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Fue después de otro chupito de tequila, tres cócteles(un gin tonic, algo llamado Moscow Mule que estaba fabuloso y un cosmo martini que me pareció que sabía a azúcar líquido, así que puaj) y una cerveza Blue Buck para mí y sólo el chupito y una cerveza para King.

Fue después de haber perdido cuatro veces en billar pero de haber pateado el culo en el Mrs. Pac-Man y después de haber conocido a algunos de los habituales, todos ellos ancianos excepto un nerd pelirrojo que trabajaba en su ordenador llamado, inexplicablemente, Jeongin.

Era, en definitiva, después de la mejor cita y probablemente la mejor noche de mi vida, y King y yo nos dirigíamos de nuevo a Entrance porque ya había pasado la medianoche y yo tenía clase a la mañana siguiente.

La felicidad que sentía me llevaba a la distracción, por lo que tardé un momento en distinguir el nuevo sonido del viento que corría, el ruido de las motocicletas y la vibración cada vez más fuerte de las máquinas contra el pavimento a medida que ganaban terreno. Antes de que pudiera darle sentido, nos rodearon.

Jadeé y me apreté aún más a King, que juró con maldad en voz baja.

Los motoristas nos rodeaban por todas partes, y dos de ellos se acercaban a nuestra moto, por lo que nos vimos obligados a reducir la velocidad.

Mis ojos recorrieron la letanía de cromo, negro y cuero, la ráfaga de rostros y pieles tatuadas. El rostro esquelético del infame parche de The Fallen MC me miraba desde todos los ángulos. Parecía algo sacado de una película de terror.

Inmediatamente, supe que me merecía cualquier horror que viniera después.

Esto era lo que me pasaba por arriesgarme.

—No tengas miedo, nene. Voy a parar en el siguiente arcén— dijo King entre el rugido del viento y los motores en marcha.

No me molesté en contestar porque sería imposible igualar el volumen del viento y porque ya habíamos empezado a salir de la carretera.

Apenas nos detuvimos antes de que King me bajara suavemente de la moto, consciente de mi cuerpo dolorido e inexperto.

—Quiero que te quedes aquí y no digas nada, ¿sí?—, me murmuró mientras me acomodaba cuidadosamente contra su moto.

—De acuerdo—, susurré, con los ojos clavados en el pequeño grupo de hombres vestidos de cuero que se acercaba a nosotros.

—Oye— dijo, pellizcando mi barbilla entre sus dedos para que me viera obligado a mirarlo. —Aquí no va a pasar nada. Estos tipos, son mi familia. Me han visto con un chico y probablemente sólo quieren regañarme por ello. No te preocupes. Deja que me ocupe de ello solo. No son la clase de hombres que alguien como tú entendería.

Algo pasó por su cara, algo que se parecía mucho al arrepentimiento seguido rápidamente de la vergüenza, pero se alejó de mí antes de que pudiera descifrarlo. Observé su paso suelto y rodante con un poco de lujuria a pesar de mi incomodidad. Llamó a un hombre mayor, bajito y fornido, que vestía de negro y llevaba el pelo blanco de punta. Se dieron uno de esos abrazos varoniles, del tipo golpear el puño en la espalda, antes de agarrarse por la nuca para juntar sus frentes mientras hablaban en voz baja sobre algo.

Los otros chicos se quedaron atrás, riendo y echando mierda, mirándome con curiosidad pero manteniendo las distancias. Un tipo empezó a acercarse, pero la mano de King se flexionó y se soltó, una señal sutil, pero que el hombre que avanzaba atendió al instante.

Me fijé en los enormes parches blancos, verdes oscuros y negros de la espalda de sus chaquetas y chalecos y traté de tragarme mi aprensión. Había estado en lo cierto todas aquellas semanas al pensar que King estaba involucrado en algo peligroso en aquel estacionamiento trasero de Mac's Grocer. Formaba parte de The Fallen MC, la banda criminal que había acaparado el mercado del comercio de marihuana no sólo en Vancouver, sino en toda la provincia y en la mayor parte del oeste de Norteamérica.

C D C [Taedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora