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Esa fue una noche fatal, mi madre seguía inconciente aún después de once días, sus heridas no mostraban indicio de mejora, estaba solo, rezando para que mi madre no me dejase, rogandole a Dios que me deje tenerla a mi lado durante más tiempo. Fueron varias tradiciones de sangre las que le hicieron, estaba conectada a varios tubos

Una semana después, la señora Mitsuki llegó al hospital, le debo mucho a ella.

Llegó agitada y con muchas enfermeras detrás pidiéndole que no corriera, acababa de enterarse por otros lo que sucedió, aunque sólo verdades a medias.

El caso se catalogó como asalto a mano armada, ignoraron mis quejas, denuncias y súplicas, eliminaron la evidencia y callaron a los testigos.

"La familia Tadashi no puede ser ensuciada por mendigos como ustedes"

La señora Mitsuki jamás se enteró a ciencia cierta lo que pasó ese día, sin hacer preguntas estuvo para mi hasta que un mes después mi madre despertó.

Con dificultad para respirar, varios huesos rotos y una lesión cerebral por la brutalidad de los golpes.

Hasta que mi madre se recuperó, después de todo ese tiempo, nos mantengamos encerrados en casa y tan pronto como mi madre recuperó su movilidad por completo, nos mudamos, sin decirle a nadie, a mitad de la noche, dejamos todo atrás, la casa, los muebles, los buenos recuerdos y por sobre todo, nos fuimos para olvidar el dolor.

En la nueva ciudad todo fue medianamente mejor, mi madre trabajaba en otra sucursal de su misma empresa y con el pasar del tiempo fue ascendiendo y mejorando nuestra economía, respetó mi decisión de no ir a la escuela por un tiempo pero al no poder perder el ciclo escolar, se acordó con el director que estudiaría a distancia. Aún debía asistir a presentar los exámenes y mantener mis calificaciones perfectas para que el acuerdo sea posible.

Los primeros meses no fueron fáciles, me despertaba a mitad de la noche luego de espantosas pesadillas en donde mi madre no sobrevivia a ese día y como un niño pequeño volví a dormir con mi madre. Pasó casi un año hasta que pude mejorar un poco y avanzar en mi tratamiento con mi psicóloga.

Las heridas en mi cuerpo fueron peores que las de mi madre pues al tratar de cubrirla me llevé la peor parte, mis huesos rotos por años de maltrato no iban a sanar por arte de magia y la terapia física era demasiado dolorosa, incluso debí volver a aprender a respirar correctamente.

Aún después de las mejoras, todavía era complicado para mí quedarme sólo, la oscuridad aún era asfixiante y la soledad me aterraba. Tuvimos vecinas amables y gracias a ellas tuve mi primer trabajo.

Kyoka era muy amable y su gusto por la música era espectacular, me acompañó el tiempo en el que debía quedar en sólo en casa  y me ofreció pagarme por cuidar de la casa de su abuela, la paga era muy buena con respecto a lo que se tenía que hacer.

Ella aún siendo una adolecente, tenía un futuro prometedor como dj y me contó que con un permiso de sus padres, ella era contratada para animar las diferentes noches en algunos bares y sitios nocturnos populares pero al ser tan buena y nada agresiva, muchos idiotas y pervertidos se acercaban a ella para molestar, y así nació mi segundo trabajo.

Acompañarla por las noches fue divertido, los dueños de los bares solían recogerla y dejarla en su casa para su seguridad, solíamos llegar en la madrugada, muertos de cansancio pero satisfechos al habernos divertido.

Fue un día en el que en ves de subirse pervertidos a los controles se subieron varias señoritas, al parecer eran conocidas suyas.

—Eres muy lindo— Dijo una de ellas —También tienes estilo. Un gusto, soy Mina— me pasó una tarjeta y explicó que ayudaba a su madre con su trabajo de asesora de imagen en el extranjero, me ofreció una sesión de fotos para la revista que manejaban en conjunto también extrangera y así nació mi tercer trabajo y el que me ayudó mucho con manejar mis inseguridades y para subir mi auto estima.

La daga del YakuzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora