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Por la mañana desperté con la satisfacción que acompaña a una noche de buen sexo, rápidamente seguida de un arrebato de vergüenza al comprender que el sexo en cuestión había sido fruto de mi imaginación. Algunas veces me había sentido avergonzado de mis sueños de adolescencia, pero nunca habían llegado tan lejos. Aquel príncipe siempre se había quedado entre la luz y la oscuridad. La primera vez que habló fue después de que mis padres murieran. Yo estaba llorando en mi nueva habitación, en el piso de mi abuela, procurando reprimir los sollozos para que no me oyera, cuando de pronto la habitación se llenó del aroma de la madreselva y el océano, y supe que él estaba allí.

— Deja que te cuente una historia -me dijo entonces.

Y me narró un cuento sobre un valiente niño llamado Chen Yu que salvó al príncipe Ji Chong, a quien el hada reina había secuestrado. Mis padres también me habían contado esa historia. Me quedé dormido al son de su voz reconfortante, decidido a ser tan valiente como Chen Yu. Desde entonces, siempre que lloraba oía su voz desgranando la misma historia. Con el paso de los años comprendí que había convertido al príncipe de esa historia en mi cuentacuentos para que ocupara el lugar de mis padres fallecidos. Era una fantasía inofensiva. Él nunca se había acercado... ni me había penetrado del modo en que esta criatura lo había hecho. Y mucho menos me había sentido dolorido ahí después de una de sus visitas...

Me levanté con ganas de borrar esa inquietante idea. No tenía tiempo para sueños eróticos. La decana Hu me iba a llamar esa mañana y tenía que decidir qué decirle en caso de que me ofreciera el trabajo. Además, quería entrar en la Casa Madreselva antes de irme. No me había pasado la noche regodeándome solo en fantasías sexuales, sino que en algún momento tuve la idea de escribir un artículo sobre el trabajo de Meng Ting-Yu, quizás incluso un ensayo... Y recordaba haber garabateado algunas notas en la libreta que tenía junto a la cama. Decidí echarle un vistazo.

«El umbral -había escrito en letra redondeada y grande en el cuaderno- entre las sombras y la luz de la luna». Pero no logré recordar el significado de esa anotación.

Decidí salir a correr para aclararme las ideas. Una parte del sueño que no me había imaginado era el cielo despejado. El aire frío, seco y vigorizante se colaba por la soleada ventana abierta, la misma que había dejado entrar el resplandor de la luna la noche anterior. Cuando corrí las cortinas descubrí un cielo azul y despejado. El seto que había al otro lado de la carretera centelleaba al sol. Entre las ramas se veían destellos rosas y rojos; unas flores largas y tubulares que parecían una variedad exótica de madreselva. Pero, para mi sorpresa, me percaté de que no había ninguna rama cerca de mi ventana, nada que pudiera haber proyectado las sombras que había visto la noche anterior. Incluso aquello había sido un sueño.

Dejé de lado el recuerdo de esas ramas fantasmagóricas y me puse el pantalón de chándal, una camiseta y las zapatillas de deporte. Bajé las escaleras con cuidado, haciendo el menor ruido posible en los escalones de madera, a pesar de que era el único huésped de la casa. Me pregunté si Ying Niu estaría despierta preparando el desayuno, pero no oí ningún ruido procedente de la cocina. Miré la hora: las seis y cuarto, y en la Dulce Posada Liu el desayuno no se servía hasta las ocho y media. De manera que tenía tiempo de sobra para correr un buen rato y ducharme.

Mientras estiraba los músculos de las piernas en el porche, pensé en las posibles rutas que podía tomar. El campus era la opción más lógica, pero no quería toparme con la decana Hu vestido con el chándal. También podía ir hacia el pueblo, pero entonces tendría que detenerme en los semáforos y estar pendiente del tráfico. En la ciudad solía ir a correr al parque Van Cortland, donde los senderos eran de tierra y mis rodillas no sufrían tanto.

Visitante Nocturno [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora