Capítulo 8

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Mariana se encerró totalmente en el baño sintiéndose una tonta. Abrió el grifo de la ducha apenas para que no hubiese ninguna oportunidad de César escucharla sollozando. Era una tonta por pensar que sería capaz de mantener al menos una relación de amistad. Pensó en llamar a Prudencia para hablar pero aún no era el momento de reconocer sentimientos. Se negaba a admitir que lo que empezaba a nacer era algo más que un simples cariño o celos de amigos.

Ya era tarde cuando César regresó. Dejó la casa en la noche después de haber metido la pata llevando Bongo para un paseo alrededor de la casa, exploró lugares pero solamente en cuerpo, no pudo disfrutar cómo quería ni tampoco admirar cada rincón perfecto de aquel lugar porqué pensaba en Mariana. Alimentó a Bongo, le dio agua limpia y notó que había unos platos sucios, posiblemente ella había cenado algo ligero, pero él no era capaz de comer nada. Lo único que se permitió hacer fue tomar un trago de whisky antes de ir a la habitación.

La encontró sentada frente a la chimenea encendida leyendo el mismo libro de días antes. Estaba un poco frío afuera pero dentro de esas cuatros paredes el calor lo abrazó a gusto. Mariana no se dio el trabajo de mirarlo, apenas continuó su libro mientras él se bañaba y se preparaba para dormir. Otra vez ella sintió la colonia que siempre ponía después del baño, César se acomodó en la cama pero antes de colgar la luz de la mesita de noche, la observó caminar en dirección al mismo lugar y quitar la bata negra de dormir revelando una lancería también negra.

Era la primera vez que veía su cuerpo casi desnudo y cómo no era sorpresa, apenas aseguró que era hermosa. Tenía los senos mucho mayores de lo que se notaba detrás de la ropa, su cintura perfecta, las caderas un poco largas y el perfume que emanaba de su cuerpo lo dejó atónito. No era posible que no se había dado cuenta de que estaba ahí, incluso lo miró rápido antes de tomar el pijama negro que no llegaba a sus rodillas y acostarse de espaldas a él.

- Mariana, ¿sabes que voy a dormir aquí, verdad? No me voy a la habitación de huéspedes. - Su voz más grave de lo normal era por excitación por tenerla tan cerca y poco vestida.

- Me da igual, haz lo que te de la gana César. - Bufó mirándolo por el hombro. - No me vas a decir que nunca has visto una mujer desnuda antes.

- Mari...

- ¿Sabes una cosa? - Se sentó furiosa en la cama y lo miró. - No te voy a privar de mi grosería así cómo tú has hecho conmigo. Lo que tenemos que hacer es fingir delante de mi familia, lo demás me da igual, no me importa... Si vas a verme desnuda, si dormiremos en la misma cama, eso no me importa. Sé que para ti solamente soy una cliente cómo cualquier otra.

César cerró los puños furioso. Le daba igual todo sin ni siquiera darse cuenta de que el hecho de que era un scort no podía tener sentimientos cómo cualquier otro hombre. La ira se apoderó y antes que Mariana pudiera contestar, la tomó por la cintura girando en la cama cambiando los lugares. Ahora ella estaba acostada sobre su almohada mientras César la ataba con las próprias manos sobre su cabeza.

- ¿Qué haces? - Lo miró asustada pero no hizo nada para salir de ahí.

Sus ojos se encontraron en una conexión única, se perdían en tan sólo contacto que Mariana ni siquiera se dio cuenta de cuando César separó sus piernas con las rodillas para quedarse entre ellas. Ella cerró los ojos sintiendo cómo él paseaba por su rostro rozando la nariz en cada parte deteniéndose en su barbilla. La rubia asintió antes de que la besara en el cuello saboreando el sabor de su piel, arqueó la espalda pegando más sus cuerpos. César no tenía prisa, disfrutando de cada segundo y enseguida se detiene en sus labios pero no la besa.

- Esto es para que entiendas de una vez que tú no eres cómo cualquier mujer, jamás lo será. No tiene nada que ver con tu cuerpo, tu belleza o cualquier otro detalle físico, lo puedo encontrarlo en otras, pero nadie es igual a ti.

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