-Yo creo que Adam está celoso -dijo Rita cuando le conté sobre mi pasada noche en casa de mi madre. Fruncí el ceño ante su observación y le lancé un puñado de papas fritas al rostro. Ella respondió lanzándome algunas también. -Él no tiene ningún motivo o razón para ponerse así -le dije. Rita rodó los ojos. -Já, enamorados. Todo el mundo se da cuenta de la atracción entre los dos, menos ellos -dijo, exasperada. -¿Yo, enamorada de Adam? -Por favor, Anna, es tan obvio. -Es cierto -la secundó Dulce, la chica gótica que tomaba los turnos de cajera por la tarde. Ella llevaba su maquillaje oscuro al extremo: su boca estaba pintada de negro, sus uñas tenían pequeñas calaveras plateadas que hacían juego con sus accesorios, su piel se encontraba pintada de blanco cadáver y tenía un tatuaje en el brazo de una mano mostrando el dedo medio que decía: ¿Te parezco Dulce ahora?-. No hablas de otra cosa más que de él. -Cariño, reconozco el amor cuando lo veo -opinó también Mirna-, recuerdo cuando estuve casada hace doce años... -suspiró teatralmente-. Fue una pesadilla. Por eso te digo que tienes que aprovechar y sacarle el jugo a tu juventud. Acuéstate con tantos hombres como puedas, no vaya a ser que después descubras que tienes cincuenta y que tu piel está arrugada hasta por las zonas bajas... -Ok, demasiada información -la detuve. -Muchachas, muchachas. Por favor, dejen de hablar -nos regañó Cliff. Supuestamente estábamos en medio de una reunión de trabajo, discutiendo sobre el nuevo aditivo al menú: una hamburguesa de pollo con extra chile picante, cortesía de los ejecutivos de alto rango. -Les voy a pasar algunas muestras para la degustación -nos dijo él-, yo en lo personal ya comí tres de ellas. Las van a disfrutar. Gustavo, el único chico que trabajaba en el restaurante, nos pasó las hamburguesas envueltas en un papel marrón mientras que Cliff tomaba asiento y comenzaba a devorar otra.
-Escuché que tú y tu ex novio saldrían este sábado -mencionó Gustavo cuando se detuvo a mi lado. Él andaba como por los quince años; era de piel canela y en su rostro empezaban a aparecer pequeñas manchas dignas de la pubertad. -Las noticias aquí vuelan rápido -murmuré. -¿Entonces? ¿Es verdad? -No del todo -dijo alguien a mis espaldas-, también saldrá conmigo. Ni siquiera me volteé a verlo, ya sabía que se trataba de Adam. ¿Cómo rayos pudo entrar al restaurante si se suponía que estaba cerrado? Gustavo amplió los ojos enormemente, luego se escabulló como rata cobarde. Adam arrastró una silla a mi lado y tomó algunas de las papas fritas que tenía en mi plato. Instantáneamente sentí a más de cuatro pares de pies chocando contra los míos por debajo de la mesa, como diciendo: ¿Veees? -Oye, aun no he terminado de comerlas -protesté, ignorando todas las miradas de mis compañeras de trabajo. Adam parpadeó en mi dirección y continuó comiendo como si yo no hubiera dicho nada. Llevaba cada papa a su seductora boca con un movimiento en la muñeca que... Simplemente era hipnótico verlo. -¿Qué haces aquí? -pregunté cuando recordé que no se deben ver a las personas fija e indiscretamente como si fueran una clase de postre para devorar-. Esta es una reunión de trabajo y tú no trabajas en este lugar... -Adam se levantó momentáneamente de su asiento, buscando con la mirada a alguien. Sus ojos se detuvieron en Cliff. -¿Con quién tengo que hablar para que me contraten? -gritó él. Cliff despegó la vista de su hamburguesa y frunció el ceño hacia Adam. -No estamos empleando a nadie... -Lo haré gratis. -¡Contratado! -sonrió Cliff, elevando sus regordetas mejillas. -Listo, ahora trabajo aquí -anunció triunfalmente, agarrando más de mis papitas-. No puedes correrme. Lo miré boquiabierta. ¿Acaso estaba loco? -¿Es que no tienes un trabajo real? Ni siquiera sé de qué te ganas la vida. -Me gano la vida limpiando parabrisas de autos en los semáforos -hizo una pausa para embadurnar una papa con Ketchup-, y estoy aquí porque se me da la gana. Oh, casi lo olvidaba, estoy también porque vine a verte. ¿Vino a verme? Miré de soslayo a Rita quien se hacía la que no estaba escuchando nada... al igual que el resto de las que se encontraban sentadas en la mesa. -¿Para qué? -¿Para qué, qué? -¿Cómo que para qué, qué?
-¿Para qué, qué, de qué? -¡Adam! -¿Anna? -¡Ya, los dos! -nos detuvo Dulce-. Van a hacer que la vena de mi frente cobre vida y mute en un zombi. De todas las cosas que pude hacer, solo se me ocurrió reírme. Adam hacía lo posible por no imitarme pero cedió al instante. Las esquinas de su boca se estiraron hacia arriba y en un segundo los dos reíamos como si fuéramos niños pequeños. Dulce nos lanzó miradas que harían a un cubito de hielo derretirse. -Infantes -nos regañó. -Déjalos ser -bromeó Mirna-, si yo tuviera su edad ya hubiera echado al chico sobre la mesa y lo desnudaría lentamente. -Iuuggg -chillé-. Mirna, eso es asqueroso. Aunque de alguna forma no se me dificultaba imaginarme a Adam con menos ropa de la que usaba... De verdad quería ver qué decía el tatuaje en su espalda. Me quedé tonteando por un momento, perdida en mis pensamientos, que no me di cuenta cuando Adam se me quedó viendo fijamente y con una ceja elevada. -¿Qué? -pregunté. Oh no, ¿acaso estaba babeando? ¿o ahora él podía leer mentes y ver los sucios pensamientos que daban vuelta en mi cabeza? -Me estabas imaginando desnudo, ¿verdad? -dijo con un aire de suficiencia. Fruncí el ceño. -Ya quisieras... -Oh.por.Dios, ¿cómo lo supo? -Bueno, soy de los que no les gusta dejar nada a la imaginación. Se puso de pie y repentinamente se paró sobre la silla en la que se sentaba; inmediatamente todos en la habitación se le quedaron viendo. Cliff detuvo su mano en el aire justo cuando se llevaba una segunda hamburguesa a la boca. -¿Qué estás haciendo? -pregunté, nerviosa. Miré las reacciones de mis compañeras pero ellas estaban embobadas, viéndolo. -¿Alguien puede poner algo de música? -dijo él. Al instante Gustavo salió disparado hacia la oficina de Cliff y segundos después sonaba por los parlantes una canción popular y conocida de Maroon 5. -Moves like Jagger, qué oportuno -balbuceó Adam. ¿Por qué parecía ser la única que no sabía qué estaba pasando aquí? Comprendí finalmente sus motivos cuando vi cómo se paró sobre la mesa en la que comíamos; Mirna se apresuró a quitar todos los platos y cualquier posible obstáculo para dejarle el camino libre. Nooooooo. Él iba... Él iba a... Adam comenzó a mover sus caderas al ritmo de la música. Fue juguetón y bromista, pero una vez que fijó sus ojos en los míos, vi que se tomaba esto más en serio. Pronto empezó a desabotonarse la camisa... botón por botón mientras seguía bailando.
Noooo... Finalmente se quitó la camisa por completo. Todas las chicas presentes (más Gustavo) se quedaron viéndolo hipnotizadas. Él tenía una piel increíblemente tersa; en su hombro izquierdo se miraba un tatuaje de patrones geométricos estrechos, junto con intrincadas líneas delgadas. Parecían ¿raíces? Que se perdían y se conectaban con otro tatuaje en su espalda. Me quedé boquiabierta al ver sus músculos. Tenía otro en su pecho, una frase en letras cursivas que ni siquiera se podía leer bien. Luego se dio la vuelta, girando sobre su eje, me dio la vista a más tatuajes en la espalda, todos en negro, nada de color. -¡De eso estoy hablando! -gritó Mirna. Ella comenzó a desabrocharse el delantal y una vez fuera, lo agitó en el aire, como vaquera girando el lazo -. Necesitábamos algo de acción por aquí. ¡Vamos, cariño. Quiero ver más piel! Por el rabillo del ojo pude ver a Cliff ponerse de pie, su rostro estaba rojo y las comisuras de sus labios se encontraban untadas con mostaza. -¡Oigan, esto no es un club nocturno! -gritó él. -¿Cuánto quieres para que lo sea? -devolvió Adam sin dejar de bailar. Cliff amplió los ojos y se relamió los labios. -No quiero nada. De igual forma Adam le lanzó un pequeño rollo de billetes que se sacó de la billetera del pantalón. Cliff se quedó callado y continuó comiendo como si nada hubiera pasado. ¿Cuánto dinero tenía Adam? Ahora más que nunca quería saber en qué trabajaba. Llevaba cinco meses de conocerlo y parecía como si en realidad no supiera nada de su vida. Él regresó a la labor de desabrochar sus pantalones. Mirna y Gloria, otra de las chicas que freía las papas, depositaron billetes en los bolsillos de Adam. Resoplé. Mi rostro quemó en caliente cuando él me miró y me lanzó su camisa perfumada al rostro. -Solo para ti, nena -me dijo y me guiñó el ojo. Eso bastó para ponerme como pudín regado en el suelo. -Oh, esto se va a poner bueno -sonrió Rita mientras miraba entre Adam y yo. -Juro que si hubiera elegido algo de Slipknot ya me le hubiera lanzando encima -masculló Dulce. Me quedé estupefacta. Adam me hacía señales con la mano para que lo acompañara sobre la mesa. En mi lugar, fue Mirna la que se unió. Ella comenzó a hacer el baile del caballo, la mesa crujía un poco cada vez que saltaba y movía su cadera recién sometida a cirugía ortopédica. -Anna, sube tu trasero aquí -gritó Adam para hacerse escuchar sobre los gritos de las chicas que bailaban alrededor.
Negué con la cabeza. Paró de bailar, viéndome con la típica mirada que ponía cuando algo no salía como a él le gustaba. Rápidamente bajó de un salto de la mesa y me agarró de la cintura. -Sube o te subo -me amenazó. -¿Qué...? Tú no me mandas. -Bien. Será por las malas. Me apretó fuertemente y me encaramó a su hombro; su mano derecha sostenía mis piernas. -¡Adam, bájame! -golpeé su espalda. Pensé que iba a llevarme hacia la mesa para obligarme a bailar, pero vi que se desviaba hacia la puerta de salida del restaurante. -¿Qué estás haciendo? -chillé, comencé a golpear una vez más su desnuda espalda. Desde donde estaba, podía ver parte de su tatuaje, intenté leer lo que decía pero Adam caminaba rápido y me mareaba. Pronto nos encontramos fuera, nadie se dio cuenta de que nos habíamos ido. -¡Adam! -lo golpeé nuevamente. -Cálmate. Solo quiero mostrarte mi lugar de trabajo. -¿Los semáforos, en donde limpias parabrisas? -soné sarcástica. -Exacto. -Adam, bájame. Estás sin camisa y la gente nos mira raro. Bájame antes de que diga que me estás secuestrando. -¡La estoy secuestrando! -gritó en medio de las calles. Jodido desgraciado-. ¿Ahora ves que a la gente no le importa? Además, tú tienes mi camisa. -¿Qué? -La tienes justo en tus manos... Bajé la mirada hacia mis manos y... sip, tenía agarrada la camisa de Adam. ¿Cómo...? La solté inmediatamente. -Ahora, eso fue maleducado -dijo, tratando de agacharse para recogerla. Aproveché a zafarme de su agarre, separándome de sus brazos y poniendo distancia entre ambos. Me puse en pie temblorosamente y, gracias a un mal paso, caí sobre mi trasero. Adam comenzó a reír, luego me tomó de la cintura para levantarme. -Anna, solo sígueme. Quiero mostrarte lo que hago... -dijo él. -¡Anna! -llamó de repente una familiar voz a mis espaldas. Me giré para encontrar a la mamá de Marie viéndome de forma desaprobadora. Tragué saliva y me forcé a sonreírle a la mujer de cabello corto color naranja y de figura regordeta. -¡Tía Charlotte! -chillé sorprendida. Ella no dejaba de fruncir el ceño en dirección a Adam. Fue allí cuando me di cuenta de que él aún me tenía agarrada de la cintura... y que continuaba sin camiseta.
Me separé inmediatamente. Adam no conocía a mi tía, o a cualquiera de la familia de Marie, porque ella ya les había presentado a Eder como novio oficial. -Tu madre me llamó el otro día. Deberías visitarla -me regañó-, es una mujer débil y sensiblera. La pobre pasa por su crisis de la mediana edad y tu aquí... Coqueteando. Dijo esta última palabra como si fuera lo más asqueroso que pudo haber salido de su boca. Disimulé mi malestar debido a su comentario y forcé aun más mi sonrisa. -Ya la fui a ver. Ayer precisamente. -Hmmjum. Ella examinaba a Adam con ojo de águila. ¿Coqueteando? ¿De verdad pensó que yo estaba coqueteando? De pronto, una pelirroja de cuerpo curvilíneo se giró en la esquina y se detuvo en seco al vernos. Era Marie. Pánico se instaló en sus ojos azules al recorrer con la vista a un Adam de pecho descubierto, a su madre y a mí. Se acercó a paso lento hacia nosotros y se aclaró la garganta. -Anna -asintió con la cabeza-, ¿qué haces aquí? Ella hacía todo lo posible por ignorar a Adam; simulaba que no lo conocía. -Salí del trabajo temprano -dije tratando de agarrar valor. -¿Y él es...? -habló mi tía. -Adam -respondió él a su pregunta. Lo podía ver en sus ojos: estaba furioso. Apostaba a que se sentía verdaderamente molesto con Marie por su fría indiferencia, pero desde un principio él estuvo de acuerdo en mantener su relación secreta. Adam extendió su mano para estrechar la de mi tía, pero ella dudó en si debería o no. Hizo una mueca y finalmente intercambiaron saludos. -¿Y cómo conoces a Anna? -lanzó ella. Su tono era de puro desdén. -Porque... -Marie se puso alerta y negó disimuladamente con la cabeza, haciéndole señas a Adam para que no mencionara que ambos se conocían- ella es mi novia. ¿Qué... qué? Palidecí al instante, amplié mis ojos y volteé a verlo de forma incrédula. -¿Anna tiene novio? -dijo mi tía. Pocas cosas la sorprendían y esta era una de esas-. Ella no me ha dicho nada. Tragué saliva. -Es que ni yo misma lo sabía -golpeé con mi pie la pierna de Adam. Él sonrió descaradamente. Idiota. -Justo hoy se lo iba a preguntar -dijo, se giró hacia mí, y noté detalladamente otra porción de uno de sus tatuajes en la nuca-. Anna, nena, ¿entonces? ¿Eres mi novia o ya no quieres serlo?
