1. ❝Reencuentro❞

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Hace unas horas que tuve que salir de mi ciudad para coger un vuelo, lo más pronto posible y el motivo es la boda de una de mis pacientes, Kati Ramala, hija de un importante narco mexicano que movía asuntos y trámites en Italia. A ella la conocí de fiesta en uno de los clubes más prestigiosos del país, simplemente por ser el lugar estrella en el intercambio de cocaína y otras sustancias ilegales.
¿Qué hacía yo allí? Si digo que fue coincidencia, quedaría de mentirosa, pero la verdad es que no rondaba aquel ambiente por gusto. Ambas, Kati y yo, compartimos una amiga en común. Nuestra amiga se llama Ludovica, una italiana loca y extrovertida, amante de la noche y del placer. Todo lo contrario a mí, pero nuestra amistad surgió en la Facoltà di Psicologia.
Para hacer la historia más corta y menos aburrida, era de madrugada y la italiana me llamó para que fuese a recogerla. Ella estaba borracha y hasta el culo de coca, no se encontraba en condiciones legales para coger el coche y cuando llegué a la ubicación, allí también estaba Kati, en las mismas o peores condiciones.
Con el paso del tiempo, fuimos manteniendo el contacto e incluso acudía a varías citas conmigo para asuntos personales, lo que no sé bien es por qué nunca le pidió terapia a la italiana, puesto que ella también es psicóloga.

En fin, una cosa llevó a la otra y ahora me encuentro camino a su boda. El tiempo aún me acompaña, la boda es mañana, pero necesito llegar al hotel para comenzar a preparar las cosas y la gran fila de coches por delante no avanzan.
Presiono el claxon del vehículo y una mujer asoma la cabeza del auto que está lavando.
"Mierda" , pienso.
Primero tengo que esperar a que ella acabe y luego que sea mi turno. Vamos bien, Olivia, vamos bien.

—¡Eh, tú! Qué es para hoy. Mueve el culo, coño. —Alza la voz el hombre que está parado delante de mí.

En vista de que la mujer no le hace caso, sigue dándole al claxon con violencia, seguidas veces.

—Te estoy hablando a ti, ¿eh?

Con su insistencia y el sonido que no cesa de la bocina del auto, consigue que la muchacha deje su tarea y se acerque a él.
Ella le dice algo que no logro escuchar, pero en cambio, la voz de él es fácil de oír puesto que está gritando.

—¿No ves que estoy hablando por teléfono? Ahora te esperas tú.

A pesar de no poder diferenciar lo que le responde, si puedo ver que sus labios se mueven. Es una mujer de altura media, con el pelo un poco más abajo de los hombros y flequillo recto. Está vestida con el uniforme de la empresa y unas botas de cuero negras con una gran suela.
Cansada por no obtener la atención del cliente, se retira de la ventanilla y se aleja hasta quedar al otro extremo de la carretera. Los coches avanzan, excepto el hombre, que vuelve a frenar en seco al notar la presencia de la limpiadora.

Esto ya me está empezando a cansar, por qué mierda he tenido la mala suerte de ser yo la que esté detrás de este asunto.

La mujer vuelve a él y lleva sus manos a las rodillas para encorvar la espalda y quedar cara a cara con el conductor.

—Del uno al tres, ¿cómo valoras mi atención?

Consigo a penas diferenciar lo que pregunta y en menos de lo que dura un pestañeo, la mujer mete los brazos por la ventanilla para agarrar al hombre de la cabeza y estrellarlo repetidas veces contra el volante.

—Uno, poco satisfecho. Tres, totalmente satisfecho. No te sientas presionado.

No escucho lo que él responde, pero la voz de ella se me hace familiar, aunque por el sonido de los cláxones ajenos y los chorros de agua de las mangueras, es muy complicado oír con claridad. Sólo sé que ella vuelve a golpearlo y se separa para que se vaya.
"Por fin es mi turno", murmuro cuando veo que se acerca y entrecierro los ojos para enfocar la vista a través de la luna.

NO SIN TI ⎯ Zulema ZahirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora