Capítulo 3. Dentro de la tormenta también hay calma

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CAPÍTULO 3

Dentro de la tormenta también hay calma.

"Soy un ser del cielo y de la tierra, de truenos y relámpagos,

de lluvia y viento, de las galaxias."

Eden Ahbez

   De nuevo estoy por este medio. La última vez ellos me encontraron, pero gracias a ti logré borrar mi rastro. Ahora estoy en un momento de calma, unos segundos suficientes para conectarme.

  Sabes, hay algo en ti, algo haces que los confundes, por instantes distorsionas mi presencia. Gracias. Te confieso que mantenerme en este estado me pone en desventaja, créeme estar consciente en varias dimensiones sin que me capten es desgastante.

  No estoy contigo físicamente, al menos no en apariencia; ellos no me ven y los demás no me conocen, así estoy, en varias versiones, en medio de esta tormenta, el momento perfecto para expresarme.

  Te preguntarás ¿Por qué me persiguen? Mejor pregunta ¿Qué hice para que me busquen?

  Si sigues allí y quieres la respuesta, considera que una vez que la escuches no hay vuelta atrás; No existen las vueltas atrás. Disculpa, no quiero condicionarte ni infundirte miedo, no es eso, es solo que saber más de lo que ya sabes te dimensiona y amplia tu campo visor, dejas de mirar y comienzas a observar. Si decides seguir gracias, tu presencia me anima, y si decides no escuchar, aquí voy a estar hasta el último día de mi existencia expresándome para quien quiera escuchar, igual gracias.

  Desde pequeña con frecuencia veía situaciones inusuales, detalles que los demás pasaban desapercibidos, yo era como una antena receptora, olía la lluvia a distancia, sentía que personas visitarían mi casa minutos antes que lo hicieran, veía en los rostros de algunas personas algo extraño, como si no fueran ellas; sentía un temblor antes que sucediera; Todo esto lo sabía mi madre y hermanos, lo que me sucedía era un secreto, no debía contarlo pues no era normal, me señalarían, caería en las brasas de las malas lenguas y cual bruja fuera vista. Cada vez mi don, como lo llamó mi madre, se hizo más agudo, soñaba con desastres naturales y estos al poco tiempo ocurrían, llegó un momento en que veía hacia un punto y allí estaba una visión. Con los años aprendí a parecer normal, créeme no es fácil, a veces lo comentaba con mis amigas, personas confiables que veían en mi a una especie de adivina, vidente o bruja blanca; yo no soy nada de eso, pero los demás me veían de acuerdo a sus experiencias. Con ellas era libre, me comunicaba; sencillamente yo no quería callarme, ver, presentir algo y no decirlo o escribirlo me ataba, me aprisionaba en una cárcel sin paredes ni techo.

  Afortunadamente mis amigas eran discretas, eso las mantuvo vivas; solo hay una que por sus creencias está muriendo en una cadena ancestral de mentiras; ella ahora me ve como una bruja a pesar de saber que soy inocua, que soy inofensiva, ella está atrapada en un bucle y me culpa.

  Ser como soy los hizo colocar su mirada en mí, no es que yo sea especial, es que no soy como los demás, eso es otro orden.

  Cierto día en el tren subterráneo de la ciudad, me dirigía a la universidad, me percaté de algo muy evidente para mí, no para los demás. El vagón estaba ful, yo me encontraba de pie sosteniéndome del tubo aéreo, cuando vi a una anciana sentada frente a mí, estaba en el asiento preferencial, era una abuelita muy singular, algo me parecía extraño en ella, pero no hallaba lo que era; Miré hacia otro lugar y veo a un joven muy actual, vestido al estilo rastra, era un moreno con los ojos más extraños que había visto en mi vida, sus glóbulos oculares apenas mostraban el color blanco, su iris era negro, tan grande que casi abarcaba todo el ojo. Mi mirada fue inquieta e imprudente, ese moreno pronto movió su cabeza a otro lado para que yo no lo viera. Miré a todas partes a ver si alguien más se había dado cuenta, pero no, todos estaban metidos en sus rutinas, vi a la anciana, ésta levantó su cabeza y sus ojos eran iguales, con un gran iris negro, pronto miró a otro lado; pensé que alucinaba, mire nuevamente a los demás, todos se veían normal, acepto el moreno y la anciana que buscaban la forma de desviar mi atención. Cuando el tren se detuvo y salí del vagón vi bajando por las escaleras a un niño que tenía los ojos iguales, de iris amplio y negros, sin reflejo. Mis creencias tambalearon ¿De verdad existen los demonios? ¿Me estoy volviendo loca? Te confieso que lo que vi no era normal, me dio miedo a pesar de saber que tenía el don de ver lo que lo demás no. Desde aquel día me volví más atenta.

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