protestó la esposa—. ¿Qué será de nosotros sin un heredero?

—Creo que tengo la solución —dijo, poniéndose de pie. Dos criados uniformados en blanco y negro ayudaron con la elegante silla de espaldar dorado—. Sterry puede ocupar su lugar.

—Pero Sabo...

—Sabo ha muerto, querida —declaró, tratando de sonar severo. La verdad era que no podía con su propia pena—. Nosotros estamos vivos. Debemos seguir adelante.

—Ay no... —murmuró ella, cubriéndose la cara con ambas manos—. ¡No! —se puso de pie—. Espere, por favor.

El hombre se giró dándole su atención.

—¿Qué pasa?

—Mi corazón de madre me dice que mi hijo está con vida.

Y tal cual, el joven de rubios cabellos ondulados se encontraba vagando por las calles de una ciudad que, de alguna manera, le resultaba muy conocida. Aunque la niebla que cubría su mente no le permitía asociar nada.

EL PRÍNCIPE FUGITIVO ━━ [En curso] 《41》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora