A mi Dios

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Tocar de nubes es tu pasión,

esa que derramó la sangre tuya,

la sangre de la gran nación,

el vino inmortal del hijo del Señor.


Claveles llovieron ese día,

arrodillados los castillos y sus espadas

y sonar de cornetas tu grito al cielo.


En incienso los recuerdos de lo que fue

y la esperanza de lo que será pervive.

Porque eres el hombre del hoy y del ayer.


Que mis lágrimas sean para complacerte,

que mis plegarías no estén faltas de fe,

que mi corazón tenga hueco para ti

y que en tu nombre se cuenten las victorias por mil.

Primeras poesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora