4. ❝¿Cuánto dura la amistad?❞

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—Vamos, levanta el culo.

Entra Goya a la habitación del hotel acompañada de su novia. Ambas cogen a Kati de los brazos para llevársela. Aparto la mirada y me quedo de espaldas a la situación.

Desde que volvimos ayer en la noche, no he vuelto a ver a la mora ni a la rubia. No sé nada de ellas, en cambio, de "la gordi", como Zulema se refiere a Goya, y de Triana sí que he tenido contacto, pues no me han dejado separarme de sus lados ni un segundo. Quieren que estemos juntas, según la primera, para evitar ataques puesto que Ramala y su gente me vieron irme con las demás.

—¿Vittoria? ¿Dónde me llevan? —Pregunta la novia antes de que le vuelvan a callar con una cinta tapando su boca.

Me giro dando unos pasos hasta quedar delante y pongo mi mano sobre su mejilla. Mi corazón se estruja al verla mirarme con desesperación y los ojos empañados.
No se merece esto, pero es la única forma de poder actuar en contra de su padre.

—Kati, te quiero mucho.

Triana tira de ella para que camine.

—¡Tira! —Alza la voz Goya en vista de que no se mueve. —¡Vamos! —Vuelve a gritar.

Me seco un par de lágrimas y salgo detrás de ellas para dirigirnos al vehículo.

—La voy a matar yo, ¿está claro?

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—La voy a matar yo, ¿está claro?

Estamos en el coche de camino al desierto de Almería cuando Goya suelta una pregunta al aire para llamar la atención de su novia y la mía.
En el caso de que me tocase a mí actuar contra la mujer secuestrada, en el maletero del auto, no podría hacerlo o creo no tener la sangre fría de matar a la que hasta hace unas horas, era mi amiga.

—Cuando lleguemos, os alejáis doscientos metros y ya os llamo yo cuando acabe.

Triana la mira desafiante y pone los ojos en blanco al oír a la ex carcelera.

—No soy una cría.

Me quedo en silencio. Ambas van a desatar una guerra absurda por quién va a ejecutar y quién no.

—No, no eres una cría, pero tú nunca has matado a nadie y Olivia no va a mancharse las manos, son órdenes de la Zule.

Enarco las cejas y doblo la cabeza sutilmente.

¿Por qué Zulema le encarga que no sea yo?,  pienso sin decir nada en voz alta y sigo atenta a lo que hablan o más bien discuten.

—¿Por qué ya no quiere repartir los diamantes? ¿Eh? No me fio una mierda de Zulema.

Triana escupe las palabras como si le pudiese echar en cara a su pareja las decisiones que toma la mora.

—Nadie se fía de Zulema, solamente la que tenemos aquí atrás.

Goya me mira de reojo y yo me encojo de hombros asintiendo, dando por hecho que sí lo hago.

—Por eso es mejor no cabrearla.

—Os tiene a todas acojonadas.

La más mayor comienza a desesperarse y alza la voz para responderle a la joven.

—Mira, te recuerdo que esta tía se fabricó un puño con huesos de pollo y me lo clavó aquí, en la barriga, ¿sí?

Recuerdo ese momento como si fuese hoy mismo. Ver a Zulema en esa postura, con esa mirada de presa y la maldad alimentando a su instinto natural, me provoca cosquilleos por todo el cuerpo.

—¿Sabes qué te digo? A mí no me da miedo. Así que si me cabrea, la ahogo en la puta piscina.

Fin de la discusión y fin de mi paciencia.

Goya frena en seco cuando ve mi mano sostener la pistola que apunta la cabeza de Triana, desde la parte de atrás del coche.

—No quiero volver a escuchar una voz en contra de Zulema. Es más, no quiero que vuelvas a mencionarla, sea para bien o para mal, porque la próxima en ahogarse vas a ser tú por el derrame que la bala te va a causar, ¿entendido?

La niñata asiente lentamente y retiro el arma dándole un último vistazo a la conductora.

—Continúa, vamos a llegar tarde.

Cruzo las piernas y apoyo la espalda en la parte trasera del asiento. Sonrío conectando la mirada con la de Goya por el retrovisor y ella la retira para volver su atención a la carretera.

En mi presencia, nadie habla mal del amor de mi vida.

—De rodillas

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—De rodillas.

Ordena antes de ejecutar el crimen. Kati no se mueve y Goya la empuja de una patada al hueco en la tierra que Triana y yo estuvimos cavando.

—Mi papá les dará veinte veces más.

Es triste ver como intenta salvar su vida, pero por más que lo intente, está condenada a la muerte.

—¡Cállate!

La mujer de pie, con la pistola en la mano, da un golpe con la punta de su zapato al suelo para que un puñado de arena caiga sobre el cuerpo de la novia.
Triana y yo observamos todo cerca del vehículo.

—Te lo puedo demostrar, de verdad.

—¡Qué te calles! —Alza la voz frente a las insistencias.

—Podrán ser libres y ricas, ¿cuánto quieren? ¿Cincuenta millones? ¿Cien millones? ¿Saben lo difícil que es vender diamantes?

Goya se queda pensativa al oírla y su pareja se acerca tras escuchar a la víctima.

—Igual dice la verdad.

—Sí... también diría que se ha follado a un marciano si eso la salva.

El tono de la contraria es alterado y no me extraña, la más joven saca de quicio a cualquiera.

—Y si volvemos al puto Oasis y Zulema nos la ha jugado, entonces, ¿qué? No nos podemos fiar de Zulema. No piensa repartir los diamantes. Somos sus perras ahora mismo, ella tiene el puto as, Goya. Ni tú te fías de ella. 

—No... no. Si Zulema nos quisiera muertas, ya nos habría matado.

—Goya...

Cansada de la nueva discusión entre ellas, me acerco y saco el arma que llevo conmigo desde que la operación empezó. De repente, se escucha un disparo y las dos mujeres a mi lado me miran sorprendidas.

—Basta de peleas, la siguiente eres tú —Comentó señalando a Triana. —si no cierras la puta boca.

NO SIN TI ⎯ Zulema ZahirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora