Capítulo tres: Imperdonable

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Las lágrimas de pánico de [Tn] fueron alcanzadas por las primeras gotas de una repentina lluvia que no tardó en cobrar intensidad

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Las lágrimas de pánico de [Tn] fueron alcanzadas por las primeras gotas de una repentina lluvia que no tardó en cobrar intensidad.

A poca distancia, se escuchaban las risitas de las chicas que huían buscando escampar donde fuese que encontrasen refugio.

Una hermosa chica de rizos rubios que usaba un vestido azul, gritó cuando se asomó al callejón donde vio a [Tn] debajo del drogadicto que le arrancaba los botones de la camisa.

A causa de esto, tres mujeres; dos ancianas y una adolescente, se acercaron para ver de qué se trataba el revuelo, aunque al principio buscaban un sitio para escampar. Estaban horrorizadas. Ninguna se atrevía a hacer nada por el temor del segundo harapiento que cual ave de rapiña, se unía al festín.

[Tn] apretó los párpados ahora que el otro hombre que vestía ropas negras bastante rasgadas, le levantaba la falda, sonriente, mostrando las encías donde varios dientes faltaban.

Éste segundo hombre tenía la piel ennegrecida por la suciedad acumulada tras semanas sin asearse. Su corto y lacio cabello era bastante canoso, a pesar de sus recién cumplidos, cuarenta años de edad.

Le expresó a su amigo su deseo por tenerla primero, pero el otro, alegando que la había visto antes que él, le dio un empujón que lo tumbó.

Se enfrascaron en una leve discusión sin reparar en las temerosas espectadoras que pedían ayuda.

—Está bien, puedes ir primero —dijo el de cabeza calva—. Pero sostenla bien cuando se llegue mi turno.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó Brisela, una chica de cabellos negros y rizados que trabajaba en la panadería Richmond donde [Tn] laboraba. Parpadeó, impasible, tras notar quién era la víctima de los dos vagabundos—. Se lo ha buscado ella solita —murmuró. Bufó, y se dio la media vuelta—. Ustedes —se dirigió a las féminas que con la vista buscaban a quién pedir ayuda—, no se metan en asuntos ajenos, a menos de que deseen acabar como esa tonta.

Las mujeres se estremecieron de terror.

Entretanto, [Tn] intentaba gritar a pesar de la mano que le cubría la boca. El de larga melena negra le bajaba el sostén revelando los suaves pechos, y el de cabello corto tiraba de las bragas con una sonrisa siniestra.

La ropa de [Tn] se había empapado debido a la tormenta, así como su tez, donde las gotas de lluvia cayendo a montones lavaban sus lágrimas de desespero, temor e impotencia.

Clamaba al cielo por piedad, por ser salvada...

Y mientras la tragedia de [Tn] continuaba allá en el callejón, el joven Sabo, trotaba con una sonrisa pensando que acababa de asearse, y que si no fuese por el paraguas que se le fue dado como un lindo obsequio, se habría vuelto a empapar debido a la tormenta.

Se preguntó si [Tn] tendría con qué cubrirse si la lluvia se extendía mas allá de la hora de salida en su trabajo. Frunció los labios diciéndose, que la obstinada chica no aceptaría llevarse el paraguas si continuaba lloviendo. Ella no lo dejaría recibiendo la tormenta.

EL PRÍNCIPE FUGITIVO ━━ [En curso] 《41》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora