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Canadá miró por el borde, esperando en silencio que lo que acababa de presenciar hubiera sido producto de su imaginación. Había estado extrañando a su pareja por su ausencia y devorado por la culpa, cada noche sentía su presencia en la habitación vacía de la casa que compartían.

El cuerpo inerte de su pareja sólo reflejaba algo que él no podía procesar.

Dio unos pasos hacía atrás y se dejó caer sentado en el suelo. Miró por unos segundos hacia la nada antes de volver en si y gritar.

Un grito que provino de su pecho y que le arrebató todo el aire que tenía en los pulmones en ese momento. Un grito que se escuchó a lo largo de toda la calle y que demostraba que había un cómplice para el suicido que acababa de suceder.

Sus manos temblaron de repente, hormigueando y lágrimas sin control salieron de sus ojos. La culpa entonces lo comió vivo.

No lo puedo creer.

¿Realmente había manipulado tanto al tricolor para que en su ausencia y traición acabase con su propia vida?

Rió enloquecido por la idea mientras el dolor y la angustia lo estaban devorando vivo.

Los murmullos de la gente bajo el edificio estaban haciendo bullicio que interrumpía su descenso a la locura, tomó el cuchillo con el resto de sangre de México y bajó del edificio, encontrándose de frente la imagen más dolorosa que ni en sus peores pesadillas habría deseado ver.

Miró el cuerpo rodeado y con policías y ambulancias que llegaban apurados, incapaz de hablar e incapaz de no culparse por lo que veía.

Pasó de largo, como si no conociese al fallecido.

Como si no fuera su razón de vivir. Su obsesión. Su príncipe.

Pasó de largo, con la culpa atada al cuello. ¿Y cuánto podría aguantar con la carga atada?

Cuánto puedes resistir cuando asesinaste a alguien.

Canadá no soportó demasiado, porque tan solo al llegar a su casa, destrozó todo, lleno de coraje y completamente fuera de si mismo. Con la me te vacía y el corazón ahogado en dolor. La primera noche nisiquiera pudo dormir. Ni la segunda. Ni la tercera. Ni la cuarta. Y en la quinta, se quedó dormido sin haberse movido un centímetro desde el tercer día que se sentó en el sofá a meditar la culpa.

Y de comer ni hablamos.

Toda la familia del Mexicano e incluso sus amigos no tenían idea de lo que había pasado. Todos asumieron que Canadá estaba de luto encerrado.

Todos menos USA.

Pero USA no tardó en darse cuenta de que su hermano había presenciado algo que lo iba a tener traumado el resto de su vida. ¿Matar al amor de tu vida? ¿Eso es poco para alguien que ha vivido cientos de años?

USA, aún sin saber y sólo asumiendo, intentó que Canadá no se perdiera para siempre en su sofá disociado.

Los países no pueden morir, pero sus cuerpos sí.

La reencarnación de México ya había nacido. Pero nadie le había dado la noticia a Canadá. Y nadie lo haría, porque probablemente ya lo sentía.

Aun así, su elección fue ahogarse en su propia culpa el resto de su vida. El resto de la eternidad o el resto de su existencia.

Is there any sense on living if I'm going to reincarnate anyway? — Piensa en voz alta, mirando hacia el suelo pero sin realmente mirar nada. Con un revólver en la mano y sin fuerzas. Solo y con la casa hecha un desastre desde hace más de dos meses, cuidado por USA pero él sin intenciones de vivir más.

Dependiente de quien asesinó por la dependencia que tenía hacia él.

— There's not.

Príncipe. /Canmex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora