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Cuando salí del bosque ya eran las ocho y media. Lo primero que vi fue la Casa Madreselva. Los postigos y las ventanas estaban abiertos, y las cortinas blancas de encaje, que se hinchaban y deshinchaban a través de las ventanas abiertas, revoloteaban entre las parras de madreselva. La casa parecía estar respirando. La persona de la inmobiliaria debía de haber venido temprano para airearla antes de enseñármelo. Me sentí culpable por hacer que se tomara tantas molestias cuando en realidad no tenía ninguna intención de comprar la casa.

¿O quizá lo que sentía eran dudas?

Después del percance matutino debería haber estado más resuelto que nunca a salir de allí, pero a pesar de sentirme adolorido y cansado (y hambriento), también me sentía un tanto eufórico. La caída había sido dolorosa, pero ese beso... ¿Cuándo había sido la última vez que Darren me había besado así? O mejor dicho, ¿lo había hecho alguna vez? Ese beso me había hecho sentir vivo.

Los aromas del café, los huevos y el sirope de arce que me llegaban desde el otro lado de la calle me dieron ganas de echar a correr, pero me contuve por respeto a mis músculos doloridos.

En cuanto abrí la puerta principal oí la voz de Liu Ying Niu llamándome desde la cocina:

— ¿Eres tú, Yibo? -Salió secándose las manos en un trapo de cuadros rojos y blancos. Llevaba una sudadera en la que ponía: SHE WHO MUST BE OBEYED: - Ya pensaba que te habías olvidado de la hora del desayuno... -Pero al verme se calló-. Madre mía, ¿te has caído? ¿Estás bien? ¿Te traigo un poco de hielo?

— No hace falta, estoy bien -contesté-. Es que he salido a correr por el bosque...

— ¿Por el bosque? -preguntó alguien que salió de la cocina detrás de Ying Niu: una mujer menuda de unos treinta años, cabello rubio y ojos azul intenso. Llevaba un peinado estilo paje [1] que le enmarcaba el rostro en forma de corazón. Vestía un pichi vaquero, una blusa blanca de marinero y unos zapatos de salón azules y blancos. Era tan adorable que parecía salida de uno de los cuadros de Li TianRan que adornaban la cocina y el comedor de Ying Niu.

— ¡Tenías razón, Denis! Se había ido a correr al bosque... ¡Ay, perdona! -Ying Niu movió las manos entre la mujer rubia y yo para presentarnos-. Wang Yibo, Denisse Lu, de la Inmobiliaria Lu. Ha venido para enseñarte la casa y me dijo que creía haberte visto caminando hacia el bosque. Si hubiera sabido que ibas a correr, te hubiera sugerido otra ruta. El bosque... puede ser un tanto complejo.

— El sendero que se interna en el bosque está perfecto, pero he sido un poco torpe. ¿Tengo tiempo para una ducha rápida antes de desayunar?

— ¡Por supuesto! -exclamó Ying Niu. Tenía la impresión que si le pedía que me sirviera el desayuno en el tejado hubiera hecho lo imposible por complacerme.

— Seré rápido -prometí.

Subí cojeando las escaleras hasta mi habitación. Empezaba a tener dolor muscular, pero el agua caliente me alivió. Me tomé dos ibuprofenos, me puse unos jeans gris, una remera verde y unas botas, y me apresuré escaleras abajo. Las dos estaban sentadas en el comedor, bien arrimadas y hablando entre susurros. Cuando entré, una tabla del suelo crujió bajo mis pies y Ying Niu levantó la cabeza; sus grandes ojos marrones mostraban sobresalto.

— Caray, ya tienes mucho mejor aspecto. Siéntate y tómate una taza de café mientras voy a buscarte el desayuno. Denis te hará compañía.

No entendía por qué necesitaba compañía, pero sonreí a la mujer de la inmobiliaria y me senté delante de ella. Denis me sirvió café y me ofreció la jarra de leche, que yo acepté, y la azucarera, que decliné.

Visitante Nocturno [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora