La prostituta que aprendió a hacer el amor

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No podías dejar de pensar en él y con ello, en los sentimientos que surgieron, que estabas segura de que te arruinarían.

Mirabas por la ventana de tu apartamento en el que vivías, observando aquella ciudad desde lo alto, reflexionando sobre toda la situación y el cómo se convirtió de esa forma que ni siquiera te diste cuenta.

¿Querer a un cliente? Una estupidez muy grande que se volvía realidad.

Tu celular comenzó a recibir una llamada, era una amiga tuya del trabajo.

— ¿___? ¿No piensas venir hoy?

—No, no me encuentro muy bien.

—Recupérate entonces, si quieres, puedo encargarme de Ghost en lo que descansas.

Sentiste cierta acidez de solo suponerlo, en cualquier otra ocasión no te hubiera molestado, pero ahora imaginarte divertirse con alguien que no fuera tú, era intolerable, lo cual era irónico alrededor de su situación.

—No creo que quiera, pero igual se lo diré.

—Tienes mucha suerte, todas queremos ser esos cinco minutos con él, pero lo tienes tan amaestrado que ni siquiera nos ve a la cara cuando dice buenas noches.

No sabías eso y escucharlo te hizo sonreír, pero a los segundos giraste dándole la espalda a la ventana para borrar la expresión de felicidad.

—Supongo que sí. Te llamó luego—colgaste.

Eso se tenía que acabar, no podías dejar continuar esos sentimientos o te terminarían ahogando hasta la garganta.

Tomaste tu abrigo junto a tu bolso y saliste del departamento para tomar un taxi para llegar a aquella base militar.

Pasaste a la caseta de seguridad dando el permiso de visitante que tenías, el militar te pregunto a quién buscabas, así que respondiste al teniente Ghost; te regreso el permiso después de verificar que todo estuviera en orden, dejándote pasar, no sin sentir un poco de envidia por el teniente al recibir tan bonita visita.

Después de preguntar un par de veces donde estaba Ghost llegaste hasta su oficina, quedándote frente a la puerta un segundo antes de tocar, escuchaste su voz del otro lado dándote permiso de pasar.

Cuando alzo la mirada para ver de quién se trataba y ver que eras tú, se levantó de su silla tan rápido como pudo, sorprendido por tenerte frente a él en su oficina.

— ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? —se acercó con ansias, mirándote por todos lados, confirmando que tuvieras todo en orden, imaginando que si acudiste a él hasta su oficina es porque algo terrible ocurrió.

—Estoy bien—intentaste tranquilizarlo, sonriendo por su reacción. Esa misma ternura que te provocó, te recordó a lo que venías—Quería hablar contigo de algo lo antes posible.

—Te escuchó.

Tenerlo frente a ti hacía todo más difícil, te llenaba de nervios y ansias, en cualquier otra ocasión esto hubiera sido sencillo y ahora, dudabas, la voz que escuchabas de tu corazón era horrible, no querías decirlo, pero tenías que:

—Creo que deberíamos dejar de vernos.

—No—dijo autoritario al instante, estar en su ambiente le daba más confianza y poder de lo habitual, pues ahí era el que daba las órdenes y lo que dijera, se hacía.

—Es en serio, no voy a atenderte más.

—Si necesitas más dinero, solo dilo, el precio no me importa.

—No es el dinero, nada de eso—mencionaste con cierta tristeza—Esto se está saliendo de control, de mi control y no quiero que esto se vuelva más que un solo trabajo, así qu-

Otra - Ghost y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora