Parece tan frustrante hablar de lo mismo una vez tras otra, y si lo es escuchado desde afuera, imagina la tortura que es vivirlo en carne propia.
Te debilita, te destruye desde dentro, lento, doloroso, y desesperante, como un parásito. Solo puedes llorar en silencio para que no noten lo rota que estás.
El monstruo vive bajo mi cama, a mis espaldas; a donde sea que vaya me persigue, y ya no puedo con esa carga.