Realidades del Pasado

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"Sofía, ven aquí, la comida está lista", resonó la voz cálida de tu madre en el aire mientras tú disfrutabas de un momento de diversión con un niño desconocido. El sol de la tarde te acariciaba la piel mientras levantabas la vista hacia ella. "¿Ya te vas?", te inquirió el niño, cuyo nombre parecía escaparse de tu memoria. "Sí, mi madre ha preparado zarangollo, ¡mi comida favorita!" exclamaste con una sonrisa, aunque una pequeña gota de saliva escapó de tu boca, traicionando tu excitación.

Siguiendo el llamado de tu estómago, caminaste de vuelta a casa. La imponente estructura marrón y naranja se alzaba en medio de la nada, flanqueada por escasas viviendas. Traspasaste la gran puerta, cuyo rechinar familiar te recibió, y atravesaste un pasillo de madera que te guió a tu destino. En la primera puerta a la derecha, tus padres te esperaban con ansias para la cena.

Tomaste asiento en la silla con gratitud. "¿Quieres un poco de pan?", te ofreció tu padre mientras partía una rebanada. "Sí, gracias", respondiste con entusiasmo, comenzando a saborear la comida. Los sabores explotaron en tu boca; la destreza culinaria de tu madre era incomparable. Terminaste la comida con satisfacción, llevándote la certeza de que sin importar el platillo, siempre sería de tu agrado gracias a sus habilidades en la cocina.

Cuando terminaste, te dirigiste a tu habitación, pero un suave ruido emergiendo de la ventana interrumpió tus pensamientos. "¡Hola!" saludó el niño que habías dejado atrás. Abriendo la ventana, lo miraste con sorpresa y preocupación. "¿Qué haces aquí? Si nos atrapan, nos castigarán", murmuraste temerosa y perpleja.

"Tranquila, no nos descubrirán", susurró él, posando su mano en tu hombro. Pero el peso de tus secretos y temores persistía: "Pero... sabes que mis padres no saben que somos novios". Sus alientos se entrelazaron, un roce cálido y electrizante que provocó un cosquilleo en tu piel. La habitación se volvió un refugio de complicidad mientras compartían un momento íntimo en la cama, experimentando sensaciones que eran nuevas y emocionantes. "No podemos seguir, somos muy jóvenes, y si nos atrapan, me prohibirán verte otra vez".

De repente, una sombra pareció oscurecer el umbral de la habitación. Sobresaltados, intentaron escapar, pero fue en vano. La puerta se abrió, y tu padre entró, su rostro enmascarado por la furia. "¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué hace él aquí?", estalló con enojo. Incapaz de articular una respuesta coherente, balbuceaste atemorizada. Tu padre expulsó al niño y, una vez solos, pronunció su condena: "Estás castigada. No quiero verte más con ese chico".

"¡No, papá! Por favor", suplicaste entre lágrimas. Pero sus palabras eran inquebrantables: "Sabes que no puedes traer chicos a casa, eres demasiado joven". Mientras tu padre se marchaba, sentiste una mezcla de frustración y odio que parecían llenar la habitación, nublando tu percepción.

Horas después, bajaste al salón, esperando encontrar algo de consuelo en la rutina. Pero te asombraste al darte cuenta de que estabas sola. ¿Habrían abandonado tu lado sin previo aviso? Comprendías que tus acciones habían desencadenado su ira, pero esa sensación de abandono te abrumaba. Desafiando el silencio, te dirigiste al salón, tomaste un puñado de papas fritas de la cocina y encendiste la televisión, buscando refugio en tus caricaturas favoritas.

Sin embargo, la normalidad se desvaneció repentinamente cuando un misterioso ruido se hizo eco desde la cocina. "¡No vuelvas! Mis padres me han castigado y están enojados", gritaste desde el salón, tu voz cargada de temor, imaginando que el niño intentaba infiltrarse nuevamente.

El ruido persistió, alimentando tu intriga. Finalmente, decidiste enfrentar el misterio. Al llegar a la cocina, te asomaste por la ventana, solo para quedar petrificada por lo que viste. Una sombra, una entidad oscura y etérea, parecía estar viva, moviéndose con una presencia inquietante.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2023 ⏰

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