Nade sabe cómo es el amor de una diosa elemental, pero se dice que Brunela sintió cómo su existencia desmesurada sucumbía a la contemplación de Perus. Y lo miró, como se mira el caer de las flores de durazno y se desea que la primavera se quede para siempre. Lo miró como si toda la brisa del mundo se concentrara en un único sitio, inmensamente invisible.
Y he aquí que Perus sintió que le faltaba el aire y, al instante siguiente, una bocanada más grande que su propia vida le entró por la boca. Y él era sólo un humano y cada palpitar de la diosa era una agonía para el hombre.
"Tal vez ha llegado el momento de mi muerte", pensó Perus, sin saber que era Brunela quien lo asfixiaba. Y en ese pensamiento urgente, el viejo lector se precipitó de nuevo hacia el libro para pasar la página y retener en la agonía los últimos renglones de su existencia.
Pero Brunela no buscaba la muerte de Perus. Al contrario, trataba de atraer su atención, invocarse y hacerse tangible en el pensamiento de aquel hombre. Supo entonces la diosa que su intención era demasiado fuerte para un mortal, que debía presentarse ante él de otra manera. Entonces concentró su poder en aquella habitación de argamasa sin pensar en la noche, en la ciudad, en las estrellas que se movían a su alrededor y en las que cada noche fijaba la trayectoria de miles de sueños y corrientes luminosas que descendían al mundo.
Perus sintió que la asfixia pasaba, pero cuando quiso pasar la página del libro no pudo hacerlo. Tampoco pudo mover el libro, pesaba como una losa pues todo el espacio vacío del mundo –el delicado pie de la diosa Brunela– se había posado sobre ella. Perus se levantó de la silla y recorrió la habitación. El tiempo parecía haberse detenido. La flama de la vela ya no titilaba. El broche de la ventana no cedía. Las mantas de la cama conservaban sus pliegues aunque Perus las alisara con las manos. "Estoy perdiendo la razón", pensó el anciano y quiso salir de ahí, buscar los adoquines, el aire de la noche, despejar su mente con un paseo desesperado. Pero el picaporte no cedió, la materia estaba subyugada por una fuerza invisible que la mantenía fatalmente en su sitio.
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Brunela y Perus
Fantasi¿Qué ocurriría si la diosa del aire y de lo invisible se enamora de un anciano lector? Ambos personajes se buscan desesperadamente entre tierras que se mueven, cielos que se convierten en marea y un lugar que permanece fijo para siempre. Una vieja l...