El oveja y la dragona puerca [+19]

Capítulo 6: Los recuerdos del Primer Emperador

—Jajaja

Barabius jadeó y apoyó la espalda contra la pared de la cueva, tan pronto como se puso de pie. Rápidamente se quitó el casco empapado de sudor antes de que pudiera recuperar el aliento. Entonces el sudor de su cabeza cayó sobre su rostro como lluvia.

Barabius se sacudió el cabello plateado húmedo y se secó el sudor de la cara con sus manos callosas. Un vapor blanco brotó de su boca con cada respiración áspera. Incluso dentro de la cueva, estaba en la entrada, por lo que no podía bloquear por completo el frío invernal.

La mano que frotaba su rostro bajó hasta su nuca. Barabius, que había pasado su mano por la parte posterior de su adolorido cuello, inclinó la cabeza hacia atrás. Luego, con una mirada de agotamiento, giró la cabeza y miró hacia afuera. La lluvia seguía cayendo a cántaros, y el camino de tierra por el que tenía que ir se ponía cada vez peor.

Fue una suerte haber encontrado una cueva tan grande bajo la lluvia. No, fue un milagro. Si hubiera continuado subiendo la montaña, se habría congelado antes de cruzar la cordillera.

Hubo una sensación de alivio por un momento, pero luego parecía que su pecho se estaba apretando gradualmente y comenzó a sentir un terrible dolor en el pecho. Qué bueno hubiera sido que no fuera solo él, sino también su familia, la que estuviera respirando en esta cueva. Si tan solo los caballeros y soldados con los que entrenó, y la gente que amaba estuvieran todos juntos

Cuanto mayor era el arrepentimiento, más doloroso estaba su corazón. Es todo inútil. Incluso si trató de enfrentar la realidad de que su familia, caballeros, soldados e incluso los residentes del territorio habían muerto, no podía quitarse de encima los arrepentimientos persistentes que le venían a la mente.

Sí, prefiero morir con ellos. Si lo hubiera hecho, no me habrían dejado solo en este vasto mundo.

La culpa de ser el único sobreviviente seguía aferrándose a su cuerpo y tirando de él como una herida. El dolor en el pecho empeoraba cada vez más, era como si una lanza se clavara en su corazón. Barabius se agarró el pecho izquierdo, donde sentía dolor, con la mano derecha. Luego, apretando los dientes, arrojó nerviosamente el casco que sostenía en su mano izquierda hacia la pared de la cueva del otro lado.

[¡Tung tang, tung tang!]

Sin embargo, debido a que la cueva era tan ancha, el casco se detuvo sin siquiera tocar la pared. El débil sonido no alivió su frustrado corazón ni aflojó su estado de ánimo.

No había ni una sola cosa que saliera bien. Porque ni siquiera podía tirar bien ese casco. Para liberarse, aunque sea un poco, del sentimiento miserable de su corazón, Barabius extendió sus manos y comenzó a lavarse la cara.

— Maldición.

Algunas malas palabras se filtraron a través de sus labios.

Los monstruos que mataron a toda su familia y amigos originalmente no eran nada. Vivían escondidos en lo profundo de las montañas, a veces atacaban a las personas que cruzaban las montañas, y en invierno bajaban a las aldeas y las atacaban como una bestia montañesa que buscaba comida.

Eso fue todo. Su apariencia era tan mala que le hacía sentir incómodo al mirarse, pero ciertamente ellos no eran los que tenían el poder de estar fuera de control. Pero, ¿Cómo sucedió eso? ¿Qué salió mal?

Un día, de repente, la cantidad de monstruos comenzó a aumentar rápidamente. El número de ataques contra las personas también aumentó gradualmente. Cada país y ciudad estableció un escuadrón de subyugación e intentó reducir el número, pero la situación empeoró a medida que el número de monstruos aumentaba más que el número de los monstruos anteriores.