Capitulo 10 *Confesión*

5 0 0
                                    

Una crisis de nervios y ansiedad se apoderó de Judith, quién seguía sollozando con agitación. Erik la contuvo con fuerza, tratando de confortarla:

—¡Tranquila! Eso no va a pasar. Vanessa no puede quitarte a Vane, porque ella es tu hija y si lo intentara, terminaría presa.

—¡No, si puede! —aseguró, soltándose pausadamente del muchacho y volteando hacia él—... porque hay algo que no sabes: Vanessa es la verdadera madre de Alma Vanessa.

Aquella sorpresiva confesión provocó el impacto total de Erik, no pudiendo dar crédito a lo que acababa de escuchar.

Aquella sorpresiva confesión provocó el impacto total de Erik, no pudiendo dar crédito a lo que acababa de escuchar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pero... ¿cómo? ¿De qué estás hablando, Judith? No entiendo nada —articuló, con hiperventilada intriga.

—Sí; a ti ya no tengo por qué ocultártelo —asintió, enfrentándose a su mirada—. Y si en estos momentos me aborreces porque crees que jugué con tus sentimientos, después de lo que te voy a contar quizás llegues a comprenderme. Aunque también se te va a terminar de caer la venda de los ojos, al ver que no soy tan buena como siempre pensaste, y ahora sí vas a despreciarme...

La joven señora se separó algunos pasos de el chofer, con el rostro enrojecido; él, a sus espaldas, le imploró:

—Dime lo que sea; me estás asustando.

Así, ambos se sentaron sobre la cama y ella comenzó a contarle toda su historia, tratando de hacerlo lo más serena posible:

—A pesar de todo mi amor y mi empeño, las cosas no estaban funcionando en mi matrimonio. Y ese día supe por qué...

»—En nuestra noche de bodas, yo te pregunté si seguías amando a Vanessa, y tú te quedaste callado. Y ahora me encuentro con todo esto escondido en tu oficina, donde hablas sobre lo mucho que la quieres y como te arrepientes de nuestra boda —le reclamé, deshecha, arrojándole a la cara todas las cartas de amor que tenía guardadas. Gerardo comprendió que ya no podría mentir; decidió confesarme sus verdaderos sentimientos, agachando la cabeza.

»Duré algunos días sin dirigirle la palabra, hasta que una mañana decidió buscarme para arreglar nuestra situación: en pocas palabras, me pidió el divorcio...

»¿Y cuando la separación se dé, tú qué piensas hacer? ¿Vas a buscarla? ¿De verdad piensas rogarle que te quiera y perdonarla por lo que te hizo? ¿Por Dios, Gerardo, que ya se te olvidó? Se fue con otro hombre. A ella sólo le interesa tu dinero. 

»—¡Es verdad! —contestó, contrariado—, pero ha pasado el tiempo; tal vez ya no esté con Juan Manuel. Quizá, si yo le doy lo que me pide, pueda llegar a amarme. Tengo que hacerlo, de lo contrario jamás voy a poder vivir en paz. Perdóname, Judith, sé que te duele, pero debo ser honesto contigo.

»Pues lamento informarte que no va a ser tan fácil como tú crees; porque yo no pienso alejarme de ti. No pienso darte el divorcio, ni dentro de un año, ni nunca. Tú eres mi marido, y no voy a dejarte libre para que seas feliz con esa mujer.

Las Migajas de tu Amor Vol III: la parte final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora