Capitulo 1

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Septiembre, 1955. Entre Ríos



La sala estaba envuelta de gritos de hombres y mujeres, todos discutiendo el tema que los congregaba en la capital entrerriana; llegar a un acuerdo para recolectar dinero que necesitaban para mantener el comedor de la casa pueblo. Tanto mercadería como otros insumos habían aumentado y, al ser autónomos al gobierno de turno, por más que existiesen ciertas cercanías por quienes eran parte de la agrupación que coordinaba estas actividades, debían ocuparse de abarcar estos gastos por su propia cuenta.

Al notar que entre tanto griterío no estaban llegando a ningún lado, Lisandro, muchacho ubicado frente a todos, al lado de la gran pizarra escrito con diferentes propuestas, golpeó con gran fuerza la mesa con su puño llamando la atención de los presentes, quienes al instante hicieron silencio. Su expresión se veía seria como imponente ante la mirada expectante de los demás.

—Compañeros, ¿les parece estar gritándonos como bestias? — Habló con fuerza, pero sin dejar ese tono de suavidad natural de su voz. —Acá nos tenemos que escuchar, rápido levanten la mano para ir anotando. A ver, Muri, ayúdame escribiendo.

La chica recién nombrada se levantó de la silla al lado de la pizarra en que estaba sentada y tomó entre sus dedos la tiza sobre la mesa para comenzar a escribir sobre la superficie lo que iban proponiendo. Lisandro se encargó de que se respete el orden de cada uno al hablar y que no se entorpezca como anteriormente había sucedido. De ese modo, fue más fácil definir las votaciones de cuál sería la decisión final.

Luego de exponer los puntos finales de las ventajas de cada opción, se tomó la decisión que, como actividad benéfica, se iba a organizar una bailanta en la casona que utilizaban de sede y el valor de las entradas se utilizaría como forma de recolectar el dinero que necesitaban.

Este tipo de evento era muy popular, sabían que a los ricachones de las estancias a lo largo del país se les haría fácil aceptar las invitaciones que iban a mandar. Además, a los políticos de la zona podrían darle de incentivo el ayudarles en sus campañas de las elecciones del año siguiente si participaban en esa colecta. No es como si a ellos les doliera tanto soltar unos pesos.

Con esa determinación hecha empezaron a buscar fechas. No costó mucho llegar a la unanimidad en acordar que el día de la primavera, el 21 de septiembre, sería el momento adecuado para llevar a cabo el evento. Podrían tener decoraciones haciendo referencia al inicio de esa linda estación del año, la temática podría estar referida a las flores que renacían y la música sería festiva celebrando esto mismo.

También se dividieron roles. Lisandro terminó siendo elegido contra su voluntad como el gran anfitrión de la fiesta por haber tomado la batuta anteriormente al poner orden en esa sala llena de los delegados como integrantes de la agrupación. Asimismo, había dado como otra razón, su muy preciada amiga Muri, que su labia era muy convincente al momento de pedir cosas. De modo que no le quedó de otra que aceptar su nuevo rol.

Por otra parte, acordaron sobre los músicos que irían a tocar; varios chicos de la agrupación eran hábiles en diferentes instrumentos y se habían ofrecido para darle vida al ambiente, asegurando que iban a escoger las canciones o los ritmos a interpretar. De adelanto le habían comentado que estaban asegurados varios tangos y las canciones del momento.

Había buena energía como ganas de trabajar por lo que el resto de la reunión fue llevada a cabo con más ligereza, acordando que se seguirían juntado para definir los siguientes movimientos y detalles.

Al dar por terminada esa sesión, cada uno de los presentes se fue retirando a sus hogares dejando solo al dueño de la casa ordenando las sillas y barriendo el piso que quedó un tanto sucio por la tierra que habían traído consigo sus invitados. Mientras hacía esto y tarareaba una melodía, que había escuchado esa mañana al retirar unas cobijas de la señora Lidia que vivía a unas cuadras y a quien le fascinaba tejer, le dio un pequeño pinchazo de ilusión y esperanza, imaginándose lo mucho que podrían recolectar y el bien que podrían hacer a todas las familias involucradas. Ya podía ver las sonrisas de los niños recibiendo su porción de comida que preparaban con los chicos, bajo el mando de Muri que se encargaba que cada olla sea preparada con cariño.

Sí, iba a ser fantástico el resultado.

Un par de días después le trajeron el boceto de las invitaciones que mandarían, tenían detalles de flores y la letra estaba prolijamente centrada mostrando como punto de interés la temática de primavera y más abajo señalando que todo lo obtenido iba a ser utilizado para el comedor de la ciudad. Al mismo tiempo añadieron una frase creada por ellos mismos pensada estratégicamente para apelar al corazón de cada uno de sus puntos.

Lisandro corrigió algunos detalles que eran casi nada y les dijo que las envíen a toda la lista de contactos que tenía en su libretita de cuero y hojas beiges. Contactos que fue recolectando a lo largo del tiempo que estuvo haciéndose cargo de la casa pueblo, incluso antes de que se formara como tal. También dio orden de que cada político medianamente conocido reciba esta invitación; mientras más gente, mejor.

***

Estaba leyendo uno de los libros de su biblioteca, un escrito llamado "Ensayo de la Libertad" de un autor español que había conseguido en sus vueltas por las librerías del centro, cuando una de las empleadas de la casa lo llamó para que se dirija hasta la oficina de su padre, que lo estaba llamando. Él dejó el libro sobre un estante y salió hasta donde le indicaron.

Los pasillos estaban decorados por diferentes cuadros de sus abuelos, algunas pinturas de pájaros de algún artista que estaban desde antes de su nacimiento y una que otra vitrina guardando vajilla como memoriales de su difunta madre, en los cuales se persignó al cruzarlos antes de bajar hasta el despacho de la planta baja donde se ubicaba dicha oficina.

Una vez frente a las altas puertas de madera oscura tocó firmemente dos veces antes de hacerse paso y encontrar al viejo señor, ya canoso y con una barba bastante crecida, esperándolo desde el escritorio cubierto por papeles, carpetas y un portarretratos con la fotografía de la familia de cuando Cristian era un niño pequeño.

—Me llamabas — Habló primero el muchacho una vez que estuvo frente al hombre todavía enfrascado en los informes en sus manos.

—Así es — Contestó dándole una leve mirada, escaneándolo fugazmente de pies a cabeza, observando al chico bien erguido y con sus manos sujetas detrás de su espalda. — Llegó una invitación de Paraná, un evento benéfico. Prepará tu equipaje, salís el viernes a primera hora.

Le extendió la carta donde se suponía que estaba toda la información, rápido Cristian la tomó y la mantuvo entre sus manos esperando alguna otra orden.

—Eso es todo, podés retirarte.




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Esto es una obra creada con mucho cariño y esperamos entre quienes coescribimos que les guste.


PAUSADA| PERFIDIA [ L. Martinez x C. Romero ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora