Epílogo

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Exequiel y Alan caminaban tomados de la mano por la playa, donde habían compartido tantos momentos significativos a lo largo de los años. El sol se sumergía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados.

—¿Te acordás de aquel primer día en que nos cruzamos por la pelota perdida? —preguntó Alan con una sonrisa.

—¡Cómo olvidarlo, mi amor! Si no fuera por esa pelota, quién sabe si estaríamos acá hoy —respondió Exequiel, apretando la mano de Alan.

—Es increíble pensar en todo lo que hemos vivido desde entonces. Desde el fútbol hasta nuestra familia, pasando por los desafíos y los momentos felices —dijo Alan, mirando a su alrededor con nostalgia.

—Cada momento, cada desafío, valió la pena porque los enfrentamos juntos. Y mirá dónde estamos ahora —afirmó Exequiel, deteniéndose para mirar el mar.

Alan lo abrazó por la cintura, y juntos se quedaron mirando las olas mientras el viento jugaba con sus cabellos.

—¿Sabés qué es lo que más amo de todo esto, Exe? —preguntó Alan, inclinando la cabeza para mirar a su esposo.

—¿Qué, mi amor? —respondió Exequiel, mirándolo con ternura.

—Que después de todo este tiempo, seguís siendo mi mejor amigo, mi compañero de vida y mi gran amor. No importa cuántos años pasen, siempre elegiría estar a tu lado —dijo Alan, acariciando la mejilla de Exequiel.

Exequiel sonrió y se acercó para darle un suave beso en los labios.

—Y yo a vos, Al. Siempre seré tu Changuito, listo para enfrentar cualquier aventura contigo. Amo cada parte de vos, incluso cuando roncás —bromeó Exequiel, riendo.

Alan rió y le dio un suave golpe en el hombro.

—¡Ey, eso es un secreto! —dijo Alan, riendo.

Los dos se abrazaron nuevamente, disfrutando de la paz y la felicidad que compartían en ese momento.

—Sabés, Alan, a veces me pregunto cómo sería nuestra vida si no nos hubiéramos conocido aquel día en la cancha —repitió Exequiel, mirando al horizonte.

—No me lo puedo ni imaginar, Exe. Pero una cosa es segura: nuestra historia siempre estaría incompleta sin vos a mi lado —respondió Alan, apretándolo más fuerte contra él.

El sol había desaparecido por completo, dejando el cielo teñido de tonos oscuros y estrellados.

—Vamos a casa, mi amor. Aitana y Lio seguramente ya estén esperando para contarnos sobre sus últimos partidos y aventuras —dijo Exequiel, entrelazando sus dedos con los de Alan.

—Sí, vamos a casa. Allá donde siempre encuentro mi paz y mi amor. Te amo, Exe —dijo Alan, mirándolo con adoración.

—Y yo a vos, Alan. Siempre y para siempre —respondió Exequiel, antes de sellar sus palabras con un tierno beso.

Tomados de la mano, caminaron de regreso a casa, donde su historia de amor y valentía continuaría tejiendo nuevos capítulos llenos de pasión, risas y, sobre todo, un amor que trascendería el tiempo y el espacio.

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𝔸𝕞𝕠𝕣 𝕖𝕟 𝕝𝕒 ℂ𝕒𝕟𝕔𝕙𝕒 /Exequiel Zeballos x Alan VarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora