CAPÍTULO 6. No eres casual, existes por una razón

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CAPÍTULO VI

No eres casual, existes por una razón.

"No existen las casualidades, hay una razón para tu existencia".

Si me estás escuchando no es por obra del azar, hay una causa de peso.

Sé que estoy con vida porque siento el oxígeno entrar en mi cuerpo. En ocasiones pienso que ya no existo, que no tiene sentido mi cuerpo biológico, ni nada de lo que estoy haciendo, me entrego al vacío... y de pronto siento mi aliento, escucho los latidos de mi corazón, siento el recorrido de mi sangre por las venas, recobro la consciencia, y me digo estoy con vida por una causa. Créeme nada es casual.

Si estoy hablándote no es un error, ni coincidencias, hay un orden y lógica para ello. ¿De qué sirve saber y experimentar lo que estoy viviendo si no lo comparto? Gracias por estar, por escucharme, tu sola presencia me anima.

Al salir de la oscuridad de las frías cuevas, me encontré con montañas verdes, árboles grandes, ríos y cascadas, un paisaje hermoso; era una experiencia nueva, veía a la naturaleza desde otro punto de vista. Caminé entre el bosque con un techo de ramas y hojas, con el sonido del viento y las aves, no sé cuánto tiempo había pasado desde aquel día que perdí a mi familia, empecé a contar los días desde que vi la primera noche bajo los árboles.

En la soledad de la montaña oscura, esa primera noche, volví a recordar a mi familia, fue terrible saber que ya no los vería, saqué las fotos que llevaba en el bolsillo del pantalón, y la iluminé con la linterna, estaban un poco arrugadas, pero se apreciaba la imagen de sus rostros, los 4 estaban sonriendo, mi madre, mi hermano, mi hermana y mi padre. Apenas estaba superando la pérdida de mi hermana cuando ocurrió este desastre y mi padre ya lo había perdido desde pequeña; he pasado por varios duelos, pero éste es el peor. En esas fotos todos se veían felices, así los llevo en mi memoria. Guardé las fotos en mi bolsillo y me percaté que tenía un objeto extraño en el abrigo, lo saqué y era un aro de un material extraño, metalizado, de color plomo ¿Cómo llegó al abrigo? Pensé que podría ser un rastreador, pues su color era parecido al de la nave que disparó, entonces lo coloqué en la tierra, en ese momento comenzó a emanar una luz violeta, lo tomé nuevamente y esté dio un chispazo que se dirigió al anillo que llevaba puesto, el que me dio la abuela, era como si interactuaran, el anillo de la abuela despedía una luz magenta. Me di cuenta que ese aro era un anillo; traté de comprender cómo llegó a mí, y recordé al señor Juan, él fue el único con el que me relacioné, además él me dio el abrigo, él lo puso cuando nos despedimos en la cueva, no había duda.

Siempre he sido curiosa, así qué coloqué el anillo extraño en el único dedo que me quedó, el dedo pulgar derecho. Al colocármelo, los dos anillos brillaron al mismo tiempo y formaron un has de luz, como un rayo eléctrico, ambos tenían una extraña conexión. El anillo de la abuela lo llevaba en el dedo anular izquierdo y el otro en el pulgar derecho, al separar las manos el rayo se hacía largo, al acercarlas el rayo se hacía corto, era mágico, entre mis manos fluía una electricidad que no dolía, no electrocutaba. La fluctuación entre ellos emitía sonidos que no entendía, era como sintonizar una frecuencia de radio; para tratar de apreciar y entender los sonidos, debía colocar mis manos a una distancia correcta, hasta que lo logré, escuché voces, muchas al mismo tiempo, no era una interferencia, era como si estuviera en un mercado popular con cientos de personas hablando al mismo tiempo. Me concentré, respiré profundo, y mis pensamientos vibraban en esa misma onda, en cuestión de nanosegundos mi mente formaba parte de esa fluctuación ¿No sé cómo explicarlo? Pero eso pasó, estaba conectada a ese rayo de comunicación. Las voces se hacían más nítidas, era como si conectara con un mismo sentir, necesidad o duda, las voces decían que deseaban conocer la verdad. En ese flujo de energía pude conectar con mis intereses, sin embargo, descubrí que por ese medio ellos me pueden captar, en ese momento me sintieron, lo sé porque sentí una vibración oscura y dominante, entonces cerré mis manos y las separé, me quité el anillo del dedo pulgar y lo puse en la tierra.

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