Me obligué a no estallar en rabia. -Pero... Pero, ella ya tiene novio -habló Marie. Su rostro era la viva imagen de la ira-, ¿qué pasó con ese chico que estuvo la otra noche en el departamento? Hasta usaron una fuente de chocolate. La iba a matar. Sip, la mataría. -Eso fue romance de una sola noche -se bufó Adam-. Me aseguré de que no volviera a ver al tipo. Mi rostro estaba rojo. -¿Y qué sucede con tu ex novio? -continuó Marie-, ayer me dijiste que lo viste nuevamente, ¡que lo besaste! No podía creer que estábamos teniendo esta conversación frente a mi tía, en medio de la calle... cerca de un Motel llamado El Paso, con Adam sin camiseta y con el botón de sus pantalones desabrochado. -Oh, eso fue un breve desliz. A cualquiera puede ocurrirle -dijo él respondiendo por mí-. Ya lo superamos, ¿no es así, nena? Por más enojada que estaba con él, no pude evitar ablandarme un poco cuando me llamó nena. Se sentía bien escucharlo decir que yo era su nena. Neeeenaaaa. NENA. -Ah... Interesante -se limitó a decir mi tía-. Marie, debemos irnos. Chasqueó sus dedos y caminó sin despedirse. Marie me advirtió con la mirada que tendríamos una conversación más tarde, y luego se echó a correr detrás de su madre. -Por cierto -mi tía devolvió sus pasos, viendo a Adam por un breve instante y luego regresó su mirada hacia mí-, esta noche pasaré un rato por el departamento. Espero encontrarlo limpio y pulcro. Se giró y caminó sacando su voluptuosa retaguardia hacia atrás. Después de verlas a ambas girar por en la siguiente cuadra, Adam habló: -¿Soy yo, o ella camina como si tuviera un palo de golf atravesado en el trasero? -Siempre pensé que era más bien un bate de béisbol. Ambos nos miramos a los ojos, solo eso bastó para que desatáramos la risa loca. Después de un minuto, le di un manotazo en el hombro. Fuerte. -Auuu -se quejó. -Eso fue por decir que era tu novia. Volví a darle otro manotazo en el mismo lugar. -Y eso fue por cargarme a la fuerza cuando te pedí que me bajaras. Iba a propinarle un tercer golpe por haber pedido trabajo a Cliff y haber puesto a bailar a todos los empleados, pero él me detuvo, sujetándome de la muñeca. -Esto es por haberme ayudado a esconderme todas esas veces en tu cuarto -imitó él, en vez de golpearme, me besó en la frente. -Esto es por hacerme llorar de la risa -me atrajo para besar mi mejilla. -Esto es por cubrir a Marie y echarte la culpa por Chocolator. Sé que fue la aventura de una noche de ella.
Adam besó mi otra mejilla. Antes de que pudiera decir algo, él me tomó de los hombros y me miró de forma determinada. -Y esto es por retarme a cada minuto del día; por ser tan terca y bipolar. En un minuto te ríes y al siguiente estás golpeándome en el hombro. Oh no, ¿qué rayos iba a besar ahora? Acercó sus labios a los míos, los presionó hasta que reaccioné y me di cuenta: ¡Adam estaba besándome en la boca! Me quedé estática y en shock por unos segundos, pero rápidamente cerré los ojos y respondí a su beso. Era eléctrico. Recargado. Su boca se movía con elegancia en contra de la mía. Sentí su mano derecha bajar hacia mi cintura mientras que la otra hacía su camino hacia mi nuca y pasaba sus dedos por mi cabello. Mi cabeza daba vueltas y en lo único que podía pensar era que él me convertía en pudín. Se separó demasiado rápido para mi gusto, instantáneamente me hizo falta el calor corporal que me ofrecía. Bizqueé solo para ver que comenzaba a ponerse su camisa de botones. Me sentí como Bambi aprendiendo cómo caminar: desorientada. -Hasta pronto Anna. Te veré el sábado -dijo. Lo vi caminar, alejándose de mí. Tuve que obligarme a no salir corriendo detrás de él y suplicarle para que me besara de nuevo. Me quedé ahí, parada como una imbécil y en estado de shock. Mierda: Adam me había besado. Doble mierda: él supo todo el tiempo lo de Marcus. Triple mierda: lo iba a ver el sábado... junto con Mason. Esto era demasiado que procesar para el pobre cerebro de una cajera que ganaba veinte dólares semanales. Demasiado por comprender en mi estado pudín.