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Con los restos de una lluvia imprevista que sacudió a Nueva York en tan solo unos minutos, Poe llega a su casa más feliz de lo habitual. Su celular está muerto, de lo contrario, él se habría percatado de que le llegaron decenas y decenas de mensajes y llamadas.

Cuando arrastra la puerta con esperanza de entrar y no mojarse más, lo que ve es la silueta de su tío al teléfono.

—Oye, tío, ¿qué sucede? —se acerca para mirarlo mejor, no está seguro de lo que sucede, pero se ve con una cara preocupada. —Ya llegué, ¿me estuviste esperando?

Herman se voltea de inmediato cuando lo siente y escucha más cerca. Su cara es seria, como nunca la había visto antes, o casi nunca, no era el típico chico adolescente que acostumbra a meterse en problemas y preocupar a su tutor. Parece que sus esfuerzos por retenerlo fueron buenos durante unos años, hasta que estos poderes se asomaron y lo arrebataron de la crianza que le brindó su tío.

—¿Dónde has estado? —se talla los ojos, como si estuvieran secos por enfocarse tanto tiempo mirando el televisor. O el celular. —Me llamaron de la escuela diciéndome que tuviste una pelea, luego que te saliste sin permiso y no sabían dónde estabas. —lo sujeta de los brazos, no alcanza los hombros en plenitud por la diferencia de altura. —¿Y luego, cuando le pregunto a Lovecraft, me dice que no sabe nada de ti?

—Lo siento, tío. —se encoje por lo sucedido. —No debiste marcarle, él está en una cena con su papá ahora y-

En un instante, Poe pasa de creerse la persona más ruda a sentirse como una estatua de piedra que llegaría a romperse con el más mínimo rasguño.

—Me lo explicó, pero entiende que no podía quedarme de brazos cruzados sin saber dónde o cómo te encontrabas. —lo agita para que lo mire a los ojos. —La otra noche llegaste en malas condiciones, tenía miedo de volverte a ver mal. ¿Te viste en un espejo hoy? Estás lleno de moretones.

Poe sale de su estupor cuando cae en el abismo más profundo de la promesa que le hizo a su amigo y rompió. Como un mal amigo haría, dijo que cumpliría y no lo hizo.

—Tío, por favor ayúdame. —ruega con todo su ser de que no sea tarde para ninguno. El mencionado solo corta la línea y espera a sus siguientes palabras. —Le prometí a Lovecraft que llevaría a su amiga Lucy hasta su casa porque dijo que saldría tarde de una presentación y yo le dije que sí. —la boca de Poe tiembla. —Pero me olvidé, no quiero incumplir el favor. Y tampoco quiero que su amiga se vaya sola a casa en la noche, así que, por favor, llévame en tu auto a recogerla.

—¿A qué hora está ella saliendo? —pregunta mirando el reloj. -Es bastante tarde.

—A las diez. Estamos a buen tiempo para llegar, estoy seguro. —junta sus manos para que su tío acepte. Lo cual no tarda, ya que agarra su chaqueta del sillón, por la fría noche de otoño, y las llaves del auto.

—Lo hago por ella. Tú tendrás problemas cuando regresemos a casa. —señala con seriedad. Poe se habría intimidado en otro momento, no ahora, porque no quiere desconcentrarse del problema actual. —¿Te mandó la dirección?

—Sí, aquí la tengo. —saca su celular, el cual no tiene batería, y se golpea mentalmente. Su tío le pasa un cable de la guantera para que cargue el celular mientras van alistándose para salir. —Muchas gracias.

Cuando pudo corroborar la información de dónde era que se debían encontrar, también se topó con los mensajes de Lovecraft preguntando en dónde estaba y si iría a ayudar a Lucy, también había llamadas de por medio, algunas con mensajes de voz Respondió a sus mensajes, uno por uno, diciéndole e intentando calmarlo, para que supiera que al final ya estaba de camino a recoger a Lucy. Ahora fue Poe quien no obtuvo respuesta, ni de lectura, ni una llamada.

| El sorprendente Spider-poet | RanpoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora