VI

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Canadá disfrutaba de ver de esa forma a México, dándole todo lo que nadie le daría nunca, y esté cayendo en sus trampas y deseos.

La manera en la que México se había vuelto dependiente al otro norteamericano simplemente le encantaba. Dependencia. No lo entendía hasta que lo meditaba. México disculpándose de manera desesperada ante el, lo sentía suyo, como si no fuera a dejarlo ir cual princesa atrapada en su enorme torre sellada.

México era muy especial, sus colores y actitud, él carácter único que tenía, sus habilidades y dulzura. Sus rasgos admirables para cualquiera y fácil de codiciar, su delicadeza interna y cada detalle que muchos veían en el, pero que Canadá había logrado poseer. México también era fácil de persuadir, eso, era algo que le daba cierta desventaja al canadiense.

Metido en sus pensamientos siente la fría mano de México en su mejilla, riendo aún cuando México llora, besando el dorso de la mano ajena con delicadeza.

— ¿Why are you crying?

— N-No lo sé, ¡A-Ayúdame puta madre!

El desespero en la voz del joven latino y sus ojos suplicantes de ayuda sacaron al bicolor de su trance. Las manos del tricolor estaban heladas y lágrimas empapaban sus mejillas de manera desenfrenada, sus piernas temblaban como si fuera gelatina con mucha agua, su cara se veía algo pálida. Sentía que iba a morir o algo así.

Canadá reaccionó al instante al verlo en ese estado, cargándolo con delicadeza como princesa y recostándolo en la cama de la habitación. Para empezar, acarició el cabello de México, el suave y delgado cabello que tenía en busca de calmarlo. No sabía que le pasaba y eso lo aterraba.


Interior, corazón.

Príncipe. /Canmex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora