Capítulo seis: Notas de ilusión [Parte III]

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Era inaudito; totalmente inconcebible

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Era inaudito; totalmente inconcebible. Pero ¿qué sandez era la que había escuchado, y que ahora no paraba de resonar en su cabeza? ¿Que [Tn] había matado a un hombre? No. Eso no podía ser verdad. Simplemente, no era verdad.

—¡¿Cómo puede esa desdichada mujer decir eso?! —exclamó Ángel, alterado; aunque se guardó de no alzar la voz para no despertar a [Tn] y, para no causar revuelo en casa ajena—. ¡¿Cómo se atreve?!

Alma suspiró con acritud mirando las uñas que se encarnaba en otras. Esos mismos trozos de huesos salientes no habían conseguido librarla de... El solo rememorar el asunto, para ella significaba que el trago amargo que nunca acababa de bajar por su garganta, cobrara más y más intensidad

—Ella se siente culpable —«Y yo también», pensó a su vez—, y eso lo vuelve una irrevocable verdad —añadió Alma con los ojos enrojecidos, notando que los labios de su interlocutor se separaban con desconcierto.

Mientras algunas gotas de cera líquida se deslizaban por las estalactitas de la vela, Alma se retrotrajo en sus cavilaciones.

—No —dijo Ángel—. Me niego...

—Es una verdad absoluta —declaró Alma—. Al menos lo es para [Tn] —«Y para mí», se dijo en su fuero interno—, y por eso ha permitido que esa mala mujer la trate como... No, ni siquiera la trata como a un animal sino, como a una criatura despreciable e inmunda.

El silencio reinó por un momento.

Muchos pensamientos se arremolinaban en la mente de Sabo, agolpándose uno tras otro sin tregua y sin piedad.

Luchaba por regular su respiración y calmar su pulso en tanto veía a [Tn], que por fin parecía recobrar color en sus mejillas sin que esto fuese obra de la fiebre.

—Me disculpo de antemano si acaso estoy rebasando los límites de una confianza que no me he ganado —dijo Ángel, mirando a Alma—, pero... ¿puedes por favor hablarme sobre ello?

—Yo... —se removió insegura—. No debería —respondió mirándolo con un deje de arrepentimiento y vergüenza.

—Sé que apenas nos conocemos pero...

—Es que no es eso, Ángel —le interrumpió Alma, luciendo contrariada—. Se trata de que no me corresponde a mí decírtelo. Y si ya me he descosido contigo contándote algunas cosas sobre [Tn], es porque me sobrepasa la rabia y la impotencia que me causa que... —tragó saliva y tomó una bocanada de aire—, que se ensañen tanto con una persona tan buena como ella.

—Los dos hemos hecho nuestra parte al divulgar lo poco o mucho que sabemos o especulamos acerca de sus penas —declaró Ángel, con sus ojos puestos en [Tn]—, pero no ha sido por chismorreo y mucho menos con malas intenciones.

Alma se lo quedó mirando.

—Te lo contaré —murmuró, ganándose su atención—. Siempre me he enorgullecido de juzgar bien a las personas, y tengo la impresión de que eres de fiar.

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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