♡ Final Aternativo ♡

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El olor a velas y a cera quemada se mezclan con el olor a chocolate del pastel. El sol acelera el proceso de fundición y los aplausos por parte de todas me abruman la cabeza, pero a la misma vez me hacen sentirme querida. Hemos conseguido huir de los hombres del narco mexicano y de una manera u otra, hemos acabado en Marruecos, justo como la mora planeó.
Tanto Macarena como Goya han conseguido unirse en esta mesa junto a Zulema por un motivo en concreto; mi fiesta de cumpleaños. Nunca, pero jamás, llegue a pensar que las mujeres aquí presentes me tuviesen algún tipo de afecto y al parecer sí, o al menos eso me han demostrado cuando minutos antes de levantarse para salir al mar, me han abrazado con furor e incluso me han dado pequeños regalos como muestra de afecto.
Hace muchísimo tiempo que no celebro mi cumpleaños y siento un nudo en mi estómago al recordar a mis seres queridos, aunque ahora solo me queda vivir con la constancia de que las personas que me rodean son las únicas que me quedan. A pesar de todo lo vivido junto a ellas, apuesto cualquier cosa a que si necesito un favor, son las primeras en aparecer, o al menos eso me gusta pensar.

Para mi sorpresa, Zulema sale de la habitación con una caja envuelta de celofán amarillo.

—¿Hay algo más bonito que un cumpleaños a pies del mar Mediterráneo?

Pregunto y ella responde.

—Pasarlo contigo.

Sonrío involuntariamente y cuando levanto la mirada hasta sus ojos, me insiste para que coja el regalo.

—¿Zulema... haciendo un regalo? —Me río y no recibo respuesta por su parte por lo que continuo con la broma. —¿Eso qué es, una bomba?

—Ábrelo, coño.

Lo tomo entre las manos y sintiéndome la persona más afortunada en este mundo, lo coloco en mi regazo y comienzo a desenvolver. Ahora mismo soy Olivia del pasado, con seis años, desenvolviendo regalos en la mañana de reyes. Auch... eso ha dolido.

Al levantar la mirada veo a la mora sonriéndome y de los propios nervios, se pasa un dedo por debajo de la nariz y evita mantener el contacto, pero su curiosidad por mi reacción la obliga a seguir observando.
Me río al ver lo que hay en el interior de la caja; una cámara de fotos instantáneas. Continuo riendo. Estoy muy ilusionada.

—¿Quieres que nos hagamos una foto?

Mi voz suena tímida y espero la peor respuesta de su parte, pero en cambio, me sorprende.

—Sí. Para que recuerdes que éramos jóvenes, que estábamos buenas, que fuimos libres... y que en parte, solo en parte, juntas nos sentimos menos solas.

Vuelvo a sonreír al escucharla y me pongo de pie para acercarme a ella.

—Dale tu al botón rojo.

Le pido a la vez que estiro el brazo para enfocarnos con la cámara. Ella estira el suyo también y choca su cabeza contra la mía. Yo envuelvo sus hombros. Nuestras mejillas están juntas, casi rozando y mi corazón late con una rapidez increíble.

—¿Ya?

—Ya, Zule. —Respondo sonriendo.

Ambas nos separamos y nos quedamos mirando por unos minutos en silencio hasta que ella se acerca a la mesa a coger una botella de tequila para darle unos cuantos tragos.

—Feliz cumpleaños, morena.

Asiento en señal de agradecimiento y cojo el vaso de chupito para brindar con ella.

—Gracias, Zulema.

Sonreímos y llevamos el líquido hasta nuestros labios. Caras amargas después de tomarlo y unas cuantas risas. No tengo dudas de que este ha sido mi mejor cumpleaños.

NO SIN TI ⎯ Zulema ZahirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora