El visitante oscuro

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[Meng Ting-Yu, manuscrito inédito]

«Será mejor que cierre la puerta con llave, señorita».

Mientras me preparaba para meterme en la cama, recordé las palabras del ama de llaves. Me pareció una advertencia extraña en una casa tan aislada como la Guarida del León, donde nuestros únicos vecinos eran el mar y el brezal. ¿Habrían tenido problemas con algún sirviente? ¿Quizá con aquel impertinente mozo de cuadras de mirada lasciva?

¿O acaso la señora Lyan estaba pensando en el señor? El arrogante y distante Cao Yu-chen que me había mirado desde su caballo con aires de superioridad; una mirada fría que, paradójicamente, encendió un fuego en mi interior que me recorrió de los pies a la cabeza. No, seguro que no. El gran Cao Yu-chen no se dignaría reparar en una humilde institutriz como yo.

De todos modos, cerré la puerta con llave, aunque dejé abiertas las ventanas pues era una noche calurosa y la brisa del océano traía una deliciosa sensación de frescor. Me deslicé entre las sábanas, limpias y almidonadas con fragancia de lavanda, y apagué la vela... De inmediato percibí algo extraño: una franja de luz que se colaba por debajo de la puerta. ¿Habría dejado la señora Lyan una vela encendida en el vestíbulo para mí? De ser así, debía decirle que no era necesario.

Aparté las sábanas y saqué las piernas de la cama para averiguar de dónde procedía, pero me quedé helada antes de que mis pies alcanzaran el suelo: una sombra había dividido en dos el rayo de luz que se colaba por debajo de la puerta, como si hubiera alguien de pie. Me quedé mirando en busca de otra explicación, y entonces el pomo dorado empezó a girar en silencio. Abrí la boca para gritar, pero no logré emitir sonido alguno. El miedo me había paralizado y no podía mover las piernas, incapaz de escapar de quienquiera que estuviera al otro lado de la puerta. Solo fui capaz de observar el pomo mientras giraba... hasta que dejó de hacerlo.

No obstante, la puerta no se abrió: estaba cerrada con llave. Quien intentaba entrar estaba decidiendo qué hacer. ¿Echaría la puerta abajo? ¿Entraría por la fuerza? ¿Y luego qué? Pero debió de pensar que derribar la puerta haría demasiado ruido, porque el pomo giró de nuevo hasta su posición inicial, la sombra desapareció del resquicio de la puerta y la luz se fue apagando poco a poco.

Suspiré aliviada, todavía asustada; ahora que el peligro había pasado, las piernas empezaron a temblarme como si fueran de gelatina. ¿Debía ir en busca de la señora Lyan para explicarle lo sucedido? Pero ¿qué le diría? ¿Que había visto una luz, una sombra y que el pomo había girado? Tal vez mis sentidos me habían jugado una mala pasada y no me apetecía parecer una niña histérica en mi primer día de trabajo.

De manera que me metí de nuevo en la cama y me tapé con la sábana, sin apartar la mirada de la puerta. ¿Y si el intruso había ido por la llave? Me quedé tumbada, tiesa como una tabla entre las sábanas limpias y almidonadas, los ojos clavados en la puerta. Estaba convencida de que no podría dormir, pero había sido un largo y agotador día de viaje, de conocer caras nuevas y aprender mis nuevas obligaciones. Además, el sonido de las olas al romper allá abajo contra el acantilado y el aroma del agua salada mezclado con la fragancia de las madreselvas del jardín era relajante e hipnótico...

Al final debí de quedarme dormida pues cuando recobré la conciencia la habitación estaba inundada de una pálida luz. Eso me sobresaltó, temiendo que aquella luz de debajo de la puerta se hubiera colado en la habitación, pero enseguida comprendí que la claridad no procedía de la puerta, sino de la ventana abierta. La luna brillaba con fuerza y su luz, blanca como la nata, empapaba las sábanas y mi camisón... Yo también estaba empapada, pero del calor, que parecía impregnar toda la habitación, incluso la columna de sombra que había frente a la ventana... Una columna con forma de hombre.

Visitante Nocturno [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora