[04]

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En el momento en que empujaba la puerta para abrirla, me preocupaba que King hubiera decidido no llevarme, que se diera cuenta de que estaba perdiendo el tiempo con un hombre sin diversión y aburrido como la muerte, que no sabría vivir aunque le dieran una segunda oportunidad. El pánico que
siguió a ese pensamiento tan deprimente me invadió, disparando mi adrenalina de tal manera que acabé empujando la puerta con demasiada fuerza y saliendo a la calle con lo que parecía -y era- desesperación.

Felizmente, y desgraciadamente porque acababa de hacer el ridículo, King estaba allí. Estaba sentado en su  enorme Harley en la misma postura que aquel día en el estacionamiento. Llevaba incluso el mismo atuendo, unos jeans desgastados que le quedaban como el sueño de cualquiera, unas botas de motociclista toscas que resultaban sorprendentemente sexys, y una camiseta nueva, ésta de un gris oscuro que hacía que sus pálidos ojos brillaran como el mercurio.

Sonreía con arrogancia cuando mi mirada se posó finalmente en la suya.

—¿Te has saciado?—, me preguntó.

El calor inundó mis mejillas.

Primero, me tropiezo literalmente al ir a verlo y luego me pillan mirándolo.

Dios, qué torpe soy.

Me eché el pelo hacia atrás y me encogí de hombros sin poder evitarlo mientras explicaba: —Soy un gran torpe.

Le vi echar la cabeza hacia atrás, y cuando digo echar, quiero decir que la echó hacia atrás con tanta fuerza que me preocupó que se cayera de espaldas sobre la bicicleta, y luego procedió a reírse a carcajadas de mí durante unos
treinta segundos. En serio, los conté. Cuando terminó, se limpió los ojos con el dorso de la mano y me sonrió.

—Eres fácilmente el hombre más divertido que he conocido.

—Es evidente que no conoces a muchos hombres— repliqué.

Sus párpados bajaron y sus ojos perdieron su brillo mientras se calentaban.

—Nene, creo que los dos sabemos que he conocido a un puto montón de hombres.

Sí, no lo dudaba. El hombre parecía un dios griego. No había forma de que alguien tan atractivo permaneciera sin un compañero de cama por mucho tiempo.

Sin embargo...

—Puede que hayas dejado claro tu punto de vista, pero ahora realmente no quiero subirme a la parte trasera de tu moto.

Sus labios se movieron pero se mordió el labio para ocultar la sonrisa. Aunque era un pobre intento de disimular su evidente diversión conmigo, me alegré porque había adoptado mi pose de profesor serio, con las manos en las caderas, el peso sobre una pierna con la otra extendida para poder golpear mi talon, y la barbilla inclinada hacia abajo para poder mirar a través de las pestañas. Si no se lo tomaba en serio, sabía que nunca tendría la oportunidad de hacer que me escuchara.

—Nene—, dijo, como si eso anulara todas mis dudas.

No lo hizo. Al menos, no realmente. Me gustaba que me llamara nene, aunque fuera porque no sabía mi nombre.

—¡Ni siquiera sabes mi nombre!— Acusé, sorprendido de que acabara de darme cuenta.

—Sí.

—Me has estado llamando nene porque ni siquiera sabes mi nombre y aquí estaba, gustándome que me llamaras nene—le expliqué con las manos ahora puestas en mis caderas.

Ladeó la cabeza mientras me miraba fijamente, todavía sonriendo.

—No veo el problema si te gusta.

C D C [Taedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora